La colonización sabe a carne

20 octubre, 2023

Tierra del Fuego ha estado habitada desde hace miles de años. Pero los intereses ganaderos sobre la región provocaron el exterminio de pueblos indígenas en el siglo XIX. Hoy, los kawésqar, yaganes y selk’nam luchan por el reconocimiento de su cultura ancestral

X: @ignaciodealba

Platico con un argentino sobre la comida que más le gusta de su país, le pregunto sobre sus predilectos y, por su puesto, que respondió que la carne (eso aquí ni se pregunta). Pero el fulano, me explicó que no era del todo el platillo lo que le gustaba, sino el ritual alrededor de un buen asado.

En algún momento de mi viaje por Argentina logré entender más a fondo esta idea, cuando me invitaron a comer una barbacoa. El parrillero, como un patriarca proveedor, nos deleitó con cordero y chinchulines, mientras tomamos vinos y cerveza. La carne era tan buena que la plática perdía interés. La convivencia fue íntima, una larga mesa y un convivio que terminó alrededor de una fogata un miércoles cualquiera, como si el jueves o nunca más se tuviera que trabajar.

Pero el país tiene este ritual, como uno de sus pilares culturales. Entre más adinerada es la comunidad hay más asados, entre más pobre, el ritual se convierte en un evento más raro. El escritor Martín Caparrós describió en su libro “El Hambre” que “la carne es la metáfora perfecta de la desigualdad”.

Argentina se consolidó en el siglo XIX como una tierra de ganadería, los ricos pastizales lograron que la proteína animal fuera sabrosa, la invención del frigorífico consiguió que esta carne premium se exportara a otros países, otros continentes…

En el norte de Argentina destaca el asado de vaca, en el sur el borrego.

Pero también hay una historia terrible que esconde la proteína animal, la frontera agrícola creció sobre la vida y territorios de los pueblos indígenas. Esta no es una historia que se cuente únicamente en Argentina. Por poner otros ejemplos, en Brasil y México, sucedieron (¿?) historias muy similares.

Mientras esto escribo me asalta el recuerdo que en la Península de Yucatán hay, actualmente, pueblos mayas que se oponen a la instalación de empresas porcícolas en su territorio. Ni hablar del caso del Amazonas. Digamos entonces que la cruzada cárnica es un evento que aún no acaba.

Cuando viajo al extremo sur del continente americano conozco la historia de los pueblos indígenas que habitan en Tierra del Fuego, que quedaron casi extintos cuando los ganaderos incursionaron en su territorio.

La primera vez que los europeos llegaron al extremo sur del continente americano, en busca de un canal interoceánico, atestiguaron que estas tierras extremas estaban habitadas. Se sabe que en el viaje de Fernando de Magallanes, los navegantes vieron fogatas, por eso la llamaron “Tierra del Fuego”.

Aunque después del paso de Magallanes el mundo se mantuvo lejos de estas tierras. Los barcos se limitaban a bordear la costa, hasta alcanzar, Cabo de Hornos y adentrarse en otro océano. Los pueblos kawésqar, yaganes y selk’nam se mantuvieron intactos, salvaguardando su mundo.

Pero en el siglo XIX las estancias ganaderas se crecieron hacia el sur, amparadas bajo los gobiernos de Chile y Argentina, e incursionaron en Tierra del Fuego para iniciar uno de los genocidios menos contados en América. Un episodio que acabó con la vida de miles de personas.  

La colonización Patagonia estuvo a manos del gobierno de Julio Argentino Roca, quien hizo la famosa Conquista del Desierto. Pero las empresas ganaderas hicieron gran parte del trabajo. Se sabe que las estancias pagaban a sus trabajadores para acabar con los pueblos nativos.

Los trabajadores hicieron despiadadas redadas en comunidades y arrasaron con poblaciones enteras. Se tiene documentado que estos asesinatos fueron recompensando por las estancias, quienes otorgaron premios a cambio de las orejas, testículos y senos que traían los mercenarios como prueba del trabajo hecho.

Muchos pueblos se mantuvieron en resistencia y otros tuvieron que huir a tierras más australes para poder sobrevivir. Los gobiernos de Argentina y Chile auspiciaron que la iglesia católica instalara misiones, también hubo comunidades que fueron instaladas en “colonias pastoriles”. Las enfermedades introducidas por los colonizadores ayudaron diezmar la población.

Se sabe el nombre de algunos autores de la matanza, como el del empresario José Méndez Méndez y otros estancieros. Pero uno de los casos más conocidos es el de Julio Popper, quien se entretenía junto con sus amigos en las cacerías de indios. Él mismo documentó las correrías y las masacres con una cámara fotográfica. Buena parte del material gráfico aún se conserva.

Para principios del Siglo XX todo el territorio de Tierra del Fuego se encontraba bajo el control de las empresas ganaderas. Desde entonces los gobiernos de Argentina y Chile han negado que existan descendientes indígenas en la zona

Aunque desde hace unos años hay grupos de familias que luchan para que se reivindique la historia, que ha negado este capítulo negro. Además buscan que se reconozca que los kawésqar, yaganes y selk’nam son pueblos vivos.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).