La Cuarta Transformación y el cuarto poder

10 abril, 2025

La 4T no solo debe seguir gobernando bien, sino comunicar sus éxitos (y explicar sus fracasos) con eficacia. La mañanera, en este sentido, cumple una función extraordinaria al llegar directamente a la gente, sin intermediarios, pero no es suficiente

Por Saúl Sánchez López / Pop Lab

La imagen de cientos de zapatos que ha dado la vuelta al mundo ha quedado unida —quizá para siempre— al nombre Teuchitlán, sustituyendo al de la gran pirámide de Guachimontones. Pero al horror de lo que pasó o pudo haber pasado en el Rancho Izaguirre, se suma la no menos horrible explotación política del trágico descubrimiento. 

Desde el principio del hallazgo por parte de Guerreros Buscadores, los principales medios de oposición comenzaron una maniobra para instalar la idea de que se trataba de un “campo de exterminio” similar al de Auschwitz, valiéndose para ello de imágenes, historias y reportajes sensacionalistas que buscaban suscitar conmoción, indignación, miedo, rabia y dolor en la sociedad, aunado a una narrativa que pretende responsabilizar única y exclusivamente a los gobiernos de la cuarta transformación (omitiendo el papel de la fiscalía de Jalisco, el gobierno de Alfaro y las décadas de prianismo a nivel federal).

De inmediato, el gobierno de Claudia Sheinbaum hizo un control de daños, abordando el tema con cautela y sin adelantar conclusiones, aprovechando para señalar la hipocresía de aquellos sectores de la oposición que lloraban lágrimas de cocodrilo. Desde entonces, hemos sido testigos de una guerra mediática que se disputa no tanto la verdad objetiva como su interpretación.

En la lucha comunicacional se enfrentan diversos actores cuyo alcance es, como mínimo, desproporcionado: medios públicos, privados, mainstream, alternativos, nacionales, extranjeros… todos en disputa por la opinión pública; nuestra opinión. La primera línea de combate la constituye sin duda la “mañanera”, lugar desde donde la presidenta marca la agenda del día, madrugando a la oposición, tal como hacía su predecesor. De esta forma, mantiene la ventaja inicial al establecer de antemano los temas que los medios, sí o sí, deberán de recoger, obligándoles a asumir un rol puramente reactivo. 

Sin embargo, la conferencia de prensa, aunque poderosa, es insuficiente frente a la multitud de medios hegemónicos afines a la oposición, siempre a la zaga de tragedias, conflictos y errores del gobierno. Es por ello que este, consecuentemente, ha revigorizado los medios públicos con la idea de difundir su postura y contrarrestar la influencia de los medios privados en el pensamiento social. Tal es el caso del nombramiento de Renata Turrent como directora de Canal Once, acompañado de una estrategia de digitalización y cambio de programación (p. ej. la desaparición de Primer Plano). Lo mismo puede decirse de la línea editorial de los otros medios nacionales o la creación de nuevos, como es el caso de TV Migrante, donde la mano de Jenaro Villamil se deja sentir. Ahora bien, es lícito que el estado utilice estos, sus propios recursos, para defenderse de aquellos que quieren destruirlo o reducirlo al mínimo. En esta lógica, el papel de los medios públicos debe ser, no la propaganda gubernamental o partidista, sino precisamente la defensa de lo público, del interés nacional y el bien común (valores y causas como la justicia social o la lucha contra la discriminación). 

Por su parte, los medios dominantes, privados y comerciales —que en nuestro país gravitan alrededor de Televisa y Tv Azteca—, más que una ideología, persiguen sus propias agendas e intereses económicos, si bien normalmente caen en la doctrina liberal-libertaria, es decir, reducción fiscal, desregulación, eliminación de derechos laborales, etc., sesgando a propósito la información y boicoteando a cualquier gobierno que les resulte incómodo. No obstante, desde hace años manifiestan una crisis estructural, ocasionada por una creciente pérdida de credibilidad y el desgaste de sus principales figuras. Su poca capacidad de penetración sufre, además, los embates de la competencia que representan hoy por hoy los medios alternativos, verdaderos protagonistas de la comunicación del siglo XXI. 

En ellos, la 4T ha encontrado un cúmulo de aliados indiscutibles en las formas más variopintas: plataformas, portales, periódicos digitales, periodistas independientes, influencers y youtubers, quienes, identificados con MORENA o, al menos, con la izquierda, realizan un trabajo de contrainformación a fin de romper con el cerco mediático impuesto por las grandes corporaciones. Las “benditas redes sociales” se han convertido de facto en el brazo digital de la cuarta transformación, catapultando en el proceso a nuevos medios y líderes de opinión, cuyo éxito reside únicamente en la confianza que la audiencia deposita en ellos. Como Julio Astillero, quien se ha convertido en uno de los 10 streamers más vistos en México, siendo incluso nominado a los premios ESLAND. Estamos hablando de un nuevo paradigma en el que la gente ya no consume contenido solo porque sale en televisión y no tiene de otra, sino que activamente busca aquello que le despierta un interés genuino.

También es cierto que la derecha (y la extrema derecha) está presente en la red: periodistas que abandonaron sus espacios para emprender proyectos personales, políticos marginales tratando de construir candidaturas y partidos, opositores reunidos para hablar pestes de la presidenta, comediantes dedicados a desinformar, incluso superproducciones abocadas a la propaganda negativa mediante personajes estrafalarios tipo Brozo; hay de todo. Las formas son múltiples, pero todas ellas tendenciosas y con un marcado gusto por la ficción política. 

Finalmente, pero no menos importante, tenemos a los medios extranjeros que desde la lejanía irradian sus mensajes y discursos, reflejando desde afuera lo que pasa en nuestro país, no sin distorsión. Los hay “prestigiosos”, quienes emiten sentencias y juicios de valor con la autoridad que les otorga, no su profesionalismo, sino su estatus geopolítico, participando sin vergüenza en intrigas y campañas de desprestigio contra este y otros gobiernos de izquierda. Recordemos el reportaje del New York Times sobre el supuesto laboratorio de fentanilo, publicado para azuzar la intervención estadounidense en nuestro país. 

No obstante, y a pesar de su omnipresencia, estas transnacionales de la comunicación tampoco están exentas de competencia. A lo largo del siglo XXI hemos sido testigos de la emergencia de otro tipo de medios internacionales provenientes del sur global (Al Jazeera, Telesur, etc.) con una agenda antiimperialista o, por lo menos, antioccidental; deseosos de ofrecer miradas alternativas, hacer críticas incisivas y salir de los lugares comunes en los que tan a menudo caen los grandes conglomerados occidentales. En nuestro país, la presencia de Russia Today y CGTN, ha venido creciendo en la televisión abierta, como parte del ajedrez mundial, lo mismo que el consumo de proyectos digitales como La Base y Diario Red. Se piense lo que se piense de sus agendas, hay que aceptar que su presencia enriquece al ecosistema mediático, previniendo la formación de un pensamiento único y fomentando, en cambio, la alfabetización mediática.

La competencia política se libra al unísono en distintos frentes, el económico, el moral, el intelectual, el cultural… de entre ellos, el mediático reviste una importancia crucial. El llamado cuarto poder tiene la capacidad de empoderar a la ciudadanía y mejorar la siempre imperfecta democracia, con tal de que se conduzca con veracidad, pluralidad y ética, o en su defecto, generar desinformación y manipular la opinión pública cuando recurre a estereotipos, falacias, encuadres, omisiones selectivas, fake news y demás tácticas sucias. 

La 4T no solo debe seguir gobernando bien, sino comunicar sus éxitos (y explicar sus fracasos) con eficacia. La mañanera, en este sentido, cumple una función extraordinaria al llegar directamente a la gente, sin intermediarios, pero no es suficiente. Se necesita una miríada de medios aliados, sobre todo alternativos, que hagan resonar su mensaje, a fin de enfrentar al aparato mediático conservador, deseoso de calumniar, descalificar y golpear al gobierno, con o sin razón. En ello se juega tanto la aprobación del gobierno como las futuras elecciones. El conflicto entre el cuarto poder y la cuarta transformación es tan ineluctable como decisivo. ¡Tenemos que seguir dando la batalla!

Esta columna fue publicada originalmente en POP LAB bajo el nombre de Oveja Negra. Aquí puedes consultar la versión original.

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