8 abril, 2022
El próximo domingo veremos si Francia se inclinará hacia la extrema derecha con Le Pen, hacia la izquierda con Mélenchon o si decidirá jugar aún un doble periodo el actual presidente y candidato “ni de izquierda ni de derecha” que vende Macron
Por Iván Cadin / @ivankdin
Foto: Emanuel Dunand / AFP
PARÍS, FRANCIA.- Este domingo 10 de abril Francia está convocada a la primera vuelta de sus elecciones presidenciales, en las que Emmanuel Macron, actual presidente, busca su reelección para un segundo y último mandato.
A decir de las encuestas, Macron pasará a segunda ronda, mismos sondeos que ponen en segunda posición a la candidata de extrema derecha Marine Le Pen, de Agrupación Nacional, y en tercer sitio y dando la pelea por meterse a la batalla, a Jean-Luc Mélenchon, por el movimiento de la Unión Popular y desde las izquierdas.
En una campaña presidencial marcada por la invasión rusa a Ucrania, los saldos de la pandemia, escándalos de presunta corrupción fiscal y por una crisis social que prácticamente ha acompañado al quinquenio de Macron desde su inicio (que tuvo con la irrupción de los Chalecos Amarillos uno de sus más fuertes momentos), de los doce competidores existentes (cuatro mujeres y ocho hombres), son sólo los tres personajes citados quienes convocan las intenciones de voto con posibilidad real de acceder a la segunda vuelta, a efectuarse el 24 de abril y de donde saldrá el presidente o presidenta de Francia que deberá tomar su puesto el próximo 13 de mayo.
Todo el primer semestre de este 2022 Francia ejerce la presidencia rotativa de la Unión Europea (UE). El presidente Macron no iba a desperdiciar la proyección que le da este puesto. Es por esto que a inicios de marzo y horas antes del cierre oficial para presentar candidaturas, Macron anunció su reelección mediante una “carta a los franceses”.
Con la invasión a Ucrania por parte de la Rusia de Vladimir Putin, Macron ha querido proyectarse como el mediador de la UE ante Putin. Se ha hecho tomar fotos “preocupado” por la situación a la par que señala que su prioridad final es la paz. De esta manera justificó su autodestape al cuarto para las doce.
Sin embargo, esta estrategia de no dar voz al Macron-candidato en función del Macron-presidente levantó fuertes señalamientos de todos sus competidores.
Ante el desgaste presidencial, los vaivenes de su baja popularidad y las fuertes críticas que le esperaban ante sus adversarios políticos, Macron optó por pasar de largo en esta campaña. No aceptó asistir a ningún debate entre presidenciables (dejándolo para una segunda vuelta, asumiendo con esa postura que va a ganar la primera) y su carrusel de entrevistas como candidato fue sumamente reducido.
Mientras todas las otras opciones políticas hicieron campaña, Macron sólo hizo un acto masivo en una arena a las afueras de París donde nuevamente volvió a presentarse como alguien “ni de izquierda ni de derecha” o, en todo caso, con “medidas de izquierda y de derecha”, apelando nuevamente al extremo-centro que usó en su primera campaña en 2017.
En este mitin fue enfático en sus propuestas ya conocidas: subir la edad de retiro de 62 a 65 años, hacer recortes en sectores sociales para, en aras de la productividad, solventar la baja en impuestos a empresas y así “motivar” la creación de más empleos. Vale recordar que Macron apenas entrando a su primer mandato, eliminó el impuesto a la riqueza argumentando que era un obstáculo al crecimiento.
Por este tipo de acciones se le tildó como “el presidente de los ricos”. Si Macron buscaba quitarse esta característica anunciando en su único acto de campaña algunas medidas sociales como guiños a su lado “de izquierda”, un nuevo escándalo relacionado al poder privado le ha saltado en plena campaña: el McKinseygate.
La justicia francesa indaga al gobierno de Macron por sus vínculos con consultoras privadas, específicamente la estadounidense McKinsey, por presuntos fraudes fiscales y presunto tráfico de influencias. A la par, se le critica también por los excesivos pagos con presupuesto público a sectores privados en detrimento del savoir-faire de los servidores públicos.
Según cifras del Senado, la presidencia de Macron erogó casi 894 millones de euros en 2021 en concepto de consultoría externa. Varios asesores de McKinsey fueron, además, parte de la campaña de Macron en 2017.
Con una popularidad baja (39% a decir de la más reciente medición de Morning Consult), Macron es, paradójicamente, quien más intención de voto tiene, según sondeos. Para algunos analistas este indicador surge no tanto por el arrastre político que pudiera tener el presidente francés sino por una serie de elementos que circunstancialmente se cruzaron: el conflicto en Ucrania ha reforzado en cierta manera el sentido de “unidad europea” (muy presente en la base electoral de centro y, por tanto, en la de Macron) y ser el “mediador por la paz” le ayuda, a la par que su figura resulta menos chocante para muchos franceses, que optan por él como medida de “consuelo” ante la presunta inevitabilidad de su próxima competidora, Marine Le Pen. Algo así como “el más vale malo por conocido que bueno por conocer”.
«Si no soy elegida no me volveré a presentar», dijo Le Pen en un acto de campaña. A diferencia de la elección de 2017, cuando Macron ganó en segunda vuelta con 66.1% de los votos ante el 33.9% de Le Pen, y aún mas diferente de la elección de 2002, cuando su papá Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta perdiendo ante Jacques Chirac, en este 2022 la extrema derecha tiene la presidencia más cerca que nunca.
La fuerza electoral de Agrupación Nacional no puede entenderse sin el ascenso de las derechas en toda Europa. Fruto de las desavenencias de las democracias neoliberales europeas, las derechas hacen uso de los discursos identitarios y antiinmigrantes que han terminado por echar raíz en amplios sectores.
Como estrategia de imagen, Le Pen ha intentado descafeinarse mediáticamente para atrapar más votantes. Ha dado entrevistas donde abre las puertas de su casa para conocer a la mujer francesa que “ama a sus gatos”, mientras ha dejado de hablar de salirse del euro o promover el Frexit, la versión francesa del Brexit.
Sin embargo, más concesiones en aras de ampliar electorado no pudo dar, pues sus propias filas y adherentes se lo han cobrado. La irrupción en la escena del periodista Éric Zemmour, para muchos un político situado a la derecha de Le Pen y antiguo amigo de esta familia política, significó un golpe fuerte para la candidata.
Zemmour se ha presentado como el candidato de la derecha real y quien la va a reconstruir, pues ha señalado a Le Pen como ¡socialista! Su candidatura despegó gracias, en gran parte, a la cobertura mediática pero poco a poco fue bajando debido a que en diversos foros Zemmour se vio incapaz de articular una política pública coherente más allá de los alegatos antiinmigrantes y por la identidad francesa que profesaba a la menor provocación.
Sin embargo, es un hecho que le quitó fuerza electoral a Le Pen y no sólo eso, sino cuadros políticos y hasta familiares, como fue el caso de Marion Maréchal, nieta de Jean-Marie Le Pen, sobrina de la actual candidata y también dedicada a la política, a quien varias personas veían como la sucesora en el partido pero dado este salto a la agrupación de Zemmour, Reconquista, queda en incógnita para el futuro.
La invasión rusa a Ucrania repercutió, también, en el flanco de las derechas electorales francesas. Éric Zemmour no supo dónde meterse cuando los medios retomaron una entrevista que había dado hace años donde alababa a Vladimir Putin, considerándolo un hombre que veía por su nación y que “levantaba a un imperio caído”, asegurando que faltaba alguien así en Francia.
Marine Le Pen, semanas antes de la invasión, había mandado imprimir millones de folletos de campaña bajo el lema Una mujer de convicciones. En cierta parte salía ella estrechando la mano del presidente ruso. “El Vladimir Putin de hace cinco años no es exactamente el de hoy en día», declaró Le Pen por esos días.
“Si la izquierda no va unida, va a perder”, era un mantra que desde el año pasado se repetía constantemente. Tras varios encuentros formales y tras el intento de articular una Primaria Popular, la candidatura de unidad por las izquierdas quedó en buenas intenciones. Fue así que La Francia Insumisa (LFI), Europa Ecología Los Verdes (EELV), Partido Comunista (PCF) y Partido Socialista (PS) presentaron, por separado, sus candidaturas.
Jean-Luc Mélenchon optó por articular un movimiento-partido, la Unión Popular, acercando a LFI con un amplio abanico de movimientos ecologistas, sindicales, estudiantiles, feministas, culturales de toda Francia. Y a decir de todas las encuestas, le funcionó perfectamente. De todas las izquierdas, es el único candidato en real competencia; todos los demás están muy abajo de él.
Se ganó un mote: la tortuga sagaz, en alusión a la fábula de la tortuga que, serena, logra ganarle la carrera a la liebre. Sabremos el domingo si, efectivamente, logra ganar la primera carrera pero, y eso es ya un hecho, rebasó a diversas liebres. «Confía en una astuta tortuga electoral como yo», dijo en enero pasado. “No tiene sentido correr, hay que empezar a tiempo.”
El conflicto tras la invasión rusa a Ucrania trajo temas como la soberanía energética, los precios y el poder adquisitivo, el papel de Europa y la OTAN a la mesa del debate electoral, rompiendo con la línea de debate que las derechas venían armando en los medios en meses recientes: temas muy ligados a su agenda como la seguridad y la migración. Este vuelco discursivo se vio también aderezado por los casos de presunta corrupción en el gobierno de Macron, situación que supo aprovechar Mélenchon para llevar la discusión hacia lo social.
Así como la ultraderecha es consciente que hoy más que nunca está a las puertas del Elíseo, las izquierdas también lo saben y varias voces dentro de sus filas han llamado a realizar “un voto eficaz” por Jean-Luc Mélenchon para evitar la entrada a segunda vuelta de Marine Le Pen.
En Francia, como en varios países europeos, cuando la extrema derecha llega a segunda vuelta se articula la llamada “barrera republicana”, donde partidos de izquierda, derecha y centro se unen en bloque para evitar la llegada al poder de la extrema. En esta ocasión y ante un muy posible escenario Macron-Le Pen donde las izquierdas tendrían que ceder por tercera vez en 20 años su capital político a una batalla entre derechas, es que se está llamando a hacer desde la primera vuelta la barrera republicana y votar por el candidato de izquierdas con posibilidad de acceder.
Bajo esta idea, diversas voces del PS, del PC, de EELV han llamado a votar Mélenchon este domingo, contrariando las expresiones de los aspirantes de sus respectivos partidos, quienes no ven utilidad al voto útil considerando que el voto útil es sólo aquel que se apega “a los principios”. De igual forma, hace días dos mil personalidades de diversos ámbitos de la vida francesa emitieron un llamado público a votar por él. El texto dice que durante mucho tiempo se «desesperaron» por unas elecciones presidenciales que parecían «escritas de antemano» y en las que «sólo la derecha y la extrema derecha» ocupaban «espacio mediático», situación que habría resultado en dejar “los temas climáticos y los temas de igualdad muy, muy atrás”.
En sus recientes discursos Mélenchon ha invitado a los votantes de izquierda que aún no lo consideran como opción de voto a pensar en el momento de quiebre en que se encuentra Francia: “Cada uno es personalmente responsable del resultado de la elección presidencial porque todos tienen la llave de la segunda vuelta”.
También ha interpelado a aquellos votantes de Marine Le Pen que puedan estar molestos con el actual estado de cosas, piensen que ella es una opción pero de fondo no comulguen con sus ideas racistas. Para ellos hace un juego de palabras en francés con dos términos, “enojados” y “fascistas”: “yo quiero aumentar el salario mínimo, ella no. A los enojados pero no fascistas (“aux fâchés mais pas fachos”): piénsenlo bien antes de dar su voto a una candidata tan alejada de sus intereses.” Sobre los dos principales competidores que tiene, Mélenchon también ha dicho: “Macron es el programa económico de Le Pen más el desprecio de clase; y Le Pen es el programa económico de Macron más el desprecio de raza”.
Este domingo veremos si Francia se inclinará ya sea hacia la extrema derecha con Le Pen o hacia la izquierda con Mélenchon o si decidirá jugar aún un doble periodo con el “ni de izquierda ni de derecha” que vende Macron. Veremos si optan por un debate izquierda-derecha o derecha-extrema derecha para la segunda ronda.
Pesará mucho en esta elección la innegable subida de las derechas en Francia; la duda es hasta dónde llegarán de porcentajes y qué tanto se dividirán al ir separados. Pesará también, del lado de las izquierdas, el llamado al voto eficaz de la Unión Popular que busca evitar una votación de derechas en la segunda vuelta. Pesará también el porcentaje de abstencionismo, pues mientras más haya las posibilidades de Mélenchon de acceder a segunda vuelta bajan. Y pesará también el discurso de centro, de izquierda y de derecha, de mediador, de conciliador, que nuevamente busca sugerir el candidato Emmanuel Macron, aunque la realidad práctica de su quinquenio lo desmienta.
La próxima noche del domingo 10 de abril sabremos quiénes son los dos finalistas para la segunda vuelta del 24 de abril y conocer así al sucesor o sucesora de Macron. O si, como dicen las encuestas, será él mismo.
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