Con el respaldo del presidente, gobernadores, legisladores y dirigentes de Morena, la primera mujer gobernadora de Guerrero tiene todo para marcar un parteaguas en la historia de una entidad devastada por malos gobiernos
Twitter: @chamanesco
Al asumir la gubernatura de Guerrero, el pasado viernes, Evelyn Salgado Pineda plagó su discurso de promesas y buenos deseos.
Reconciliación, unidad, fraternidad; un gobierno humano, sensible, incluyente, paritario, fraterno, de respeto e igualdad, sin discriminación; con cero tolerancia a la corrupción y al influyentismo; sin privilegios y “sin viáticos” (sic); un Guerrero sin violencia de género, sin venta de niñas amparada en usos y costumbres; un “santuario” para las mujeres; la reparación de la deuda histórica con los pueblos originarios; desarrollo sustentable, apoyo a la juventud y la niñez, protección del medio ambiente y bienestar animal, desarrollo turístico, apoyo al campo, atención prioritaria a los más vulnerables, diálogo con el magisterio y otros gremios y sectores sociales, y cero represión y/o persecución.
“Nunca más un caso Ayotzinapa”, exclamó la gobernadora en su primer discurso.
Y después enfatizó: “pacificar Guerrero es impostergable, el problema de la inseguridad debe atenderse desde las causas que originan la violencia, el fuego no se apaga con más fuego; es imposible conseguir la paz sin justicia social y bienestar”.
Obviamente, ofreció llevar “el bienestar de la cuarta transformación” a todos los rincones de Guerrero.
Aseguró que gobierno y pueblo serán uno solo.
Y, utilizando la misma frase que pronunció Andrés Manuel López Obrador al llegar a la Presidencia en diciembre de 2018, soltó un contundente: “no tengo derecho a fallarles”.
Más que la toma de protesta de una gobernadora con un futuro incierto; el acto que congregó a la crema y nata de la 4T parecía la celebración de un cambio ya realizado.
El gastado recurso retórico de la transformación y la justicia social sería sólo eso: un recurso retórico y una frase trillada más, como las miles que han pronunciado personajes de todo signo político, si no se tratara de Guerrero, uno de los estados que con mayor urgencia requiere de un buen gobierno.
El estado que ahora será uno de los principales termómetros para medir la eficacia de Morena y la 4T es una entidad pobre, desigual, violenta, rebelde, guerrillera, ocupada territorialmente por mafias del narcotráfico, castigada por la fuerza de la naturaleza, saqueada por multinacionales extractoras de sus recursos naturales, sometida por caciques, abusada políticamente por gobernantes corruptos y sinvergüenzas, ensangrentada por múltiples abusos de poder.
Si un estado ha sido mancillado por todos los males que aquejan a la patria, ése es Guerrero, cuna del movimiento independentista y escenario permanente de tragedias.
Por eso, la congregación de figuras de la 4T en la toma de protesta de Evelyn Salgado no es una mera anécdota.
La presencia del almirante Rafael Ojeda, secretario de Marina, en representación del presidente López Obrador; el líder de Morena, Mario Delgado; la presidenta del Senado, Olga Sánchez Cordero; la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el coordinador de senadores morenistas, Ricardo Monreal; el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas (encargado del caso Ayotzinapa), gobernadoras y gobernadores, en funciones y electos, y todo un ramillete de funcionarios federales y legisladores de la 4T, más que engalanar el acto, estaban ahí para mostrar el músculo de lo que ellos conciben como movimiento, más que gobierno.
En la hora cero de Guerrero –como la pudo haber llamado alguien con más ingenio–, la presencia de Félix Salgado –padre de la gobernadora, candidato fallido al cargo y presunto violador– no desmereció el evento, sino que le agregó folclor a la tarde.
“Gigante de la democracia”, le llamó Evelyn, mientras en la gradería los presentes preguntaban si a ella había que decirle “Tora” o “Torita”.
A la “fiesta” de Morena no acudió el exgobernador priista Héctor Astudillo, quien prefirió encabezar horas antes un discreto acto protocolario en el que le entregó el control de las secretarías de Gobierno, Seguridad Pública y Finanzas, y a quien López Obrador ya anunció como futuro embajador.
Tampoco estuvieron Ángel Aguirre (PRD) y Zeferino Torreblanca (PRD-PAN), protagonistas de fallidos gobiernos de alternancia en los que, lejos de resolverse, se agravaron los graves problemas de Guerrero y las injusticias ancestrales.
Las consecuencias de esos fracasos son del tamaño de las ilusiones puestas por Guerrero en la nueva gobernadora, cuyo arribo al poder reviste un doble significado: será la primera vez que no gobierne un personaje emanado de la clase política-empresarial del estado, y será la primera mujer al frente del gobierno.
Está arropada no sólo por la nueva clase política emanada de la 4T, que se dio cita el viernes en Chilpancingo, sino por el presidente López Obrador, que la semana pasada anunció que volcará toda la fuerza de su administración para que “le vaya bien a Guerrero”.
Tiene, además, el respaldo de un Congreso local con 22 legisladores de Morena, dos del PVEM y una del PT (25 de 46 curules), 15 ayuntamientos, entre ellos Acapulco y Chilpancingo, donde también gobernarán mujeres; dos senadores (entre ellos su papá) y nueve diputados federales guerrerenses afines a la 4T.
Todo un aparato político listo para poner al servicio de esa larga lista de promesas que configuraron el primer discurso de la gobernadora Evelyn Salgado.
Guerrero se lo merece, lo necesita con urgencia. Tal como ella lo dijo, no tiene derecho a fallar.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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