No puedo más que romper el romantizado y aterrador espejismo, esa imagen del alemán que es soldado nazi; la Alemania de hoy demuestra que está muy alejada de aquellos días que, sí, fueron lamentables, pero la situación ha cambiado, y eso hay que reconocerlo
Por Évolet Aceves / @EvoletAceves
A menudo pienso en qué tan alejados de la realidad estamos cuando aún los medios y hasta la propia literatura se esfuerza para hacer ver a Alemania y a los alemanes como los villanos de la historia. No vayamos muy lejos, hasta hace unas semanas en México a Beatriz Pagés, actual directora de la alguna vez maravillosa revista Siempre!, que llevó el periodismo cultural a niveles de excelencia, hoy por hoy publica esta portada de Claudia Sheinbaum, una de las dos candidatas a la presidencia de México, con una cinta en la cabeza que ostenta múltiples esvásticas. Háganme el favor… Tan polémica fue esta infortunada portada que logró que la Derecha y la Izquierda del país se dieran las manos por ambos estar en desacuerdo de la oprobiosa imagen.
Escribo esta columna desde un tercer y último piso en la ciudad de Bad Oldesloe, en el Estado de Schleswig-Holstein, al norte de Alemania, tras haber llegado en tren desde Kiel, la costa norte del mismo país. Disfruto estar en esta habitación que visto desde afuera es un techo en forma triangular, como suelen ser los edificios en Europa, en las zonas geográficas en donde nieva, y cuya estructura sirve para evitar acumulamientos de nieve y agua, de esta manera el agua se desliza.
Me gusta obsesivamente estar en estas habitaciones que no tienen un rectángulo perfecto, que en cambio me hacen mantenerme reclinada, si es que permanezco en una orilla, para no chocar con el techo inclinado, me recuerdan que estoy en una de estas casas europeas. Desde mi ventana observo el edificio de enfrente, con el mismo diseño arquitectónico y un árbol completamente carente de hojas, sólo veo sus hermosas ramas puntiagudas, y más al
fondo, el cielo gris —Londres no es el único lugar de los cielos grises eternos. Aquí en invierno a las 4 pm ya está oscuro, esa oscuridad que en México sólo se observa alrededor de las 9 pm, cuando la noche ya está bien entrada.
Alemania ya no es la Alemania nazi que una vez llevó a cabo el genocidio más popular en la historia moderna. Insisto, series y películas han continuado con esta idea, anclada en el imaginario colectivo, de Alemania como el país genocida por excelencia, suele ser ley el llamar a Alemania la Alemania-Nazi, como si fuera parte del nombre del país.
Pero la culpa no es ni del cine ni de la literatura; la culpa de mantener esta idea es de, muchas veces, suposiciones sumamente desactualizadas —que no infundadas—, cuántas veces no he escuchado “me encanta el francés, es muy romántico; en cambio el alemán no, es muy fuerte, muy rígido”, e inmediatamente viene la asociación del idioma “rígido” a los soldados nazis y su evidente rigidez que hasta han sido emblema de la cultura pop homoerótica, como atestigua el videoclip de Lady Gaga, Alejandro —el mejor videoclip del 2009, por cierto.
Aún hoy en día, es incómodo para los alemanes hablar sobre asuntos nazis, porque no es un tema del cual enorgullecerse, claro. Pero lo que no se dice ni en películas, ni en revistas es lo que actualmente está ocurriendo en Alemania en asuntos de política exterior en relación con los refugiados políticos, y es que no resulta ser tan dramáticamente atractivo como sí lo es la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, o los caracteres patológicos de Adolf Hitler.
Alemania desde hace décadas está recibiendo refugiados de distintos países en donde el terrorismo está anclado, o bien, países que están en conflictos políticos considerados de emergencia, o cuyas guerras continúan.
Con base en datos arrojados por Statista, uno de los sitios web más confiables para estadísticas en políticas públicas, hasta noviembre de 2023 el número de refugiados más alto proviene de Siria (83,336), seguido por Turquía (45,086), Afganistán (43,958), Irak (9,484), Irán (8,225), Georgia (7,644), Rusia (6,460), Somalia (4,366), y cerca de 60 mil refugiados más que vienen de distintas partes del mundo, muchos de los cuales son apátridas, es decir, desnacionalizados, esto tan sólo en el 2023.
Según la United Nations High Commissioner for Refugees (UNHCR) o Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, tan sólo a mediados de 2021 Alemania reportó casi 1.24 millones de refugiados y 233,000 personas en busca de asilo, siendo Alemania el país con mayor número de refugiados en Europa. Tan sólo después de Estados Unidos, Alemania es el segundo país en efectuar el mayor número de donaciones, contribuciones económicas, a la UNHCR.
Desde 2010 es que Alemania está contabilizando el número de refugiados, con base en el Center for Global Development (CGD) o Centro para el Desarrollo Global, siendo 2015 y 2016 los años con mayor número de solicitudes o aplicaciones para refugio, esto durante el gobierno de Angela Merkel, quien a la voz de “¡Nosotros podemos con esto!” lo logró. En efecto, entre esos dos años recibió Alemania a más de un millón de aplicantes-de-primera-vez o first-time applicants para asilo político en el país germano. Cinco años después y con total apoyo del gobierno alemán, más de la mitad de estos aplicantes ya habían encontrado una inserción laboral en la sociedad alemana.
Previo a 2015-2016, las solicitudes o aplicaciones para refugio en Alemania eran bajas, menores a 50 mil aplicaciones en 2010, en 2014 eran menores a 200,000, y el tiempo de espera para poder llegar a Alemania era de alrededor de tres meses; sin embargo, hoy en día este proceso puede llevar hasta dos años, dependiendo de las circunstancias individuales; no obstante, pisar suelo alemán es apenas el comienzo, dado que de ahí se deberá, primero, aprender el idioma, posteriormente, estudiar o buscar un empleo, y claro, también es un reto para el gobierno alemán la accesibilidad y el mantenimiento de todos los servicios de vivienda y empleabilidad para tantas y tantas personas provenientes de tan diversos contextos.
Es inverosímil saber que hablé con alguien que estuvo en una guerra, un sobreviviente a quien le llevó dos años llegar a tierras alemanas. Al verlo, al escucharlo, me doy cuenta del rol fundamental que forman los países que reciben a personas refugiadas, y Alemania, en la actualidad, da fiel testimonio de que el conflicto armado entre Palestina e Israel no es el único, hay otros más que llevan ya décadas, y a los que no se les está prestando atención. Alemania lo está haciendo desde sus trincheras, mientras en México la oposición gasta su tiempo y su dinero colocando esvásticas a una candidata a la presidencia en una revista que con ello se ha declarado incompetente y mediocre.
No puedo más que romper el romantizado y aterrador espejismo, esa imagen del alemán que es soldado nazi; la Alemania de hoy demuestra que está muy alejada de aquellos días que, sí, fueron lamentables, pero la situación ha cambiado, y eso hay que reconocerlo. Culmino esta columna frente a la ventana que ahora esboza un cielo de estrellas pese a las nubes que albergaron el día, en unos días más estaré pisando la capital, Berlín, y si es que el tiempo me lo permite podré dar fe de las exposiciones que actualmente albergan sus museos.
Hasta entonces
IG: @evolet.aceves
📧 everaceves5@gmail.com
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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