La capital mexicana siempre fue célebre por sus tianguis. La Central de Abasto, creada hace cuatro décadas para dar salida a la demanda creciente de alimentos en el centro del país, es un monumental mercado del que depende la vida de la ciudad
@ignaciodealba
Pareciera como si antes de la ciudad se construyeron sus mercados. El más antiguo de la capital mexicana fue el de Tlatelolco. Desde principios del siglo XV, mercadeares de buena parte del imperio mexica llegaban a ese sitio a ofertar sus productos.
Se vendían animales, esclavos, piedras y plumas exóticas. Pero, sobre todo, se vendía comida.
Cuando los conquistadores europeos conocieron el mercado de Tlatelolco se quedaron boquiabiertos.
Bernal Díaz Del Castillo lo describe así:
“y cuando llegamos a la gran plaza, que se dice el Tatelulco, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirados de la multitud de gente, y mercaderías que en ella había, y del gran concierto y regimiento, que en todo tenían: y los Principales que iban con nosotros, nos lo iban mostrando: cada género de mercaderías estaban por sí, y tenían situados y señalados sus asientos. Comencemos por los mercaderes de oro, y plata, y piedras ricas, y plumas, y mantas, y cosas labradas, y otras mercaderías, esclavos, y esclavas…”.
La destrucción de la antigua ciudad y las bajas de la población local durante la conquista redujeron su comercio. El mercado de San Juan, ubicado a un costado de la Alameda, cobró importancia hasta que, en 1629, una inundación destruyó el tianguis y dejó bajo el agua a toda la capital durante 5 años.
Los mercaderes se quedaron sin mercado y anduvieron como vendedores ambulantes, muchos se instalaron afuera del Palacio Virreinal (ahora Palacio Nacional).
Pero tanto tianguista suelto hacía impresentable a la capital de la Nueva España. Así que se construyó la Plaza del Volador, exactamente donde ahora está el edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Ahí se instalaron, en 1792, cientos de vendedores. En las fiestas se lidiaban toros y se peleaban gallos. Aunque la función principal del lugar era distribuir alimentos a otros mercados, una especie de central de abastos.
Pero un año después de inaugurado el mercado, un incendio marcó su destino: De a poco se fue despoblando y con los años quedó desplazado por La Merced como el principal mercado mayorista de la ciudad.
El nuevo tianguis se levantó en lo que fue el ex convento de La Merced con muchos comerciantes que venían de la Plaza del Volador. El crecimiento del mercado requirió varias veces la destrucción de casas aledañas. Una de las remodelaciones más importantes se hizo durante el porfiriato.
Pero la demanda de la Ciudad de México convirtió al mercado en un lugar impráctico, pues las pequeñas calles no permitían el flujo normal de transporte de carga.
Las calles y pequeños comercios eran incapaces de darle salida a la enorme cantidad de productos que se comerciaban en La Merced. El presidente José López Portillo proyectó la construcción de la Central de Abasto. La idea era simple: concentrar en un lugar el mercado mayorista más importante del país.
Para ello se expropiaron 327 hectáreas en la Zona de las Chinamperías, en Iztapalapa. Un lugar de ciénegas y tierras de cultivo. El terreno era inestable por los lodazales, por lo que se tuvo que construir con cimentación especial. La arquitectura estuvo a cargo de Abraham Zabludovsky, pero el sitio era tan grande que su valoración recayó sobre el plan urbanístico.
La inauguración de la Central de Abasto fue el 22 de noviembre de 1982. Asistieron José López Portillo y el regente del entonces Distrito Federal, Carlos Hank González. Aquello fue como asistir a la fundación de un Estado.
El mercado funciona las 24 horas del día. Durante las noche se comercia el mayoreo, para abastecer supermercados y cadenas de restaurantes del centro del país. Por la mañana y la tarde se dedica a la venta al menudeo de más de 15 mil productos.
En total, 90 mil personas se mantienen directamente de la actividad diaria de esta pequeña ciudad de más de 9 mil bodegas y locales, y cuyo volumen de transacciones financieras sólo es superado por la Bolsa Mexicana de Valores. Un monumental tianguis que cada día recibe medio millón de personas, y del que depende el abasto de millones de personas en el centro del país.
Un mercado de mercados, hoy enfrenta el mayor riesgo de sus cuatro décadas de vida: la propagación masiva del virus que ha detenido el comercio mundial. Hasta el 25 de abril, las autoridades registraban 25 enfermos y un par de muertos. Pero debajo de los registros, en este enorme tianguis la pandemia se canjea por jornada laboral.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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