La infancia jornalera asegura el chile serrano en las mesas mexicanas

24 mayo, 2021

Alondra tiene 10 años de edad, el chile que recolectan ella y su familia aporta el 20.2% en la producción de hortalizas a nivel nacional. Sus manos, aún con salpullidos, no dejaron de trabajar esta pandemia para llevar el producto a las mesas mexicanas

Texto: Isabel Margarita Nemecio Nemesio*

Alondra tiene 10 años, habla el tu’ un savi (mixteco) y es originaria de Cochoapa el Grande, Guerrero. Desde los 9 años sus manitas y brazos comenzaron a llenarse de salpullido, lo que le provoca comezón y ardor, pero eso no impide que corte los chiles de unas matas que en ocasiones rebasan su estatura. 

Nació en Río Florido, Zacatecas, es la más pequeña de sus dos hermanas y un hermano. Sofía, su mamá, estaba trabajando en el corte de chile serrano junto con su esposo Agustín, cuando comenzó con los dolores de parto. Después del nacimiento no pudo tramitar su acta en el registro civil porque ella y su esposo no llevaban sus actas de nacimiento, así que tuvieron que esperar casi cuatro años para hacerlo en Joya Real, su comunidad de origen.

Después de que nació Alondra, migraron junto con otros familiares al estado de Jalisco. De esas migraciones, su mamá recuerda que la niña se enfermó gravemente en dos ocasiones, entre consultas médicas y tratamientos basados en diagnósticos ambiguos se consumieron sus ahorros y se desbordaron las deudas contraídas. La añoranza de regresar a Joya Real se desdibujó por un par de años, decidieron migrar a Chihuahua, después a Guanajuato, luego a San Luis Potosí, de nuevo a Sinaloa, y así han seguido las rutas de las personas jornaleras agrícolas indígenas migrantes. 

A mediados de mayo de 2021, al final de la temporada de cosecha de chile en Sinaloa, compraron boletos de autobús y finalmente regresaron a su lugar de origen, una comunidad que Alondra no recuerda con mucha claridad. Ella habla con cierta fluidez el español al igual que sus hermanas y hermano, su papá y mamá les enseñaron. Nunca ha ido a la escuela, no porque se lo hayan impedido, sino porque en todas las zonas agrícolas donde ella ha migrado junto con su familia no cuentan con infraestructura educativa o no era admitida por no contar con acta de nacimiento. Recuerda que aprendió a cortar chile serrano porque le pidió a su mamá que le enseñara. 

Ella nunca se ha quedado en los cuartos que alquilan porque su papá teme que le suceda lo mismo que a un hermano de él, que falleció en Nayarit al ahogarse accidentalmente mientras comía. No lo pudieron auxiliar y estaba bajo el cuidado de su prima de 12 años, mientras su mamá se iba a trabajar al corte de chile y tomatillo. El niño tenía siete años. Alondra al igual que su familia no saben de seguridad social, han trabajado en por lo menos ochos estados del país, con sueldos de 200 o 250 pesos por jornal (en ocasiones menos si la temporada no es buena) de hasta 12 horas. 

El chile que recolectan Alondra y su familia aporta el 20.2% en la producción de hortalizas a nivel nacional. En los últimos 15 años la superficie destinada al cultivo de chile ha oscilado en un rango de 40 mil hectáreas, manteniéndose en un promedio de 147 mil hectáreas anuales del cultivo en el país. A nivel estatal, en 2019, Sinaloa fue el mayor productor de chile en México llegando a producir el 23.4% de la producción seguido de Chihuahua (21%), Zacatecas (13.9%), San Luis Potosí (9.9%) y Sonora (5.94%). Estos 5 estados concentraron el 74.2% de la producción nacional**. De estos estados, la familia ha migrado a cuatro de ellos a lo largo de 10 años. 

Alondra y su familia no han dejado de trabajar durante la pandemia. Su trabajo como cortadora de chile ha aportado a una agroindustria en donde se elaboran una gran variedad de productos como son: chiles congelados, deshidratados, encurtidos y enlatados. De igual forma, el chile se emplea en otros campos como la medicina, la industria de los cosméticos, la fabricación de fármacos y agroquímicos. Es un mercado que utiliza el trabajo de Alondra y su familia, en donde patrones y autoridades nunca les han provisto de ningún beneficio más allá del salario que perciben, ya que las únicas acciones de autocuidado y de aseguramiento de su proyecto de vida provienen de ella misma y de su familia, así como de cientos de niñas, niños y adolescentes que deambulan en aquellos surcos donde el trabajo infantil se tolera al igual que la explotación laboral de sus padres y madres jornaleras.

*La autora es colaboradora del Centro de Estudios en Cooperación Internacional y Gestión Pública e integrante de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas, para la Alianza Campo Justo.

** INTAGRI. 2020. Cultivo de Chile en México. Serie Hortalizas, Núm. 21. Artículos Técnicos de INTAGRI. México.

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