El sistema capitalista puso al mundo en los límites de sus capacidades. Los años podrían estar contados y la política marcará los caminos del futuro. Pero la pugna no será sencilla, el capitalismo se aferra a sus modos de producción. La organización social sostiene la esperanza del porvenir
Por: José Ignacio De Alba / @ignaciodealba
La idea de “antropoceno” fue propuesta por Paul Crutzen, premio Nobel de Química. La utilizó para describir no una crisis ambiental, sino una transformación geológica sin parangón. En la que el humano se convirtió en el motor de cambios en el planeta, la industrialización a gran escala logró trastocar todos los ritmos de la tierra.
Crutzen consideró que esta etapa inició en 1748, cuando James Watt patentó la máquina de vapor, símbolo de la Revolución Industrial y de la carbonificación de la atmósfera. Los datos disponibles evidencian un aumento exorbitante en los gases de efecto invernadero, la degradación del tejido de la tierra (biosfera), cambios drásticos en los ciclos hídricos y la extinción masiva de especies.
Las sociedades humanas lograron rivalizar con las fuerzas de la naturaleza, un cambio acelerado y sin retorno. La gente le suele llamar “crisis”, aunque es peor que eso. No solo es un periodo excepcional de dificultad, es un trance de largo alcance.
El antropoceno pone al humano como centro del problema. Pero el axioma empezó a tener problemas de consistencia. No todas las sociedades son industriales, no todas las personas consumen igual.
Es decir, no todas las sociedades cargan con el mismo nivel de responsabilidad. Un estadounidense promedio tiene una carga 32 veces mayor para el planeta que un etiope promedio.
Es un problema inherente al capitalismo. Así lo explicó el historiador Jason W. Moore, quien propuso el término “capitaloceno”. Lo que sucede en el planeta es una hecatombe sistémica, el capitalismo está destruyendo la tierra.
También se han propuesto “oligantropoceno”, para explicar que es el 10 por ciento más rico de la población el que carga con la mayoría de la responsabilidad de la devastación sobre el planeta. Un dato: las novena empresas más grandes del mundo vertieron el 60 por ciento del CO2 que ha llegado a la atmósfera.
Hay quien propone darle más especificidad al concepto: “angloceno”. Para explicar que fueron Inglaterra, primera metrópoli del capitalismo y Estados Unidos, quien relevó el papel central en la economía mundial, los mayores causantes del desastre ecológico.
Aunque también este concepto tendría la falla de no contemplar a las potencias asiáticas, especialmente China, que ha emergido en el capitalismo mundial con capacidades industriales inéditas. La degradación de la tierra es enorme, los causantes son pocos, el sistema responsable uno.
Los defensores del capitalismo han impulsado una agenda que propone una falsa salida, un “keynesianismo verde” ayudado de artilugios tecnológicos que se proponen como una falsa salida. Como si comprando autos eléctricos, en lugar de autos de combustión interna el problema ambiental se encaminara a una pronta resolución.
Chistophe Bonneuil y Jean-Baptiste Fressoz, que escribieron en el artículo “el acontecimiento antropoceno” lo siguiente:
“Nacido estos últimos años en las instituciones internacionales, el proyecto de la ‘economía verde’ acentúa esta evolución; los famosos ‘servicios ecosistémicos’ debían de acá en adelante ser objeto de mercados: la biósfera, la hidrósfera y la atmósfera quedan constituidos como simples subsistemas de la esfera financiera y mercantil”.
El papel de América Latina es determinante en este panorama. La región se le ha considerado un “paraíso”, debido a que el desarrollo medio de los países no tiene repercusiones ambientales como las generadas por economías ricas, además de contar con reservas naturales que ayudan a subsanar el deterioro ecológico.
Pero el subcontinente vuelve a ser una zona geoestratégica intensa, hay una búsqueda por introducir los recursos de Latinoamérica en los mercados financieros, a manera de “bonos de carbono” y otras herramientas mercantiles. Pero también las reservas minerales de la región son centrales para impulsar la electrificación.
La llamada “colonización verde” ya está aquí, el antropoceno está empujando a las potencias mundiales a una búsqueda de recursos en la región. El subcontinente tiene dos salidas: Seguir el recaudo de potencias extranjeras y continuar confirmando su rol de economía de enclave. O apostar por políticas territoriales fuertes, en esto la organización social es central. La frustración del intento de golpe de Estado en Bolivia es prueba de ello.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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