La historia olvidada de mujeres que cambiaron el curso de la computación en América Latina

9 julio, 2022

Computadora Clementina (1962). Fotografía del Programa de Historia de la FCEN – Universidad de Buenos Aires, con permiso de ser utilizada con fines de estudio, investigación y docencia. Fue editada por Global Voices

Estas historias latinoamericanas no suelen formar parte de la historia reconocida de la computación, donde el papel de las mujeres fue borrado, olvidado, aún cuando fueron parte fundacional de la misma

Texto: Jacobo Nájera/Global Voices

Foto:   Fotografía del Programa de Historia de la FCEN – Universidad de Buenos Aires. Editada por Global Voices.

CIUDAD DE MÉXICO.- Pocos saben que parte significativa de la historia de la computación latinoamericana proviene de mujeres argentinas. En los años 1960 se creó el primer lenguaje de programación en Argentina, llamado “Compilador del Instituto de Cálculo” (ComIC).

Un lenguaje de programación es el conjunto de «reglas gramaticales» e instrucciones para una computadora, y esta historia cuenta la apropiación tecnológica por programadoras, matemáticas y pedagogas de acuerdo a un contexto histórico lleno de transformaciones tecnológicos y políticos. Es así como mujeres enseñaron a la primera computadora científica del país de la época «a hablar.»

Solo unos años después de que las mujeres pudiesen votar en la Argentina, y en un contexto tumultuoso que vio nacer varias dictaduras, un grupo de mujeres estudiantes recién graduadas de la primera generación de la carrera en Computador Científico construyeron ComIC para complementar la computadora nacional “Clementina”. En aquel entonces, la computación era considerada como un servicio público.

Estas historias latinoamericanas no suelen formar parte de la historia reconocida de la computación, y el papel de las mujeres fue borrado, o olvidado, aún cuando fueron parte fundacional de la misma. La programadora uruguaya Gaba enfatiza a Global Voices que todos tenemos historias de tecnología y es importante recuperarlas.

[Por ello,] recuperar la historia con nuestra tecnología, en este caso la historia en Argentina y mujeres en el desarrollo de la tecnología, también es parte de recuperar nuestra propia historia.

En esa época, la computación no era considerada como un campo más masculino, a diferencia de hoy, donde las mujeres son una minoría en las ciencias tecnológicas. La investigadora Sasha Costanza-Chock cuenta en su libro Design Justice:

La poca diversidad en tecnología no ha existido siempre. Inicialmente las computadoras eran personas haciendo cálculos, principalmente mujeres. Cuando la tecnología tomó relevancia, los hombres tomaron la industria.

Los lenguajes de programación tienen la características de ser marcados por su tiempo, y ComIC no es la excepción. El programador y carpintero mexicano, Federico Mena Quintero, nos cuenta que:

La historia de los lenguajes de programación no solo tiene que ver con la forma en que le damos instrucciones a la computadora, sino cómo concebimos las capacidades de la computadora. Porque lo que escribimos en un lenguaje de programación no es exactamente lo que la computadora puede hacer, [va más allá].

Gaba tiene su propia definición desde su experiencia trabajando en la organización que defiende la libertad en internet con redes y programas abiertos, Tor Project.

[El lenguaje de programación es] una forma de encarar y de estructurar la cabeza sobre cómo hacer las cosas. De cómo explicar. Cada lenguaje de programación tiene su forma de estructurar o de organizar cómo se le dice a la computadora, el lenguaje de programación es para la gente. Esa forma de estructurar cómo vos le explicas a alguien más cómo hacer algo.

En aquella época la computación era considerada de servicio público; ya que las pocas computadoras disponibles en América Latina eran gestionadas por universidades para propósitos científicos, académicos y para las propias necesidades de los gobiernos. Por ello, este lenguaje fue desarrollado para la primera computadora científica de la Argentina también conocida como Clementina instalada en el Instituto del Cálculo dependiente de la Universidad de Buenos Aires; y era utilizada para resolver problemas que iban desde el estudio de ríos de la zona por medio de modelos matemáticos hasta el procesamiento del Censo Nacional de 1960.

En aquel momento los lenguajes de programación se escribían a la medida para cada computadora y no para un uso extendido en múltiples modelos de computadoras. Por lo que la computadora Clementina es necesaria para contar la génesis de la creación del lenguaje de programación.

Oh My Darling, Clementine

Clementina es el nombre con que bautizaron a lo que fue la primera computadora científica del país, que se toma de la canción popular estadounidense Oh My Darling, Clementine que venía entre los programas computacionales de muestra con la computadora de modelo Mercury. Esta computadora dio servicio entre 1961 y 1971 a dependencias de gobierno de Argentina.

El trabajo del grupo de mujeres con Clementina que se destacó es el del Censo Nacional de 1960. Esta primera tarea tomó 30 minutos, contó en televisión la matemática Rebeca Guber, una de las líderes del proyecto. Menciona que en los primeros tres años con la computadora daban soporte a todo el estado argentino; porque era la única, fue su mejor época; pasó de la primera tarea de 30 minutos del Censo nacional a funcionar las 24 horas los 7 días a la semana.

En palabras de Manuel Sadosky, quien lideró las gestiones para la compra de la computadora, citadas en el libro «Manuel Sandosky, el sabio de la tribu»:

Por primera vez se usó una computadora para el desarrollo y la evaluación de los datos y eso ahorró muchísimo tiempo. Antes, [tan] sólo la elaboración de los datos llevaba como diez años.

Manuel Sadosky

También el grupo de mujeres han creado el lenguaje de programación ComIC especialmente para Clementina, cuando antes la computadora funcionaba con el lenguaje Autocode. Autocode es el nombre para referirse a un conjunto de lenguajes de programación desarrollados entre 1950 y 1960. Noemí Susana Silvia García, una de la programadoras, cuenta:

Este grupo necesitaba un nuevo lenguaje más amigable que el Autocode y el proyecto del nuevo lenguaje que se llamó COMIC (Compilador Instituto de Cálculo), fue desarrollado e implementado en su totalidad por el grupo liderado por el profesor Wilfred Durán e integrado por Clarisa Cortes, Cristina Zoltán, Liana Lew y yo.

Clementina funcionó bien hasta el desalojo violento de estudiantes y profesores de cinco facultades académicas de la Universidad de Buenos Aires por parte de la Policía Federal Argentina en 1966 en lo que se conoce como La Noche de los Bastones Largos. Este evento marcó el fin de los trabajos de investigación y el posterior declive de Clementina, a pesar de los esfuerzos técnicos por mantener operativa la computadora. Las facultades académicas habían sido ocupadas por los estudiantes, profesores y graduados que se opusieron a la intervención política del gobierno militar del general Juan Carlos Onganía en asuntos universitarios.

Tras el desalojo se vivió una renuncia masiva. De un equipo de 70 personas, solamente quedaron siete técnicos, resume Rebeca Guber. Muchas del equipo nuclear y fundacional del proyecto bajo el paraguas de la Clementina acudieron al exilio. En palabras de Victoria Bajar, la primera programadora egresada de la carrera de Computador Científico:

 Hubo una discontinuidad, pero se sembró en otra parte. Y en esas otras partes se combinó con las experiencias de esos otros lugares.

Gaba finaliza preguntándonos por qué se borró esta historia de tecnología y cómo podemos recuperarla.

[Es la importancia de] devolvernos esa historia en donde el desarrollo de tecnología no son personas aisladas en el garaje… Que nosotros desarrollamos tecnología en comunidad, desarrollamos tecnología con otres y no totalmente aislados. Que en el sur y en otros lugares que no son ‘primer mundo’ también se desarrolla tecnología.

*Este trabajo fue publicado originalmente en Global Voices. Aquí puedes consultar el original

Tecnólogo e investigador. Premio de periodismo Gabo, en la categoría de innovación, 2019.