La poesía inédita de Elena Garro

26 febrero, 2022

Elena Garro (1916-1998), ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 1963 por su novela más conocida: Los recuerdos del porvenir (1963), obra precursora del llamado realismo mágico, es principalmente reconocida por su narrativa, sin embargo, es importante resaltar que la también dramaturga igualmente escribió poesía

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Elena Garro (1916-1998), ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 1963 por su novela más conocida: Los recuerdos del porvenir (1963), obra precursora del llamado realismo mágico, es principalmente reconocida por su narrativa, sin embargo, es importante resaltar que la también dramaturga igualmente escribió poesía.

Sus poemas permanecieron inéditos hasta el año 2016, año en que la investigadora y biógrafa de Garro, Patricia Rosas Lopátegui, los reunió bajo el título Cristales de tiempo.

Las razones por las que nunca publicó su poesía pueden ser muy variadas, pero la que más resuena es la de la influencia negativa que Octavio Paz ejerció sobre la poesía de Garro, con quien mantuvo un matrimonio que duró de 1937 a 1959 —del cual nació la poeta Helena Paz Garro.

Su primer poema está fechado en París, en 1947. Es decir, la cuentista comienza a escribir poesía iniciando su tercera década de vida. Aquí un fragmento de este primer poema:

A mi sustituta en el tiempo

Cuando ya sólo quede de mi pie
el eco en las aceras
cuando de mis ojos sólo la torre
que miraron
y de mi lengua ni una palabra girando
en un oído
cuando sólo los signos escritos en el aire
por mis manos
[…]
y de esta lágrima no quede rastro
en la memoria
todavía tú, amiga, que me esperas
más allá de este tiempo
encontrarás mi enojo
[…]

París, 1947.

Para Garro, la poesía no se reduce a la técnica, a una poética “académica”, se puede notar en sus múltiples cacofonías, que no por ser frecuentes dejan de ser versos mágicos y contundentes a la vez.

Hace una aseveración en entrevista con Margarita Michelena, a quien, por cierto, admiraba por su poesía: “Un poeta no lo es por juntar hermosas palabras, sino por traducir con ellas una visión total del mundo, una imagen del tiempo, del tiempo en sus dos acepciones: la anecdótica y la metafísica”.

La poética de Garro está escrita principalmente en primera y segunda persona singular, recurriendo a poemas cortos de verso libre. Sin embargo, su poema más extenso, titulado “Vamos unidas”, cuenta con 921 versos. Es igualmente constante su puntal estrófico, mostrando una frecuente predilección hacia una sola estrofa.

La cultura literaria y musical son influencias innegables en su poesía. En el poema “Vivaldi” lo plasma, utilizando metáforas surrealistas:

Vivaldi

Llegamos al tiempo del glaciar
del agua.
Trozos de luz azul se estrellan,
se derrumban.
[…]
Una alta reja de cristal se abre.
Sólo reflejos, cascabeles de diamante.
Y otra reja
que a su vez da paso a una más alta.
Las cruza el viento azul
girando en la cola de un cometa.
¡Qué raro que tu rostro no aparezca!
[…]
Las alas de los ángeles
se escapan por la hendidura
del ojo de aquel grillo de hielo
que preside al violín
y a sus cuerdas de agua
[…]
La estrella se me escapa en un cohete
para cubrirme luego
de lluvia de cristales y de luces
[…]
Las arpas arden en llamas blancas.
Sola, en medio de la música que cesa
recuerdo:
¡Este tiempo de arcángeles,
de vientos y flautas en desorden
no lo anduvimos juntos, amor mío!

4 de octubre de 1954.

Su poesía, al igual que su narrativa, está plagada de fantasía. Si los escenarios propios de sus cuentos o novelas parecen irreales, debido a su afilado dominio del lenguaje y la imaginación conjugados, en su poesía estos escenarios se cristalizan en un universo de metáforas oníricas en las que el mar es de dedos agresivos y lenguas putrefactas e invisibles; de pronto la puntuación del verso deja de aparecer.

Da la impresión de que lo descrito es algo de lo que no tiene control, que es tan imparable como la marea del mar:

Mar de dedos

Hay muchos dedos.
Muchos dedos agresivos.
Los índices se levantan.
Los índices que señalan al prójimo
que acusan
que envidian.
Una cortina de dedos
Una marea de dedos
Una muralla
me señala.
Las lenguas se levantan, se despiertan
se afilan
se liman en los dientes
se envenenan en la saliva del colmillo.
Lenguas rasposas.
Lenguas que han lamido culos.
Lenguas que duermen solas
en sus cuevas de cavidades putrefactas.
Las lenguas que no vemos
en medio de las risas.
Lenguas sin ventilar.
Lenguas que pican.
No muerdan a su nombre tan hermoso.

O bien, el poema “Panteón particular” en donde el cuerpo se vuelve cementerio. Este poema apunta a un sentimiento repulsivo dirigido hacia un “amigo”:

Panteón particular

Si muevo una mano cae polvo,
como el viento levanta polvo de una urna funeraria.
Voy cargada de urnas y mortajas.
Adentro llevo al mundo sepultado:
la infancia, los nombres familiares,
los nombres amorosos.
Por las noches suben hasta mi almohada
rostros de polvo y luego bajan silenciosos.
Sólo me quedas insepulto tú, escurridizo amigo
[…]
Echar tierra y disecar el lago de tus ojos.
Romper con otras piedras, las piedras de tus dientes.
Hay mucha tierra junto al hoyo,
el hoyo reservado para ti, amor mío.
Después me pasearé bajo los árboles
con el mismo aire serio de un monumento funerario.
Panteón particular yo misma.

México, 1956.

La cronología de sus poemas se puede estudiar desde un punto de vista afectivo: con la tormentosa relación que sostenía con Paz, así como también con las acusaciones en las que estuvo envuelta a lo largo de su vida, incluyendo la separación con su esposo que ya se planeaba desde 1956 y se efectuó en 1957, considerando que el divorcio ocurrió hasta 1959; así como las subsecuentes críticas que la novelista sufrió en 1968, tras serle adjudicada una traición a los representantes del movimiento estudiantil.

A lo largo de su poesía a menudo hay una sensación de culpa:

Lágrima, fuente escondida

Lágrima, fuente escondida,
lugar secreto,
inagotable manantial
para lavar mi rostro,
aguas saladas para lavar injurias
corre dentro de mi
corriente, lágrima de sangre.
Baja, asómate a mis ojos
cae sólo para mí
gentil carrera silenciosa.

En el invaluable documental de José Antonio Cordero, La cuarta casa, un retrato de Elena Garro (2001), una presencia culpígena se hace evidente cuando Cordero le pregunta:

—¿Te arrepientes de lo que has hecho?

—Sí. Si pudiera le echaba un borrón a toda mi vida, ¿no ves que yo he hecho puras tarugadas? Yo podía haber hecho algo bueno, pero sólo he hecho tonterías. De niña fui muy majadera, luego fui muy frívola, y en la vejez muy buena.

En el mismo documental también responde a la pregunta de Cordero:

—¿Para ti qué es la felicidad?

—Algo que no se alcanza en este mundo.

—¿Dónde se alcanza?

—Pues tal vez en el cielo, si lo alcanza uno.

—¿Y por qué no se alcanza?

—Porque somos malos.

La escritora que asegura que su único hogar sólido es su tumba, asevera en otro de sus poemas:

Reproches a mi lengua

Esta lengua que duerme dentro de mi boca
¡Gata egoísta que nunca dice la palabra justa!
Esta lengua puñal que mata lo que amo,
puñal que me traiciona y que me hiere
espada que desata tempestades
temblando está en su punta,
entre gotas de sangre, la palabra concordia.
[…]

París, Viernes Santo, 1949.

Este último poema, a manera de crucifixión lírica o alusión condenatoria, viene fechado junto a la conmemoración religiosa de ese día; al igual que tenía muy presente la fecha cuando recibió una llamada de amenaza el 29 de septiembre de 1968 —día de San Miguel, ángel de la muerte, arcángel redentor de las almas previo a la expiración, y enemigo de Satanás.

Me acuso

Me acuso de ahogarme en el Mar Rojo
Mar de cólera
Mar homicida
Mar de sangre.
Me acuso de ver rojo y de estrellar
el espejo de la fiesta,
astillas cintilantes
puñales imprevistos.
Me acuso también de la rabia amarilla
de perseguir al enemigo
de levantar el puente
que permita su huida.
Me acuso de darme demasiada importancia
y de amarme sobre todas las cosas.

Se debe considerar que Garro fue defensora de los campesinos, luchó contra terratenientes para devolverle las tierras a quienes originalmente le pertenecían, cuestión que le acarreó enemigos en el gobierno e incomodidad diplomática a la ya entonces esposa de Octavio Paz. Sin embargo, a ella no le interesó manchar la reputación de Paz, por lo que continuó con la lucha campesina.

Su infancia en Guerrero transcurrió en compañía de la servidumbre, con la que convivió muy de cerca —similar al caso de Guadalupe Amor, acompañada por su nana y demás trabajadores domésticos—, por lo que creció entre el universo imaginario indígena, plagada de leyendas e historias mágicas y la literatura romántica alemana, siendo Novalis uno de sus autores más cercanos a sus afinidades literarias. Por otro lado, también estaba presente Gerard de Nerval.

Amplia soledad

Amplia soledad,
siempre más amplia.
Cuatro paredes ajenas
un diálogo continuado.
Olvidadas las fiestas
el carmín de los trajes
el chisporroteo de las rosas.
Algunas golondrinas
cantan al atardecer el dichoso pasado.
Revolotean antes de dormir.
Sus trinos
entran en el pecho vacío de sentimientos;
trinos,
augurios del pasado perdido.
Tal vez si Dios asomara su inefable rostro
en los vapores de la ardiente tarde
las golondrinas volverían a ser notas ligeras
dibujadas
en tinta china sobre el enigmático
papel de música.
Y tal vez algunos jóvenes todavía no nacidos
podrían volver a repetir:
“Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar”…,
pero ya no hay balcones.
[…]

Domingo, 22 de junio de 1980

Helena duerme en este sofocante cuarto.
Lola está con ella.
Petrouchka tendido en mi inhóspita cama
sin cabecera.

Pintora infatigable de poemas, Garro teñía en sus versos momentos indescriptibles para la física, pero que de alguna forma eran producto de su realidad. Concebía la imaginación como encarnación de sus vivencias.

Algunos de los recursos utilizados en su poética eran propios de ecosistemas naturales: la tierra, el mar, geografías entremezcladas con elementos astronómicos, para bordar atmósferas en las que la soledad, la fraternidad, el amor, el desamor o la maternidad, eran trazados con finura.

La acotación a la que López Velarde hacía alusión cuando hablaba de la inmersión de los sentidos en la poesía, se hace evidente en Elena Garro desde sus primeros poemas, los cuales antes de la catástrofe de 1968 eran más apegados a ese mundo fantástico del que se rodeaba en su infancia:

El huele de noche [III]

Blanco misterio de la noche
tenebroso perfume
racimo melancólico
presagio de la sombra
reflejo de la luna que te mira;
tu aromada cueva
es la ausencia de la tarde.
El balanceo de tus ramas
origina a la noche.
Entonces el juego queda roto;
recogen a los niños.
Huye el jardín hacia las sombras.
Tus flores estallan,
se deshojan hipnóticas;
extraños abanicos de perfume
se balancean sonámbulas.
Llegan los ángeles nocturnos
y tú, entre ellos,
velador del jardín,
permaneces flotando hasta la aurora.

Varios de sus poemas eran reeditados por ella misma, por lo regular aumentando versos. El poema de arriba es la tercera versión de “El huele de noche”, el cual tiene cuatro versiones diferentes. 

Como miembro del grupo artístico multidisciplinario Poesía en Voz Alta, del cual formaron parte artistas como Juan Soriano, José Emilio Pacheco, Leonora Carrington, Octavio Paz, Juan García Ponce o Juan José Arreola, entre otros, mereció críticas de arte bastante favorables en diferentes periódicos debido a la excelencia que caracterizaba a sus puestas en escena, entre ellas “Un hogar sólido”, pues, al igual que Xavier Villaurrutia, parecía escenificar la poesía con su agudeza como dramaturga y poeta.

En su obra dramática hay poesía, tanto como en sus cuentos y novelas. 

Es inverosímil el viaje trasatlántico de sus manuscritos, muchos de ellos escritos a máquina, muchos otros a mano; viajaron en baúles por Europa y otros más permanecían en México. Varios de sus escritos orinados por sus gatos, pero finalmente rescatados en Cristales de tiempo, publicado en 2016 por la editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Sin duda, su poesía no ha sido lo suficientemente valorada, pero quien disfrute la narrativa garriana, disfrutará también su poesía con plenitud.

Falta aún ser leída en esta otra faceta como poeta, poco difundida pero que indudablemente complementa prodigiosamente lo hasta ahora publicado de y sobre Elena Garro.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.