La última película de Greta Gerwin permite abrir debates con nuevos públicos acerca del machismo y el patriarcado. En Barbie, el origen industrial de la muñeca se reinventa con un componente fundamental: imprimirle una visión femenina
Texto: Andi Sarmiento Pastrana
Foto: Victoria Razo / Cuartoscuro y Trailer de la película
CIUDAD DE MÉXICO. – El último éxito de Greta Gerwig ha abierto las puertas a distintos debates, tanto por su trama como por toda la publicidad en torno a la cinta. Mezclando la comedia con un mensaje político, la directora busca renovar el discurso de una figura muy influyente del siglo XX; para bien o para mal, es innegable el impacto cultural que Barbie ha tenido en generaciones de mujeres.
En un inicio, la muñeca se destacó por ser un juguete al que las niñas podían aspirar a ser, tanto física como personalmente. Empezó a vender la idea de una mujer adulta, independiente, sin hijos ni pareja que desarrolló cientos de profesiones durante las décadas.
El juguete comenzó como una modelo en traje de baño que se convirtió en astronauta y después de haber sido la enfermera asistente de Ken, se volvió doctora. Después llegó a la pantalla grande convertida en múltiples princesas valientes y fuertes, que para superar adversidades se apoyaban más en sus amigos animales y en otras chicas antes que en un príncipe.
Sin embargo, al ser una industria manejada mayoritariamente por hombres, el personaje principal de estas historias también se encargó de reforzar los irreales estereotipos de belleza forjados por los mismos, creando el prototipo de la mujer perfecta: una que puede salvar el mundo sin despeinarse un solo cabello, manteniéndose siempre a la moda sin una sola arruga o marca en el cuerpo.
Barbie es un excelente ejemplo para explicar el feminismo blaco. Demuestra que una mujer puede ser lo que quiera ser siempre y cuando sea delgada, blanca, estadounidense, heteronormada, millonaria y también, viviendo en un mundo donde el hombre no es una figura de poder sobre de ella.
La industria de Barbie nos ha vendido una idea falsa de liberación femenina, que solo puede ser alcanzada por quienes cumplan estos estándares, los cuales no representan a la mayoría de la población mundial y, por consecuencia, excluye los problemas que conlleva ser mujer en el mundo real. Si bien el hecho de que las mujeres lograran salir a trabajar y puedan decidir no casarse o no tener hijos ha sido un paso importante, es apenas una pequeña parte de muchos abordajes para hablar de desigualdad.
Greta Gerwig retoma la filosofía de Barbie para darle vuelta y otorgarle lo que le ha faltado durante décadas: una visión femenina. En este filme, Barbie sale de su universo de fantasía rosa para encontrarse con la realidad, una donde el acoso, la misoginia y discriminación existen, tanto en las calles como en el mundo laboral al que todas son obligadas a participar para sobrevivir, pues a diferencia de Barbieland, aquí el trabajo más que una elección es una necesidad.
También se topa con las emociones que una persona puede tener. Experimenta el estrés, la tristeza y el enojo al hallarse con que la vida puede ser más pesada cuando se presentan cosas más importantes que tener el pie plano; se sorprende al observar que la felicidad aquí no prevalece 24/7; al contrario, la felicidad la vemos en pequeños momentos que son los que atesoramos. El resto del tiempo solemos sentirnos neutrales o bajo cualquier otro tipo de emoción.
Esta Barbie aprende que para afrontar el mundo se necesita coraje. Existen situaciones que ya no puede evadir sonriendo y bailando, sino que debe enfrentarlas usando el cerebro y controlando sus sentimientos.
Por otra parte, la película nos enseña el papel del hombre en relación con la mujer y la importancia de hablar sobre masculinidades. Al descubrir el patriarcado, Ken actúa con base en la desinformación y sobre todo, reflejando sus inseguridades.
Tras salir a la realidad, él percibe la situación de manera completamente distinta a la de Barbie, pues llega a un mundo donde ahora su género es el dominante. Ken no se da cuenta de la minimización que sufre su compañera, se fija en que los hombres son los que tienen las riendas de la sociedad, por lo que es muy cómodo para él copiar ese sistema y replicarlo en Barbieland sin cuestionar lo que eso implica.
Defiende el patriarcado porque no lo entiende. No lo ve como un sistema de opresión ya que, para empezar, su fuente de información son libros escritos por hombres. Lo único que quiere es llamar la atención de la muñeca que lo ha ignorado durante años y en lugar de expresar sus emociones opta por colocarse (a él y a los otros Kens) por encima de las Barbies, quitándolas de sus profesiones para que se dediquen a atenderlos.
Ken está acostumbrado a seguir a Barbie haga lo que haga. Debe razonar que no es necesario hacer menos a las chicas para destacar y trabajar en su propia personalidad. Dejar de esperar que Barbie le diga qué hacer, comenzar a pensar por sí mismo y, a la par, empezar a expresar lo que siente desde el diálogo directo.
Ambos viven en una burbuja que solo se rompe saliendo al mundo y desarrollando su propio criterio, lo que los lleva a alcanzar una gran madurez mental. Es entonces cuando ella decide renunciar a su vida fantástica al notar que hay mucho más allá que lucir espléndida. Si lo que quiere es alegrar a las chicas del mundo real, es importante que entienda las situaciones que abordan al mundo real.
Ken, con su poco conocimiento sobre el tema, también capta que el patriarcado no tiene ningún sentido. Lo resume en uno de mis diálogos favoritos:
– Cuando descubrí que el patriarcado no se trataba de caballos, perdí el interés.
La película aborda de forma clara y sencilla varios temas que podemos analizar a fondo, mientras le falta tocar muchos otros asuntos. Barbie no está diseñada para que salgamos del cine siendo expertos en feminismo, simplemente plantea las bases para empezar a entender un poco del extenso sistema patriarcal que hasta la fecha nos invade.
No solo va dirigida a quienes ya tenemos una opinión al respecto, también va hacia las infancias. Es un filme para poner sobre la mesa ciertos términos que por años nos han dicho que son cosas de adultos, asumiendo que un niño no va a entender sobre igualdad y respeto, e ignorando que los problemas sociales igual se combaten desde la educación, y que lo que los niños vean es lo que replicarán.
Tal vez un niño no comprenderá muchos de los diálogos, pero sí saldrá de la sala y le preguntará a un adulto qué es el machismo o qué es el patriarcado que tanto se menciona. Hablando del tema con naturalidad podremos formar infancias más conscientes, sembrando las semillas de lo que florecerá en las próximas generaciones. Para que en un futuro, sigan exigiendo a las empresas como Mattel que su diversidad no se quede en la mercadotecnia y nuevas generaciones aboguen por destruir los cánones que han hecho tanto daño durante décadas.
Me gusta escribir lo que pienso y siempre busco formas de cambiar el mundo; siempre analizo y observo mi entorno y no puedo estar en un lugar por mucho tiempo
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