Los centros culturales que promueve el gobierno capitalino para reconstruir el tejido social y empoderar a las comunidades, conocidos como Pilares, han tenido una respuesta exitosa. Su instalación, sin embargo, ha sido atropellada, con sólo 60 de los 150 programados para 2019
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
El galerón donde se dan los talleres tiene los muros cubiertos con cartulinas reticuladas llenas de horarios: Ciberescuela, robótica o box. Entre estas paredes cualquier persona puede venir a aprender desde electrónica hasta danza aérea, carpintería o a hablar triqui. Es el Pilares Frida Kahlo, ubicado entre las colonias Obrera y Doctores
Los Pilares, Puntos de innovación, libertad, arte, educación y saberes, son uno de los proyectos más ambiciosos de la política social del gobierno de Claudia Sheinbaum. Y la demanda es alta.
Se trata de espacios donde la gente puede aprender desde oficios hasta idiomas. También pueden regularizar sus estudios básicos. Para los estudiantes de secundaria y bachillerato hay asesorías en distintas materias. Además de contar con actividades recreativas y deportivas, como salsa o danza aérea.
Su meta es regenerar el tejido social por medio de talleres; ser un punto de encuentro para la comunidad.
“La verdad, sí es un éxito”, dice con una sonrisa de oreja a oreja Francisca Martínez de Jesús, la directora de este Pilares. “Vemos mucha gente que viene y va a sus talleres. También sabemos que hay muchos errores que corregir, pero vamos aprendiendo en el camino”.
Los pilares arrancaron un poco atropellados. El reclutamiento de los talleristas tuvo varios reveses, por ejemplo, un medallista olímpico de box fue rechazado. Otros no pudieron ingresar sus solicitudes por problemas en la plataforma.
Un jueves por la mañana, todos los salones de este Pilar están llenos. En una esquina del pasillo un grupo de 10 personas toma clases de inglés. Están sentados en bancas hechas con tarimas de madera reciclada. Ésas no eran parte del mobiliario, las hicieron en el taller de carpintería que a veces se transforma en estudio de pintura y escultura. Justo al lado de la clase de inglés, en lo que queda de un pasillo, tres jóvenes practican una danza tribal con movimientos lentos y agresivos, lo harían en el patio, pero ahí, un par de chicas caen de las alturas envueltas en largas telas de colores.
“Ahorita está medio vacío, hay días en los que ni un cachito queda libre y no se puede ni pasar”, dice Francisca, quien no deja de sonreír mientras hace un recorrido por las actividades del lugar. “Además, no sólo viene gente de la Obrera y la Doctores –que es de donde viene la mayoría–. Hay algunos que vienen del Estado de México, otros de Iztapalapa y de muchos lugares”.
Hasta hoy, de los 150 Pilares que prometió construir el gobierno para 2019, sólo hay 60. La meta son 300 para final de 2020. No todos los centros están construidos, por lo que sus maestro se encuentran en los que sí están operando, como ocurre en este caso. Aunque la titular es Francisca, hay otros dos directores de Pilares que la asisten. Ellos van a dirigir dos centros en la alcaldía Venustiano Carranza, pero como no se han inaugurado, mientras laboran aquí.
“Se están cambiando muchos talleres, porque eran pocos pilares y, entonces, se concentraban en muy pocos, pero ya ahora los vamos a dispersar. Eso ha sido un problema porque la gente ya tenía talleres y vínculos. La gente se queja de eso”, acepta.
Francisca está segura de que este tipo de programas hacen cambios en la vida de la gente y de las comunidades donde se desarrollan.
“Hay un señor que es vendedor ambulante aquí por el Metro Obrera. Él empezó a venir todos los días a los talleres de plomería y ya ofrece sus servicios en la colonia y entre la comunidad de aquí. Como lo conocen, le dan trabajo”.
Los talleres de actividades económicas como corte y confección, plomería o electricidad no son los únicos que se imparten, ni a los Pilares solo viene gente a aprender
“Me ha tocado verlo con los adultos mayores de la colonia. Hay alguno que no viene a los talleres, sólo quieren que los escuchen. Esa es también la idea. Se está haciendo una comunidad. Se hacen amigo entre colonos. Eso me encanta”, confiesa Francisca
En otro de los pequeños salones del Pilares, tres adolescentes dibujan y modelan con plastilina. Es el taller de animación donde usan técnicas sencillas como animación cuadro por cuadro con plastilina, o juguetes.
“Tenemos algunos talleres que se súper saturan”, cuenta Margarita, maestra de ese taller. “Esos son los que parecería que tienen más impacto, pero hay unos de gustos muy particulares, esas personas que no se identifican con lo más común, de alguna manera encuentran su lugar. Creo que este taller es algo que ayuda a que la comunidad proyecte sus sentimientos, cosa que no se da en estas colonias”.
A este Pilares viene gente de contextos bien pesados, como les dice Margarita. “Al principio decíamos ¡ay! cómo le vamos a hacer, pero fuimos hablando con la gente, y creo que se ha hecho un trabajo muy grande”.
Este programa es una de las pocas iniciativas de cultura de paz que promovió al inicio de su administración Claudia Sheinbaum. Otra, fue el desarme voluntario, que sirvió sólo para que abuelitas llevaran las armas viejas, los tiliches de la familia a ser destruidos por el ejército, y que no logró sacar las armas de las calles, como lo demuestra el incremento en robos a mano armada del último año.
Francisca, la directora del lugar, cree que en estos talleres, los resultados van en otro sentido. Por eso presume los talleres de habilidades emocionales y psicológicos, donde se tratan distintos temas que ayudan a combatir actitudes de violencia y a expresar emociones sanamente.
Carlos Felipe Zavala es ejemplo de cómo los talleres que aquí se imparten lo han ayudado a transformar sus emociones en arte y poder canalizarlas. Él toma los talleres de teatro, pantomima y de una danza llamada butoh.
“El butoh se originó en Japón a mediados del siglo XX, en el periodo de posguerras. Toma como referencia las las muertes de la guerra”, explica. Según lo que dice, el butoh no obedece a cánones estéticos como muchas otras danzas, sino que busca nacer de la emoción. “La idea es que a través del movimiento, tu cuerpo llegue a un sentimiento”.
Carlos Felipe celebra que existan centros como este Pilares. Acepta que esfuerzos como este pueden ayudar a regenerar el tejido social, crear lazos y fomentar una sociedad más pacífica a través de las artes y los oficios. “Me recuerda a cuando jugaba fútbol americano, que tiene un proceso formativo muy fuerte, así también aquí, hay a gente a la que le ayuda mucho, asegura”.
El único problema que Carlos Felipe encuentra, es que las actividades de los Pilares no se publicitan lo suficiente. Él estaba buscando, específicamente, un taller donde poder explorar su corporalidad, y buscando en internet encontró los talleres de este Pilares, pero cree que fue “de chiripa”, por mera surte,
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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