La hermanastra fea explora la violencia estética y patriarcal detrás de los cuentos de hadas, tomando a una de las hermanastras de Cenicienta para criticar la opresión que sufren las mujeres. La película muestra cómo el valor social de la mujer se reduce a su cuerpo y su apariencia, atada a la aceptación masculina
Texto: Andi Sarmiento
Foto: Tomada del trailer oficial
CIUDAD DE MÉXICO. – Basada en el cuento homónimo de los Hermanos Grimm, La hermanastra fea es un filme de la directora noruega Emilie Blichfeldt que nos muestra una historia de fantasía y violencia, pues es un relato sobre lo que hubo detrás de la vida de Cenicienta, explicado desde el contexto de una de sus hermanastras.
Es bien sabido que las películas de Disney omiten gran parte de los cuentos en los que están basadas, pues estos cuentan con un aire más crudo y macabro, poco comercializable para las infancias. Esta cinta se enfoca en relatar ese trasfondo que se ignora de los relatos clásicos de princesas, donde se demuestra la misoginia y la agresividad en la que estas se desarrollan.
La película nos presenta a Elvira, una chica que anhela poder algún día cumplir con las fantasías románticas que lee en los cuentos y la poesía, encontrar su amor soñado con un príncipe y convertirse en una verdadera princesa. Ella y su hermana se mudan con el prometido de su madre, quien tiene una hija de la misma edad; al poco tiempo del matrimonio, este fallece y Agnes queda al cuidado de su nueva madrastra.
Entre Elvira y Agnes existen dos dinámicas de superioridad sobre la otra; la primera está dada por la posición económica de la familia de Elvira, que es superior a la de Agnes y su padre; la segunda es por los factores estéticos que generan una mejor recepción social hacia Agnes, pues, a diferencia de la otra, responde a las normas de belleza.
Desde pequeña, Elvira creció con comentarios sobre su físico, reduciendo su valor como persona a su apariencia antes que a su personalidad. No obstante, su posición adinerada le fue permitiendo hacer modificaciones en su cuerpo para convertirlo en lo que se considera mejor y siempre bajo la aspiración de poder conquistar a un príncipe. Sus ideas no son aisladas, pues responden a lo que todo su entorno le inculcó a lo largo de toda su vida, asumiendo este rechazo hacia sí misma como lo normal y, en consecuencia, viviendo con una autoestima dependiente de la aceptación ajena, atada principalmente al ojo masculino.
Elvira se refugió en la idealización que creó hacia el príncipe y se aferró a esta como motor de cambio personal. La película demuestra la violencia estética a la que fue sometida para alcanzar su propósito, con procesos inmorales que pueden ser vistos como macabros, pero que son un reflejo de lo agresivas que pueden ser ciertas ideas que hasta hoy en día se conservan.
Asimismo, se entiende que esta violencia es intrínsecamente patriarcal, pues existe un sesgo de género entre lo que se le exige a un hombre y a una mujer. A los varones se les permite ser vulgares e irrespetuosos; independientemente de su belleza, tienen la capacidad de elegir con quién estar y pueden verlas a ellas como productos de catálogo; lo único que los diferencia entre ellos es su adquisición capital. Mientras tanto, desde la perspectiva de las mujeres es completamente lo contrario: cuando unos buscan consumir, las otras buscan ser consumidas.
Además, en este caso los personajes masculinos son también aristócratas, por lo que cuentan con poder absoluto sobre las chicas.
Igualmente, la cinta nos dice que cumplir con este ideal estético va de la mano con normas de conducta. Cuando Agnes rompe con los estándares de cómo se debe comportar, pierde lo único que le hacía ser respetada como persona: su aprobación por su físico. Sin un respaldo económico y siendo desaprobada socialmente, es despojada hasta de su propio nombre y su existencia se reduce a cumplir un papel de explotación.
Entonces podemos analizar la corporalidad como uno de los puntos centrales del filme. La realidad es que existen cuerpos considerados más valiosos que otros y los parámetros con los que se califican corresponden a los valores acatados por la sociedad de la época. La forma en que se nos reconoce ante el mundo es el primer factor de opresión; mientras un cuerpo sea percibido como mujer, será violentado como tal, a la vez que estará en una posición de poder sobre otras corporalidades disidentes. De la misma forma, un cuerpo blanco, burgués y hegemónico tiene una superioridad sistemática sobre quienes no entran en este molde. Esto lo vemos a lo largo de la cinta, cuando Agnes va perdiendo su estatus a medida que Elvira es cada vez más reconocida conforme va mutilando su cuerpo para entrar en el canon establecido.
A pesar de ser una narración bajo un contexto tan agresivo, corresponde a una de las historias más conocidas de la cultura popular infantil. La industria cinematográfica de Disney se ha encargado de recopilar cuentos bastante sombríos y adaptarlos en las pantallas de formas más amigables. Sin embargo, esto ha generado una normalización de ciertas conductas que en la vida real pueden ser perjudiciales.
La idea del amor que nos plantean los cuentos de hadas viene de la mano con una serie de ideologías violentas, en las cuales la prioridad está en la aceptación social y, principalmente, masculina. Crecemos escuchando estas historias donde todo vale con tal de alcanzar el amor del hombre y donde este es el punto central de la trama; las bonitas son las buenas y las feas son las malas, ignorando el contexto que llevó a los personajes a ser como son. Son narraciones rodeadas de esclavitud, abuso y opresión, pero al ser decoradas con música y criaturas mágicas, estos temas pasan desapercibidos.
Por ello, es importante replantearnos los discursos que se manejan en las películas infantiles, pues si bien no son determinantes de una ideología, sí son un reflejo de lo que se está enseñando dentro de una sociedad.
Esta película está disponible en las tres Cinetecas. Cabe recalcar que contiene imágenes sensibles.
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