Claudia Sheinbaum también ganó entre los mexicanos que residen en el extranjero. Pero a diferencia del territorio nacional, en la diáspora hay matices que deben ser atendidos
Por Alberto Nájar / X: @anajarnajar
La elección del 2 de junio tiene varios aspectos históricos:
Por primera vez, prácticamente desde la época prehispánica, una mujer gobernará a todos los mexicanos.
La próxima presidenta alcanzó la votación más alta de la historia: casi 36 millones.
Votaron más de 184 mil mexicanos residentes en el extranjero. Es la cifra más alta desde 2005, cuando se reconoció legalmente ejercer este derecho desde otros países.
Y de éstos votos, la mayoría fueron para Claudia Sheinbaum: de acuerdo con el Instituto Nacional Electoral, la candidata de Seguimos Haciendo Historia obtuvo 91 mil 510 sufragios.
Le sigue Xóchitl Gálvez que alcanzó 86 mil 518 y después Jorge Álvarez Máynez con cuatro mil 434 votos.
En la ola de sorpresa y perplejidad de ganadores y perdedores en los comicios, el tema del voto desde el extranjero ha pasado desapercibido.
Pero como sucedió en el territorio nacional, desde la diáspora mexicana también llegan señales de un nuevo escenario político.
Una de ellas es la razón del triunfo de Claudia Sheinbaum. El 98 por ciento de los mexicanos en el exterior residen en Estados Unidos, y de éstos la gran mayoría se vieron obligados a abandonar su país por razones económicas.
Existen, por ejemplo, quienes se fueron en los años 80 para escapar de la hiper inflación en el período de José López Portillo y Miguel de la Madrid como presidentes.
Los hay también quienes perdieron todo en la crisis de deuda en diciembre de 1994, conocido en el mundo como Efecto Tequila que provocó hipotecas y créditos bancarios impagables.
Entre 1995 y 2000 se calcula que más de cinco millones de mexicanos se fueron al norte. Muchos eran profesionistas, pequeños comerciantes o empresarios.
Después, una de las razones centrales de la migración mexicana fue la violencia desatada por la guerra del impresentable Felipe Calderón.
Pero el común denominador de esta población era el enojo hacia los gobiernos mexicanos, a quienes solía culpar no sólo de su exilio sino de la necesidad de llevarse con ellos a los familiares que permanecían en México.
El panorama empezó a cambiar a partir de 2019, cuando inició la aplicación de los programas sociales del gobierno actual que beneficiaron a campesinos, jóvenes, estudiantes y adultos mayores.
Luego Andrés Manuel López Obrador incorporó a los mexicanos migrantes en su discurso cotidiano, algo que ningún presidente mexicano había hecho.
Algo que se suma a otros momentos en la carrera política de López Obrador, quien durante sus candidaturas presidenciales siempre visitó las comunidades mexicanas en Estados Unidos, lo que no hicieron sus adversarios.
La percepción hacia el actual presidente es positiva en esa diáspora, y el mismo respaldo se trasladó hacia Claudia Sheinbaum quien ofreció mantener la misma política social.
Esto explica el triunfo electoral, pero con matices. A diferencia de lo sucedido en México, la diferencia con Xóchitl Gálvez es más reducida.
Una de las razones es que entre los mexicanos que decidieron votar influyó el discurso de la oposición, magnificado por los medios internacionales.
Otra es que la mayoría de quienes apoyaron a Gálvez no residen en Estados Unidos sino en otras latitudes, como Europa.
Es un matiz importante porque el perfil de esta diáspora es distinto pues las razones para la migración, por ejemplo, no es necesariamente económica.
Hay también una comunidad amplia de estudiantes que fueron perjudicados con la restricción de las becas.
En todo caso, la decisión para votar de esos 184 mil mexicanos debe valorarse de forma adecuada, independientemente que representen un porcentaje menor en comparación total con los millones que residen en el extranjero.
Los votantes del 2 de junio representan el origen de una organización política históricamente ausente en la diáspora mexicana, sobre todo en Estados Unidos.
Para la próxima presidenta representa un camino no sólo para extender su programa de gobierno, sino para fomentar un proyecto de participación política y transformarlo en acciones efectivas de defensa de los migrantes en las comunidades donde ahora viven.
Durante mucho tiempo los estudiosos de la migración mexicana se cuestionaron la paradoja de la presión política que ejerce la comunidad cubana en el Capitolio, a pesar de que representan una población menor comparada con la mexicana.
La respuesta era la falta de organización y ausencia de cohesión política de esta diáspora.
Ahora, en 2024, el vacío empieza a llenarse. Y desde México debería entenderse el valor de este nuevo espacio.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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