La nota roja, más allá de nuestros prejuicios

3 diciembre, 2022

En el imaginario mexicano la cobertura de la Nota Roja se confunde con amarillismo y filtración pero no son lo mismo, detrás de esta cobertura hay grandes periodistas cubriendo la violencia en México

@maria_efemere

Cuando tenía 16 años mi papá desapareció de una clínica para la depresión. La clínica nunca se hizo responsable de su desaparición y su cuerpo fue encontrado en un río de un municipio vecino. Doce años después seguimos sin conocer la verdad detrás de su muerte.

En mi familia siempre cuentan la historia de cómo durante el funeral salieron a comprar los periódicos de nota roja y pedirle al voceador del pueblo que por favor parara de vocearla,  porque no querían que mis hermanos y yo escucháramos una versión llena de datos falsos sobre mi padre. Mucho menos que viéramos las fotos de su cuerpo abandonado en aquel río.

Yo nunca he podido ver las fotos de mi padre. Aunque sé que, si intentamos retomar la investigación, tendría que verlas. Las fotos en la carpeta de investigación son de los pocos hilos de los que podemos jalar para intentar conocer la verdad.

Por mucho tiempo esta experiencia personal alimentó un enojo hacia el periodismo de nota roja. En parte agradezco poder decidir cuándo y cómo verlas y no haberlas visto en una portada de periódico. Pero mi opinión sobre la nota roja cambió cuando empecé a hacer periodismo.

En estos andares conocí a grandes colegas de esta fuente, como Andrea Ahedo, Jair Cabrera y Ernesto Álvarez. Empecé a identificar los matices de este tipo de coberturas.

De ellos he aprendido que la nota roja no es sinónimo de revictimización y amarillismo. También que hay una diferencia enorme entre hacer fotoperiodismo y publicar filtraciones: esas fotografías tomadas por el personal en la primera línea del crimen, que filtra lo que toma con su celular a la prensa, como sucedió en el caso de Ingrid Escamilla.

Por eso decidí escribir esta columna, para compartir lo aprendido. Y porque me parece muy importante romper nuestros prejuicios sobre esta fuente. La cual es de suma importancia para entender las violencias con las que vivimos.

Hace unas semanas me encontré a Ernesto Álvarez en la presentación del último informe sobre muertes callejeras de El Caracol, una organización que admiro con todo mi corazón por su trabajo con poblaciones callejeras. Ahí me enteré que gracias al trabajo de Ernesto han podido tener más datos sobre las muertes invisibles de quienes habitan las calles.

De inmediato pensé en Marcela Turati, quién en una Tertuliana de Pie de Página habló de la importancia del trabajo que hacen los periodistas de la nota roja para conocer los datos sobre la violencia en México. Datos que se esconden, invisibilizan, alteran o no existen. Y como sin el trabajo ellos y ellas, muchas investigaciones no existirían. También que eso los ha colocado en la indefensión y muchos han sido asesinados, cómo el fotoperiodista Margarito Martínez.

Recuerdo que en alguna conversación mi mamá me dijo que en una de las notas amarillistas que cubrieron la muerte de mi padre citaron a la clínica. Pienso que es bastante conveniente que un espacio que buscó no hacerse responsable de una desaparición y una muerte, contara su versión de la historia y que fuera ésta, la única publicada.

Esto me resonó muchísimo cuando escuché hablar a Ernesto en la presentación del informe: Cuestionar las filtraciones es también cuestionar la versión oficial.

En el caso de la foto, publicar una foto filtrada no es fotoperiodismo, es vocería.

Pero Ernesto explica mejor que yo la diferencia entre fotos filtradas, fotoperiodismo y el peligro de confundirlas:

 «Es un problema editorial que nos ha metido en problemas con las autoridades a los fotógrafos y en general al gremio, porque creen que nosotros somos quienes hacemos esas fotografías y esas propuestas y para nada. Yo no me veo identificado con esa estética y eso ha causado una confusión enorme.

Hay un proceso histórico de censura hacia la nota roja. En los ochentas los compañeros podían pasar a la escena del crimen, hacer un registro y salir. Eso ha ido mutando y alejando a los reporteros de las escenas. Al alejarnos de la escena impiden la recolección de información. Luego ya solo te dejaban pasar a la puerta. Ahora afuera estás a expensas de alguna fotografía que te filtre la autoridad. Es difícil pelearse con eso porque es de dónde nos llega la información. Pero al final ya estamos censurados y estamos a expensas de lo que ellos nos digan.

En el caso de Ingrid es una foto brutal. ¿Si no hubiera sido publicada la fiscalía también lo hubiera presentado como suicidio? A veces nos dicen: hay una persona que murió por arma de fuego dentro de un domicilio. Fue suicidio. Entonces ya todo es suicidio… » comparte Ernesto.

Pero Neto no está justificando la publicación de la foto del feminicidio de Ingrid:

«Lo que intento decir es que si uno de nuestros compañeros hubiera pasado en cualquier escena resolvería la fotografía de una mejor manera que un policía» explica.

Estado de México, Chalco. 26 enero 2020.- La silueta del cadáver de un hombre adulto que fue localizado con signos de tortura sobre la calle San Sebastian de la colonia El Naranjo. En el lugar llegaron policías municipales y el pelotón de la recién desplegada guardia nacional, sin embargo ningún familiar acudió al lugar para identificar a la víctima / Foto: Ernesto Álvarez

Yo también creo que un fotoperiodista de nota roja jamás habría tomado una fotografía como la publicada del feminicidio de Ingrid Escamilla. La realidad es que los fotoperiodistas de esta fuente son sumamente sensibles y buscan ser empáticos. Y también tienen muy claro el peso del periodismo en México:

«Lo que ha guiado mi trabajo es saber de qué lado estoy parado, saber qué es lo que quiero contar de esa historia. En mi caso está la protección de los derechos humanos, tratar de hacer una propuesta estética. Sacar el lado más bello de la muerte. El amarillismo y la revictimización tienen origen en la información oficial.  Por ejemplo, la información oficial puede decir que una muerte de un conductor fue porque venía a exceso de velocidad y ahí están culpando al conductor. Eso es lo que llega de la policía, porque con eso ya no investigas, ya no hay responsables, pero, ¿qué tal que la causa fue un bache?

Los que estamos de este lado tenemos que luchar con la información oficial, que es la que revictimiza» explica.

Y en eso coincido completamente. Tenemos casos donde es evidente como el Caso Narvarte y las filtraciones sobre «drogas» en la escena del crimen, o el feminicidio de Lesvy y los detalles de su vida personal… hay varios en el historial de fiscalías mexicanas y medios.

Los periodistas de la roja no solo son empáticos con las historias que cubren, también entre ellos. Es, me atrevo a decir, la fuente más unida de todo el gremio periodístico. Y lo confirmo con Neto. Me cuenta que trabajan en condiciones muy precarizadas, se juntan en un estacionamiento público a hacer guardia, dónde no tienen baños a su disposición, pero que entre ellos han vuelto más habitable, haciendo vaquitas que para comprar unas bancas o un trapeador para mantener limpio el espacio.

Son unidos, se esperan, se comparten la información, se previenen cuando van a lugares peligrosos y se monitorean. Y es que es una cobertura sumamente intensa y violenta. Una que no puede hacerse solo. Hay que ir en manada.

Alguna vez escuché que cuando empezabas en el periodismo en los diarios impresos te asignaban a la nota roja para curtirte.

Lo cierto es que es una fuente que el periodismo de élite hace menos. Y como no me parece justo, le pregunté a Ernesto por qué cree que pasa eso:

«Hay que entender que los prejuicios nacen de un montón de lados, desde la censura institucional o de la moral, puede salir de un discurso ético. Serían muchas cosas que decir pero sería importante escuchar, más allá del de dónde nace, que es un trabajo super importante. Precisamente todos estos periodistas de abolengo y organizaciones civiles o instituciones gubernamentales hacen trabajo a través de nuestro trabajo diario. No podemos hacer la gran investigación sobre los feminicidios, pero el trabajo que hacemos diariamente es retomado por periodistas que lo transforman en algo más. Que nos tengan estigmatizado supongo tiene que ver con la clase. La mayoría de los compas que cubrimos la roja llegamos a esto como un oficio, no salimos de la academia, nos formamos en la calle. Aquí, en la calle, toda la academia se te quiebra. Las reglas son flexibles, aparecen y desaparecen» explica.

Durante nuestra llamada por teléfono Neto me contó de algunos casos donde fotografías tomadas por colegas se volvieron evidencias para juicios. Yo me quedé con una sensación bien profunda y una pregunta que me hago constantemente:

¿Qué hubiera pasado si cuando desapareció mi papá algún periodista hubiera cuestionado las versiones oficiales, lo que mi familia no pudo cuestionar?

Ciudad de México, Gustavo A. Madero. 30/06/2022.- En el reflejo de un altar religioso se ve la escena donde un hombre fue asesinado de al menos tres balazos sobre la Tercera Cerrada de Tenochtitlán y Avenida Tenochtitlán en la colonia Del Carmen. En lugar no llegaron familiares para reconocer el cadáver que fue trasladado en la ambulancia ministerial con placas FGJ-19-A4./ Foto: Ernesto Álvarez

Si quieres conocer el trabajo de Ernesto puedes hacerlo en su Instagram.

Foránea siempre, lo suyo es lo audiovisual y el periodismo es la vía por donde conoce y cuestiona al mundo.