16 mayo, 2020
Hace 30, la OMS dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad. Sin embargo, los crímenes de odio siguen presentes. Pero también una serie de discriminaciones que muchas veces están en discursos con “buenas intenciones” desde fundamentos pseudo-científicos.
Texto: Balance AC
El día de hoy, 17 de mayo, se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, Lesbofobia, Bifobia y Transfobia: hace exactamente 30 años la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad, representando un gran avance en la aceptación de la diversidad sexual. Desde Balance A.C. aprovechamos la ocasión para compartirles una reflexión sobre este tema.
La discriminación hacia las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans*, intersex y otras de la disidencia sexual (LGBTI+) se da de distintas formas, pero tienen un sistema en común que se vincula al género: el hetero-cis-sexismo. Es decir, la generalización de que lo normal es ser heterosexual y cisgénero, poniendo a todas las demás personas en una subcategoría.
La lógica hetero-cis-sexista jerarquiza diversos aspectos de la sexualidad y el género así:
El primer punto, además, abarca una variedad de cosas que van desde el cuerpo –“todo hombre debe tener pene, testículos, altos niveles de testosterona, y cromosomas XY mientras que toda mujer debe tener vulva, ovarios, altos niveles de estrógeno y progesterona, y cromosomas XX”– hasta el comportamiento: “todo hombre debe ser fuerte, valiente, proveer, tener un alto deseo y desempeño sexual, disfrutar al penetrar, vestir pantalones y ningún maquillaje mientras que toda mujer debe ser dulce, dócil, cuidar, tener sexo sólo por amor, aceptar ser penetrada, vestir falda y maquillarse”, por dar algunos ejemplos de los mandatos de género. Esta visión binaria tampoco admite a las personas intersex en su diversidad, ni a identidades fluidas o ajenas al ser “hombre” o “mujer”.
Desde el campo académico una de las definiciones de género que se proponen es la de un “sistema de división jerárquica de la humanidad en dos partes desiguales“ (Christine Delphy, 1978). Desde las luchas feministas solemos ver y criticar constantemente ese resultado de la jerarquización que nos posiciona a las mujeres en una posición de opresión ante los hombres; mientras que las luchas LGBTI+ conllevan particularmente el cuestionamiento respecto a la división misma que se produce. (Ambas luchas pueden cruzarse y correr en paralelo, claro está.)
Una lesbiana, por ejemplo, al no apegarse a una de las expectativas del “ser mujer” –el relacionarse con hombres– cuestiona esa división simplemente con existir. Lo mismo hace una mujer trans al rechazar la identidad que se le asignó al nacer. Y todas las demás personas gays, bisexuales, pansexuales, intersex y queer igual cuestionan dicha lógica.
A treinta años de la decisión de la OMS, el hetero-cis-sexismo sigue presente en nuestra sociedad. A veces a través de demostraciones muy claras –como los crímenes de odio, que afectan particularmente a las mujeres trans– pero muchas veces está en discursos con “buenas intenciones” desde fundamentos pseudo-científicos.
Es ahí donde más tenemos que poner atención, porque es una lógica que busca argumentar, por ejemplo, que una pareja de madres no debería estar a cargo de niñxs «por el bien superior de la infancia», o que las mujeres trans no deberían ser reconocidas como tales para entrar a un baño “por la seguridad de las mujeres cisgénero”. Los discursos de odio son frecuentemente de defensa, por lo que no solemos detectarlos tan fácilmente. Mantener una mirada crítica se vuelve más importante que nunca.
Hemos tenido avances importantes a lo largo del último siglo en la lucha contra el hetero-cis-sexismo, pero es vital que sigamos construyendo un mundo donde todos los cuerpos sean válidos –no más cirugías en menores intersex–, todas las sexualidades placenteras sean reconocidas –no más violencia y discriminación hacia las personas no heterosexuales– y todas las identidades y expresiones de género sean válidas sin jerarquización alguna.
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