La Castañeda, el manicomio más grande de México

26 febrero, 2021

Sobre la hacienda pulquera de La Castañeda de Mixcoac se construyó el que fue el centro psiquiátrico más grande de México y América Latina. Hasta hoy sobreviven las historias del horror al que eran sometidos los pacientes

@ignaciodealba

El centro psiquiátrico se encontraba donde ahora están las torres de Mixcoac, a un lado de Periférico. La construcción se extendía en un terreno tan grande (151 mil metros cuadrados) que algunas de las casas aledañas a la zona de edificios aún conservan partes de los muros del hospital psiquiátrico más famoso de México. 

Con los años se ha considerado a La Castañeda como una cárcel. Pero en su inauguración se concibió como un elemento de modernidad del porfiriato. La gran inversión para su construcción, 224 mil 345 pesos, convirtió la hacienda pulquera de Faustino Castañeda, en el psiquiátrico más moderno del Latinoamérica. 

La Castañeda fue inaugurada en octubre de 1910, por el gobierno de “científicos” de Porfirio Díaz, dos meses antes de la caída del régimen, a causa de los movimientos revolucionarios. Al hospital también acudieron estudiantes dedicados a las enfermedades mentales.

El psiquiátrico era un símbolo más del progreso, este gran edificio reemplazó a muchos manicomios de la capital. 

En un principio, La Castañeda tenía capacidad para 800 enfermos mentales. Pero con los años el lugar se convirtió en asilo, además de recibir a personas con adicciones y algunos convictos. En el manicomio estuvo el asesino serial Gregorio Cárdenas Hernández, quien trepó por una de las bardas y escapó. El asesino volvió después de una semana y se justificó: “Me tomé unas vacaciones en Oaxaca”.

Otro de los huéspedes del lugar fue Rodolfo Chango Casanova, el campeón mundial de boxeo que fue internado a causa de su alcoholismo. El  boxeador murió en La Castañeda por las secuelas del vicio y su historia fue la base del clásico del cine mexicano “Campeón sin Corona” del director Alejandro Galindo.

La Castañeda era el sótano de la sociedad capitalina. El psiquiátrico tenía un pabellón dedicado a enfermos distinguidos, quienes podían pagar una cama y buena comida. Pero con los años, su capacidad quedó rebasada y llegó a tener cinco veces más internos que los previstos en la inauguración.

Aquella modernidad pretendida se acabó rápido; los internos llevaban botes colgados del cinturón donde se les servía la comida, no había platos ni utensilios. Para que cupieran en los cuartos, Los pacientes dormían en el piso.

En el lugar se internaba a prostitutas, epilépticos, inadaptados, a quienes se les diagnosticaba como “idiotas”, “imbéciles”, “agotados”, “agitados”. ¿Quién estaba loco y quién no?, enrevesada resolución para un juez, que no estuvo lejos de inconformidades. El antropólogo Roger Bartra rescató la declaración de una interna a un médico: “Mientras fui el burro atado a la noria, sacando agua para que otros bebieran, fui cuerda; pero en cuanto me rebelé, me volvieron loca”.

Se sabe que a los enfermos mentales se les suministraban cargas eléctricas, manguerazos de agua fría, los inmovilizaban con costales, se inducían algunos pacientes en coma. Pero lo más grave fue la vida miserable de sus inquilinos, hay quien llama al lugar “las puertas del infierno”. 

En los años cincuenta, el pintor José Luis Cuevas entró a La Castañeda, con la ayuda de su hermano Alberto. Quería retratar algunos de los inquilinos del psiquiátrico. La tristeza, la locura y el dolor componen parte de la obra del artista.  

La leyenda negra de La Castañeda era tan extendida que el presidente Gustavo Díaz Ordaz ordenó, unos días antes de las olimpiadas de México 1968, el cierre de aquel hospital por el que, según se sabe, pasaron 61 mil 480 pacientes.

Tras el cierre, en el lugar se construyeron las Torres de Mixcoac, una obra también representativa de la ciudad. La construcción fue hecha por tres artistas icónicos: Abraham Zabludovsky, Teodoro González de León y Mathias Goeritz, quien realizó una escultura en la parte central del desarrollo. 

Lo único que sobrevivió de La Castañeda fue la gran fachada del edificio central y su enorme reloj; éstos fueron comprados por el empresario Arturo Quintana, quien se llevó piedra por piedra de la construcción a Amecameca, en el Estado de México. Actualmente esa casa de campo pertenece a los Legionarios de Cristo. 

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).