El nacionalismo de las vacunas ha significado que los ricos y poderosos sean los primeros, no solo en las sociedades, sino también en el mundo, burlándose del lema de “no dejar a nadie atrás” adoptado por la comunidad internacional
Por Jomo Kwame Sundaram / IPS Noticias
“Oh, qué enredada telaraña tejemos cuando practicamos el engaño por primera vez”, dice el poeta escocés Walter Scott en un poema que ya tiene más de dos siglos, pero que funciona muy bien para explicar cómo la búsqueda de la ventaja nacional y la ganancia privada han socavado el interés público y el bien común.
Cuando las personas contagiadas de covid en el mundo superan ya los 106 millones y las fallecidas son más de 2.3 millones, los países ricos han pasado a pelear públicamente por el acceso a los limitados suministros de las vacunas.
Con un generalizado “nacionalismo de las vacunas”, los acuerdos multilaterales no han podido abordar bien los desafíos actuales de inmunizar a miles de millones de personas, para comenzar a reducir los contagios y comenzar a superar la pandemia que trastorna económica y socialmente al mundo desde hace ya casi un año.
El nacionalismo de las vacunas ha significado que los ricos y poderosos sean los primeros, no solo en las sociedades, sino también en el mundo, burlándose del lema de “no dejar a nadie atrás” adoptado por la comunidad internacional.
Muchos países del Sur en desarrollo y la mayoría de sus habitantes tendrán que esperar contar con las vacunas, mientras que los poderosos y los más acomodados se aseguran el acceso previo independientemente de su necesidad o urgencia.
El nacionalismo de las vacunas y la perspectiva de obtener más beneficios al no aumentar la producción para inducir la escasez pueden, por tanto, causar más pérdidas tanto de vidas como de medios de subsistencia, haciendo que las economías se desaceleren aún más.
El Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual Relacionados con el Comercio, alcanzado en 1994 en la Organización Mundial del Comercio (OMC), fortaleció y amplió enormemente los derechos de propiedad intelectual a nivel transnacional.
Es fácil olvidar que la estricta aplicación transfronteriza de las solicitudes de derechos de propiedad intelectual es relativamente reciente.
Si bien muchos asumen que los Derechos de Propiedad Intelectual (DPI) son necesarios para promover la investigación y el desarrollo para el progreso tecnológico, esto se ve seriamente desafiado por las historias e historiadores más serios de la tecnología.
Quizás lo más importante es que existen pruebas considerables de que los derechos de propiedad intelectual pueden haber frenado inadvertidamente el progreso. De manera más general, los DPI han desalentado la cooperación en investigación y el intercambio de conocimientos, tan esenciales para ese progreso.
Al permitir y, por lo tanto fomentar, “los troles de patentes (empresas o individuos que viven de litigar sobre patentes y adueñarse de ellas sin ser sus productores)” y su acaparamiento, los derechos de propiedad intelectual han denegado efectivamente el acceso a productos y procesos patentados, excepto a los mejores postores.
Tras el retroceso al acuerdo original sobre los Adpic, un mecanismo impulsado por Nelson Mandela después de que asumiera la presidencia de Sudáfrica en 1994, los países en desarrollo al menos se habían asegurado el acceso legal a los “medicamentos esenciales”.
Una Declaración de la OMC de 2001 sobre los Adpic y la Salud Pública reafirmó el derecho de los países a proteger la salud pública, permitir el acceso a los medicamentos y emitir una licencia obligatoria, incluso sin una emergencia sanitaria.
A cambio de que los países del Sur global ampliasen la protección de la propiedad intelectual, los países industrializados prometieron establecer capacidades de fabricación para procesos patentados en los países en desarrollo e incentivar a sus empresas transnacionales a permitir la transferencia de tecnología a los países en desarrollo, especialmente a los llamados países menos adelantados.
En 2017, el Acuerdo sobre los Adpic fue enmendado para confirmar que los países en desarrollo que no puedan producir en el país ciertos productos farmacéuticos podrían emitir licencias obligatorias para importar esos medicamentos patentados producidos en el extranjero bajo esa licencia.
Pero aunque los Adpic ahora permiten ese uso de licencias obligatorias, los países en desarrollo todavía se ven limitados por sus complejas reglas, procedimientos y condiciones, así como por las constantes amenazas e incentivos de las transnacionales, respaldados por sus gobiernos.
Por lo tanto, el uso de licencias obligatorias por parte de los países en desarrollo se ha limitado en gran medida a algunos países con mayores niveles de independencia y de ingresos medios, como India, Tailandia, Indonesia y Malasia, y a los medicamentos contra el VIH/sida.
La exención de los Adpic, propuesta a la OMC por Sudáfrica, India y otros países, busca la suspensión temporal de varias disposiciones de los Adpic sobre patentes, diseño y protección de información no divulgada.
La exención propuesta busca aumentar en gran medida la producción y el acceso a las vacunas, medicamentos y equipos para contener el contagio de la covid-19, especialmente en los países en desarrollo. Pero la ya finalizada administración estadounidense de Donald Trump, la Unión Europea (UE) y sus aliados lograron bloquear obstinadamente la suspensión de patentes.
La UE afirma que “un sistema (de propiedad intelectual) también existe para garantizar la publicación y difusión de los resultados de la investigación, cuando de lo contrario permanecerán en secreto».
Pero el bloque europeo omite reconocer que ningún desarrollador de vacunas ha compartido los resultados de la investigación necesarios para aumentar la producción de vacunas por otros, incluidos los productores de genéricos.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha hablado de “trabajar juntos» y “solidaridad » por el “bien público », pero la UE sigue bloqueando la exención.
Ello, incluso después de que los laboratorios farmacéuticos AstraZeneca y Pfizer incumplieran con sus obligaciones contractuales sobre las entregas de las vacunas a los países de la UE, la ahora asediada Von der Leyen crítica a las empresas por sus incumplimientos.
No dudó en enfatizar que los contribuyentes y gobiernos de la UE habían pagado mucho para acelerar el desarrollo y la producción de las vacunas.
Irónicamente, la forma más viable de avanzar ahora consiste en aprobar la exención de los Adpic en la OMC. El nuevo gobierno de Estados Unidos y la UE pueden lograr el avance tan necesario y, por lo tanto, hacer mucho para restaurar la confianza internacional en sus intenciones.
El presidente Joe Biden retornó a Estados Unidos a la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una de sus primeras medidas al comenzar su mandato.
Su nueva administración no solo puede levantar el embargo sobre las exportaciones de vacunas, medicamentos vitales y equipos, sino también defender la suspensión de los Adpic, ganando rápidamente el reconocimiento por su compromiso con liderazgo multilateral.
Los contribuyentes estadounidenses ya han gastado muchos miles de millones de dólares en la Operación Warp Speed (gran velocidad) de Trump para acelerar el desarrollo y la distribución de vacunas privadas.
Ahora, tanto Estados Unidos como la UE están en una buena posición para acelerar en gran medida la producción y distribución de vacunas para todo el mundo a un costo adicional relativamente pequeño.
Pueden hacerlo asegurándose de que la información relevante se comparta velozmente para aumentar rápidamente la producción de vacunas. Por ejemplo, la capacidad de producción masiva de vacunas sigue siendo limitada a nivel internacional.
Pero es un laboratorio de un país del Sur, el Instituto Serum de India, el que está reconocido como el líder mundial en la manufactura de vacunas, con gran diferencia.
*El autor es exprofesor de economía, fue secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico y recibió el premio Wassily Leontief por promover un pensamiento económico sin fronteras.
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