El lógico que la atención se concentre en la contienda por la Presidencia de la República, pero igualmente decisiva será la configuración de las Cámaras del Congreso después del 2 de junio
Por Ernesto Núñez Albarrán / X: @chamanesco
Desde el viernes pasado, con el arranque de las campañas, las miradas se centran en la contienda presidencial. Somos un país con una larga historia de presidencialismo hegemónico, pues durante una buena parte del siglo XIX y el siglo XX el Poder Legislativo y el Judicial vivieron subordinados a los designios del Ejecutivo.
Quizás por eso es normal que estemos más atentos a las candidatas presidenciales, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, y en menor medida en el tercero en disputa, Jorge Álvarez Máynez, quien -por cierto- podría desdibujarse por completo si no encuentra pronto un espacio en una elección que tiende a polarizarse entre dos opciones políticas.
La batalla se va alineando en dos flacos: quienes quieren que continúe el proyecto que inició Andrés Manuel López Obrador en 2018, al que él mismo, su candidata y sus simpatizantes llaman “cuarta transformación”, y quienes consideran que eso debe frenarse de tajo, para regresar a donde estábamos hace seis años.
Pero el final o la continuidad de la “cuarta transformación” no depende únicamente de quién gane la Presidencia de la República en los comicios del 2 de junio. En esta elección se juega, también, una nueva reconfiguración del Congreso de la Unión, que será clave para el futuro político.
Venimos de un sexenio con una muy marcada predominancia de Ejecutivo, producto del resultado electoral de 2018.
En ese año, López Obrador no sólo ganó la Presidencia, sino que obtuvo el control de la Cámara de Diputados y el Senado de la República, lo que implicó regresar al estado previo a 1997, año en el que el PRI perdió, por primera vez en siete décadas, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
El hecho de que López Obrador haya ganado con un amplio margen en 2018, y su partido haya construido pronto una alianza legislativa con el Partido del Trabajo y el Partido Verde (que le transfirió a Morena cuatro diputados antes del 1º de septiembre de 2018), le permitió al presidente tener mayoría absoluta en ambas Cámaras (más de 250 diputados y más de 64 senadores) y mayoría calificada en la Cámara baja, que le permitió reformar más de 50 artículos de la Constitución antes de 2021.
Morena y sus aliados perdieron las dos terceras partes de la Cámara en los comicios intermedios de 2021, pero mantuvieron la mayoría absoluta, y eso fue una gran ventaja para López Obrador.
A diferencia de Ernesto Zedillo en la segunda mitad de su sexenio (1997-2000), de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, el presidente López Obrador conservó la mayoría absoluta todo el sexenio, lo que le permitió contar con el Presupuesto de Egresos de la Federación, el principal instrumento de política pública, sin negociar nada con la oposición.
López Obrador pudo hacer reformas a leyes secundarias a su antojo, e incluso intentó, por la vía de las reformas legales, conseguir lo que la oposición le negaba en sus iniciativas de reforma constitucional. Un ejemplo de ello fue el famoso plan B de reforma político electoral, aprobado por la Cámara y el Senado, y afortunadamente frenado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación por vicios en el proceso legislativo.
A falta de un Congreso que fuera contrapeso, el Poder Judicial cobró un nuevo papel de equilibrio frente al Ejecutivo.
Que el 2 de junio recibiremos tres boletas para elecciones federales: Presidencia, Senado y Cámara de Diputados, y otras tantas para los cargos locales: ayuntamientos o alcaldías, Congreso local, y gubernaturas o Jefatura de Gobierno en nueve entidades.
La elección se va a concentrar en la presidencial. Las estrategias de los partidos, los recursos, los spots, se invertirán en las tres personas que buscan la silla. El INE organizará tres debates oficiales, con transmisión obligatoria en cadena nacional, entre las candidatas y el candidato, y la mayor parte de los medios tendrán enviados reportando desde sus giras.
El voto en la presidencial jalará el del resto de cargos en disputa. Aun así, vale la pena dedicar parte de la atención en las campañas legislativas: analizar perfiles y plataformas, y hacer escenarios respecto a lo que puede pasar con la relación Ejecutivo y Legislativo en el próximo sexenio.
Un triunfo de la candidata Claudia Sheinbaum, que hasta el momento va como puntera en las encuestas, no es igual si su partido y sus aliados (PVEM y PT) alcanzan la mayoría calificada, la mayoría absoluta o sólo se mantienen como primera minoría.
En el primer escenario, Sheinbaum podría (tendría que) iniciar su sexenio asumiendo las reformas constitucionales que le heredó López Obrador como una especie de pliego de mortaja, y que los más duros de Morena le van a exigir asumir como ruta de gobierno.
En el segundo escenario (ganar con mayoría absoluta), Claudia Sheinbaum podría mantener la lógica lopezobradorista de gobernar sólo con su partido-movimiento, pues podría prescindir de la oposición para aprobar sus presupuestos anuales y algunas reformas a leyes secundarias.
El tercer escenario es el más probable en una elección polarizada, en la que la oposición logre avanzar y obtener un nivel de votación suficiente como para instalar bancadas sólidas en el Senado y la Cámara de Diputados.
Si juntos los partidos de oposición lograran más de 250 diputados y más de 64 senadores, entonces regresaríamos a la etapa conocida como “gobiernos divididos” (1997-2018), en la que los presidentes tuvieron que dialogar y negociar con las oposiciones, hasta para aprobar sus presupuestos.
En un hipotético triunfo de la candidata opositora Xóchitl Gálvez, el Congreso sería aún más relevante.
De hecho, la primera apuesta de las dirigencias del PRI, PAN y PRD en estas campañas es arrebatarle el Congreso a Morena. No en balde, colocaron a sus “pesos pesados” en las listas de candidaturas.
No es casual que se hayan asegurado un lugar en el Senado los dirigentes partidistas Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano. Ni que hayan enviado a la Cámara baja a personajes como Jorge Romero (el principal operador de la dirigencia panista, quien repetiría como diputado), Germán Martínez (un experimentado legislador que formó parte de la primera Cámara con mayoría opositora al PRI, en 1997); Kenia López, coordinadora de la campaña de Xóchitl Gálvez, o Julen Rementería, actual coordinador de los senadores del blanquiazul.
En el PRI, tampoco es una casualidad el regreso de un personaje como Manlio Fabio Beltrones, quien después de un sexenio en la banca, regresará a la Cámara de Diputados, donde podría ser obligado el diálogo entre la presidenta y el Legislativo.
Marcela Guerra, actual presidenta de la Cámara; Rubén Moreira, actual coordinador de la bancada tricolor, y un grupo de integrantes de la dirigencia partidista, ex gobernadores, legisladores y ex funcionarios completan la lista tricolor.
En una Cámara de mayoría opositora, Morena podría contar con un experto en negociaciones políticas: Ricardo Monreal, senador, líder del grupo parlamentario mayoritario durante este sexenio y constructor de los acuerdos que permitieron que AMLO contara con reformas como la de la creación de la Guardia Nacional, en 2019.
Tampoco parece casual que Ricardo Monreal sea el único de los ex contendientes de Sheinbaum en la contienda por la candidatura presidencial que va a la Cámara y no al Senado.
Mientras Adán Augusto López, Marcelo Ebrard, Gerardo Fernández Noroña y Manuel Velasco se darán vida de senador en su escaño, Monreal podría ser el encargado de las negociaciones importantes con los partidos opositores; la primera de ellas, el presupuesto del gobierno en la primera mitad del sexenio.
A la Cámara baja también podrían ir varios legisladores actuales que ya conocen las lides legislativas, como la ex ministra Olga Sánchez Cordero, a quien colocaron hasta el lugar 11 de la Cuarta Circunscripción; además de Alfonso Ramírez Cuéllar, ex presidente de la Comisión de Presupuesto; Sergio Gutiérrez Luna, ex presidente de la Cámara; el economista Vidal Llerenas, y expertos en grullas, como Víctor Hugo Lobo, Napoleón Gómez Urrutia; los ex priistas Eruviel Ávila y Mariana Benítez y el ex gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles.
Entre muchos nombres -los partidos registraron en total 5 mil 743 candidaturas-, se cuela de todo: familiares, amigos, indiciados, cuotas de gremios, chapulines, tránsfugas y trapecistas… y puede ser que, también, algunos activistas ciudadanos o legisladores con alguna causa específica.
Como sea, su papel será relevante en un sexenio en el que el Congreso debería estar llamado a recuperar el peso que perdió durante seis años de mayoría absoluta oficialista.
De ser así, volverá a ser tiempo del Legislativo.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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