6 marzo, 2024
La división sexual del trabajo restringe significa que a las mujeres les contraten menos y les paguen menos, a pesar de que en total trabajan más por el trabajo doméstico y de cuidados que realizan
Texto: Arturo Contreras Camero
Foto: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- La división sexual del trabajo constituye un factor estructural que diferencia cómo las mujeres enfrentan y sobrepasan situaciones de pobreza con respecto de los hombres. Esta es una de las conclusiones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social al analizar los indicadores de pobreza y género en México entre 2016 y 2022.
El Coneval ha trabajado con el Sistema de Indicadores sobre Pobreza y Género en México desde 2012 para visibilizar cómo la construcción sociocultural del género incide en la desigualdad de acceso a derechos y no solo porque implique mayor trabajo para las mujeres, sino que es menos pagado. La suma del tiempo destinado tanto al trabajo del hogar no remunerado como al empleo remunerado fue aproximadamente 1.3 veces mayor en las mujeres que en los hombres.
La división sexual del trabajo, implica que las mujeres dediquen más horas de trabajo a las labores domésticas no remuneradas (32 horas a la semana para las mujeres contra 14 de los hombres). Al mismo tiempo, significa que las horas de empleo remunerado para las mujeres es de 36 horas a la semana contra 45 para los hombres.
Esta división del trabajo se observa desde la adolescencia y su notoriedad es mayor en contextos de pobreza. La principal actividad, tanto en adolescentes mujeres como hombres, es el estudio, pero la segunda actividad más frecuente en mujeres son los quehaceres domésticos, mientras que en los hombres es el empleo.
Esto causa que las mujeres presenten mayores restricciones en el acceso a otros derechos, como a la alimentación suficiente, a la educación, a la salud, o a la vivienda. Estas limitaciones se agudizan particularmente en contextos de pobreza.
Otro rasgo identificado por el análisis hecho por Coneval tiene que ver con la maternidad y la paternidad. Mientras que ser padre aumentó la inserción laboral a casi un cien por ciento, ser madres se asoció a menores niveles de empleabilidad al menos hasta que las hijas son mayores de 5 años.
El estudio también observó que la brecha salarial de género se agrava en contextos de pobreza en los que las mujeres perciben aproximadamente 25 pesos menos por hora respecto a los hombres. Fuera de este contexto la brecha se ubica alrededor de 10 pesos. Lo mismo pasa con niveles educativos más bajos, las mujeres con educación básica percibieron 75 pesos por cada 100 de los hombres en 2022
Los trabajos subordinados no remunerados, como clasifica el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) a las personas que “reconocen depender de un jefe o superior, pero sin recibir un salario como forma de pago, percibiendo otras modalidades tales como comisiones, honorarios, destajo, propinas, son más asociados en mujeres (8 por ciento) que en hombres (4 por ciento) y es mucho más común en mujeres mayores a los 65 años o en situación de pobreza.
Estas diferencias vulneran especialmente a un tercio de los hogares mexicanos, que son encabezados por una mujer.
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