17 julio, 2021
A 150 años de la Comuna de París, descendientes de los comuneros aseguran que esa experiencia sigue vigente en los movimientos sociales contemporáneos y en las juventudes parisinas. Fieles a esta herencia y convicción, participan en la organización europea que recibe a las delegaciones zapatistas
Texto: Daliri Oropeza
Fotos: Daliri Oropeza y colectivos organizadores de la conmemoración
MONTREUIL, FRANCIA.- Al llegar al muro de las comuneras de París, en el cementerio más importante de Francia: el Perè Lachaise, Nathalie lo mira con seriedad y recuerda que ahí fusilaron masivamente a 20 mil personas, de diez en diez. Guarda silencio. Se acerca. Recuerda a las mujeres obreras y a las petroleras. Las tropas de la Guardia Nacional dispararon contra todos por igual: obreros, campesinas, niñas, comerciantes, ancianos…
De este autogobierno ejercido por el pueblo, en 1871, bautizado así como homenaje a la forma de gobierno que gobernó París durante la Revolución Francesa de 1789, poco se habla en las escuelas de Francia. Tal vez sea un apunte en un capítulo de la clase de historia, no mucho más, dice Nathalie, quien se considera anarquista. Ella sabe más de esta otra historia por las narraciones familiares sobre su tatarabuelo.
“Perseguían a los obreros. Mi abuelo era uno de ellos. En ese año, nació su hijo. Todavía no era la ‘Semana Sangrante’, pero ya se incrementaba la represión ante la fuerte organización de los distritos creados por la Comuna. Para ir a conocerlo al hospital cuando nació, se lavó las manos. Tenía que cruzar parte de la ciudad y los guardias revisaban las manos, si estaban sucias te identificaban como obrero, y te fusilaban. Así logró conocer a su hijo y acompañar a mi tatarabuela”, cuenta la joven de 33 años.
La Comuna de París nació en un momento de debilidad para Francia. Esta nación perdió la guerra contra los Prusianos y cayó Napoleón III después de que sitiaran la ciudad de París por cuatro meses. Desde Versalles, Adolphe Thiers presidió un gobierno provisional y aprovechó para ello las expresiones de descontento de los obreros en rebelión. Era la mayor oposición a la monarquía. La Comuna se convirtió en la mayor oposición para la burguesía.
Cuando este político les quiso quitar las armas, orcas, palos, fusiles y cañones a quienes las habían conseguido para defender París, La Comuna se rebeló y se negó a entregarlas. Los integrantes de la guardia nacional tuvieron que elegir entre el poder y el pueblo. Muchos se salieron de la institución y se levantaron con La Comuna. Luego, las y los comuneros se apropiaron de las elecciones y formaron su propio gobierno. Crearon la organización territorial de 20 distritos, que sigue vigente en París.
Cada uno de los 20 distritos eligió consejeros por sufragio universal. Juntos, formaron el Consejo de La Comuna de París. Con esta experiencia cambió, sobre todo, la participación política de la mujer, tanto combatiendo como en las votaciones. También arrebató a la iglesia el papel de la educación, expulsó a los sacerdotes y la volvió laica, con ejemplos como el de la maestra y comunera Louise Michel.
“La Comuna es el modelo de lucha por el cambio social más profundo que existe. Es una lucha que se ganó por un cambio radical, por eso es símbolo de las resistencias. Es una lucha que se ganó, aunque haya sido solamente por los dos meses que duró. Unió a comunistas y anarquistas. Es ejemplo de revolución profunda. Ahora, la idea es revivir ese espíritu de lucha, a 150 años de distancia y con la llegada de las zapatistas”, asegura Nathalie, quien es parte de colectivos antifascistas y defiende a las personas inmigrantes.
Para celebrar la fecha, los colectivos anarquistas abrieron una biblioteca con libros sobre la Comuna y temas relacionados con ella, además de repartir folletos y de montar una exposición de fotos históricas sobre la experiencia en la Plaza de la República.
Cuando la multitud estuvo lista, salieron en marcha interpretando canciones y coreando consignas a gritos, rumbo al cementerio Perè Lachaise. Atravesaron la parte Este de la ciudad, por uno de los distritos más rebeldes: Belleville.
Una de las canciones más emblemáticas sobre esta experiencia, que cantaron al entrar al cementerio, dice:
“Excepto soplones y guardias,
solo vemos en los caminos,
ancianos tristes con lágrimas,
viudas y huerfanos.
“París transpira miseria,
los de arriba incluso están temblando,
llegó el tiempo de los juicios de guerra,
los adoquines están llenos de sangre.
“Sí, pero la rabia crece.
Los malos días acabarán
y cuidado con la venganza
cuando todos los pobres se levanten”.
Ella formó parte de la coordinación que organizó la conmemoración.
Se siente orgullosa, pues su abuela también está enterrada en este cementerio, que tiene más de 217 años. Aquí también le hicieron una monumental tumba a Adolphe Thiers. Es tradición de su familia pasar a escupirle.
Que, quienes se asumen hoy en día como anarquistas reivindiquen la tradición comunera no es una casualidad. Mijaíl Bakunin, uno de los grandes fundadores de esta escuela de pensamiento-acción, reflexionó en La Comuna de París y la noción de Estado, sobre esta experiencia:
“Soy un partidario de la Comuna de París —señaló—, que, por haber sido aplastada, sofocada en sangre por los verdugos de la reacción monárquica y clerical, no por eso ha dejado de hacerse más vivaz, más poderosa en la imaginación y en el corazón del proletariado en Europa; soy partidario de ella mayormente porque ha sido una negación audaz, bien pronunciada del Estado”.
Aunque la organización de la conmemoración estuvo a cargo mayormente de personas de edad, “guardianas de la memoria histórica”, Nathalie destaca la participación de las juventudes que asistieron a la marcha y asegura que eran la mayoría.
“El cementerio estaba lleno, no cabíamos, fuimos más de 5 mil personas”, calcula Nathalie. La manta que ella cargaba decía “Al assault du ciel” —o Al cielo por asalto—, la frase con la que Karl Marx, describió en una carta a su amigo L. Kugelmann, el intento heroico de los comuneros de crear su propio gobierno. Cree que la mejor manera de denominar este hecho es como ‘comunista libertario’, cuestión que han dialogado entre activistas.
Marx escribió en el mismo 1871 un libro sobre esta experiencia de autonomía en el libro La Guerra Civil en Francia:
“En su manifiesto del 18 de marzo, en medio de los fracasos y traiciones de las clases dominantes, entendieron que había llegado el momento de salvar la situación tomando la dirección de los asuntos públicos con sus manos… El proletariado… comprendió que era su deber imperativo y su derecho absoluto tomar su destino en las manos y asegurar su triunfo tomando el poder”.
Como lo recuerda el comunero Eliseo Reclus, “la Comuna (…) preparó para el futuro, no mediante sus gobernantes sino sus defensores, un ideal superior al de todas las revoluciones (….), una nueva sociedad en la que no hay maestros por nacimiento, título o riqueza, y no hay esclavos por origen, casta o salario. En todas partes la palabra ‘comuna’ se entendía en el sentido más amplio, como referencia a una nueva humanidad, formada por compañeros libres e iguales, ajena a la existencia de antiguos límites, basada en la ayuda mutua y pacífica de unos a otros desde un extremo del mundo al otro”.
Vladimir, un activista que porta una playera negra con la imagen de Ángela Davis estampada y en su brazo izquierdo tiene un tatuaje con el símbolo comunista de la hoz y el martillo, recuerda en entrevista que las y los comuneros también tomaron fábricas que los patrones abandonaron por la guerra.
Marx explicó que en “la Comuna debía ser la forma política incluso de las aldeas más pequeñas del campo y que en las zonas rurales el ejército permanente debía ser reemplazado por una milicia popular con tiempos de servicio extremadamente cortos. Las comunas rurales de cada departamento debían administrar sus asuntos comunes mediante una asamblea de delegados en la ciudad principal del departamento, y estas asambleas departamentales debían a su vez enviar diputados a la delegación nacional en París; los delegados debían ser revocables en todo momento y estar sujetos al mandato vinculante de sus electores”.
“La Comuna de París es la madre de las rebeldías. Marx ya escribió que fue el primer gobierno de la clase obrera. En todas las luchas anticapitalistas está presente la comuna, es la base si quieres ir al principio de la rebelión. Todos los problemas nacen por las diferencias entre ricos y pobres. Esa fue la forma insurreccional de la Comuna”, asegura Vladimir, quien estudia filosofía por su cuenta. Ve ahí reflejado al zapatismo.
“Esta es la historia de los obreros, de los pobres, por eso no te la enseñan pero ésta, al conmemorar, es también una lucha por la historia”, finaliza Vladimir.
Botas llenas de Tierra. Tejedora de relatos. Narro sublevaciones, grietas, sanaciones, Pueblos. #CaminamosPreguntando De oficio, periodista. Maestra en Comunicación y cambio social. #Edición #Crónica #Foto #Investigación
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