26 marzo, 2021
En las últimas semanas México endureció su estrategia para controlar el flujo de migrantes sin documentos que pretenden viajar a Estados Unidos
Twitter: @anajarnajar
Para millones de estadounidenses Joe Biden es un buen tipo. Lo creen porque votaron por él, entre otras razones, en noviembre pasado.
Lo mismo piensan los presidentes y jefes de Estado en el mundo occidental. O al menos la mayoría que le felicitó después de derrotar a Donald Trump.
Están convencidos en la ONU, la Organización Mundial de Comercio, la Organización Mundial de la Salud, el Vaticano, por una razón básica: Biden es católico, uno de los pocos presidentes de Estados Unidos que profesan esa fe.
Es un buen tipo, un político sensible, capaz de entender el sufrimiento de los demás. La idea que los publicistas destacaron en los meses de la campaña electoral.
El problema de promocionar esa imagen es que muchos lo creen. Y eso puede resultar contraproducente.
Biden lo entiende, o debería entenderlo, en estas semanas. Su decisión de cancelar de inmediato la política antimigrante de su antecesor, el magnate Donald Trump, le generó decenas de espacios positivos en casi todos los medios de comunicación en el mundo occidental.
Y también le causó problemas. En Centroamérica, por ejemplo, muchos entendieron el fin de la mano durísima de Trump contra los migrantes como una puerta abierta en la frontera de Estados Unidos.
La idea se reforzó cuando se canceló el programa Quédate en México, que obligó a miles de solicitantes de asilo a permanecer en este país mientras se resolvía su petición en las cortes migratorias.
El programa fue severamente cuestionado por organizaciones civiles, porque el gobierno mexicano abandonó a más de 60 mil personas quienes permanecieron los meses más intensos de la pandemia de covid-19 en campamentos de la frontera, o en barrios donde encontraron alojamiento pero acechados permanentemente por la violencia.
Biden canceló ésta y otras medidas durante las primeras horas de su gobierno. El resultado era predecible: miles de personas abandonaron sus países y viajaron a la frontera de México y Estados Unidos, con la esperanza de librar los muros y reunirse con sus famillias… O emprender una nueva vida.
Ahora en poblaciones como Ciudad Juárez, Matamoros, Reynosa y Tijuana los albergues que tradicionalmente atendían a migrantes están rebasados, al borde del colapso.
Las calles de las ciudades fronterizas albergan a nuevos inquilinos.
Hay varios elementos para analizar en esta nueva oleada de migrantes:
La mayoría de estas personas está convencida de que, ahora sí, hay condiciones para reunirse con sus familiares o amigos en territorio estadounidense.
En este fenómeno destacan los niños y adolescentes no acompañados, que pretenden cruzar la frontera norte de México y reunirse con familiares o amigos.
Datos del gobierno estadounidense revelan que, en el último mes, más de 30 mil menores fueron capturados en territorio estadounidense, y enviados a estaciones migratorias en México.
A estos se suma una cantidad similar de niños capturados por la Border Patrol desde enero pasado.
La cifra puede superar, al final de marzo, a la cantidad de menores no acompañados que cruzaron la frontera estadounidense sin documentos en 2014, y que motivaron una fuerte reacción del gobierno encabezado entonces por Barack Obama.
Le llamaron “crisis humanitaria”. En México se llamó Plan Frontera Sur, la respuesta oficial a la tragedia.
Paradojas de la vida. En ese entonces el responsable por parte del gobierno estadounidense de atender la oleada migratoria fue el vicepresidente, Joe Biden.
El mismo que ahora enfrenta una crisis similar.
Es en este escenario que el político del Partido Demócrata criticó este jueves al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
México, dijo Biden, se resiste a aceptar a las familias de migrantes irregulares detenidas por la Patrulla Fronteriza, y que el gobierno estadounidense pretende echar de su territorio.
En política no hay casualidades, ni tampoco espacio -o es muy reducido- para los ingenuos.
La declaración de Biden es el episodio más reciente de una serie que empezó, en los últimos días, con la decisión de enviar a México los excedentes de las vacunas contra la covid-19 que no se apliquen a los estadounidenses.
La decisión contrasta con el discurso inicial del inquilino de la Casa Blanca, quien se comprometió una y otra vez a no compartir vacunas hasta que todos los estadounidenses hayan sido inmunizados.
Algo pasó que le hizo cambiar de opinión. No está claro. Lo único cierto es que, tras conocerse el envío de vacunas estadounidenses, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) anunció el cierre parcial de las fronteras mexicanas.
Oficialmente el objetivo es controlar el ingreso de personas a territorio mexicano por razones sanitarias.
Pero hasta ahora ningún funcionario ha podido explicar en qué consiste la estrategia de emergencia para controlar la pandemia en el norte y sureste del país.
El siguiente paso en la extraña cadena de acontecimientos sobre la migración ocurrió horas después del anuncio de control fronterizo en México.
La delegada especial de Biden para atender los asuntos de la frontera común con México, así como la relación con países centroamericanos para controlar la salida de personas, es Roberta Jacobson.
Fue embajadora en México. Ahora regresa con una posición más poderosa en la diplomacia de su país. Y en esa condición hizo una supervisión a las tareas mexicanas para controlar la migración sin documentos.
El tercer elemento de sospecha fue el anuncio de Joe Biden este jueves, en su primera conferencia de prensa como presidente.
El tono de su mensaje sugiere que los gobiernos de ambos países negocian el refugio temporal en México de las familias de migrantes detenidas en Estados Unidos.
Es, en el fondo, una nueva versión del programa Quédate en México, aunque sin solicitantes de asilo y con historias tan crueles y rudas como las de hace casi dos décadas.
Las casualidades no existen. Pero si fuera el caso, sería conveniente revisar las actividades y anuncios de la cancillería mexicana, así como las autoridades de Estados Unidos respecto al tema.
Al final del día no quedan claras las razones de un nuevo endurecimiento de la política migratoria mexicana.
Porque a diferencia de 2019, cuando Donald Trump amenazó con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas si no se controlaba la migración indocumentada, ahora no parece existir amenaza alguna en el horizonte.
Existen, eso sí, más de un millón de dosis contra la covid 19 enviadas por Estados Unidos a México.
Tal vez sea la clave: cambiar vacunas por un estricto control migratorio.
El presidente López Obrador ha dicho que no es cierto. Pero las declaraciones de Biden caminan en sentido contrario al político tabasqueño.
En todo caso el resultado es el mismo. La pandemia, la devastación de Honduras por un huracán atípico producto del cambio climático, y los saldos de la pandemia impulsan a miles de centroamericanos abandonar sus países.
Prueban suerte en la frontera norte de México. Miles esperan el momento propicio para cruzar.
Lo malo es que pocos parecen haber entendido los mensajes diplomáticos.
Un ejemplo es Biden, quien dijo que no aceptarán a ninguna persona extranjera que no muestre su pasaporte y permiso vigente para trabajar en Estados Unidos.
El presidente de Estados Unidos abiertamente dijo que no se aceptará a ninguna persona que ingrese a su país sin documentos migratorios.
Pero el flujo de personas no cesa. Ya saturaron los albergues para migrantes en Ciudad Juárez, y en Tijuana la situación es muy parecida.
Esto ya revive la campaña negra contra el presidente López Obrador a quien, ahora, los señalamientos no parecen hacerle mella en su popularidad.
¿Qué va a pasar con los migrantes en Centroamérica que están convencidos de que Biden les abre la puerta para mudarse?
No está claro. Muchos, quizá la mayoría, intentarán cruzar de nuevo la frontera. Y mientras lo consiguen permanecerán virtualmente hacinados en las ciudades fronterizas.
Quién sabe lo que viene después. Lo más previsible es una nueva crisis diplomática y de respeto a los derechos humanos ante los miles de personas que esperan el momento propicio para abandonar México.
Y en este escenario, aunque Donald Trump no sea el presidente, la respuesta sigue en el aire.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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