Esta casa estuvo a punto de ser destruida para dar espacio a un condominio horizontal, pero increíblemente una obra literaria la salvó. En la colonia Guerrero se conserva, entre vecindades y barriadas, una rareza porfiriana
@ignaciodealba
Una ciudad que crece va desplazando sus periferias permanentemente, paradójicamente, a veces, la periferia se queda en el centro. Así es la colonia Guerrero, un sitio marginal en el centro de la ciudad.
El primer asentamiento importante en la Guerrero se remonta a la época prehispánica, el lugar formó parte del barrio de Cuepopan en Tenochtitlán, después de la conquista el sitio tuvo vocación religiosa con la llegada del convento de San Fernando, también una hacienda pulquera ocupó los floridos campos de esta periferia.
La colonia se llama así porque en el pequeño panteón de San Fernando, se enterró al caudillo Vicente Guerrero, antes de que sus restos fueran definitivamente cambiados al Ángel de la Independencia en 1910.
En el porfiriato algunas familias adineradas construyeron estancias en la colonia Guerrero, aquí se instalaron los Escandón, los Braniff, Casasús, Limantour y el arquitecto predilecto del porfiriato: Antonio Rivas Mercado.
Rivas Mercado nació en Tepic, Nayarit, pero se formó en Europa. Estudió en la Sorbona y se dedicó a viajar. Incluso, recorrió Italia en bicicleta, en aquel periplo se mantuvo con la venta de pinturas. En México, Rivas Mercado ayudó a crear la ilusión de modernidad en el régimen porfirista, básicamente importó diseños europeos y los aplicó en construcciones públicas. Algunas de sus obras son iconos, como la Columna del Ángel de la Independencia y el Teatro Juárez en Guanajuato.
La Casa Rivas Mercado, ubicada en la calle Héroes #45 de la colonia Guerrero, es una de las más representativas de esa época. El arquitecto utilizó la mansión como muestrario de estilos artísticos. En el lugar hay neoclásico, art ouveau y morisco. El juego de mosaicos aún se conserva, incluso hay una serie de vitroblocks, entre el primero y segundo piso, que dan una novedosa entrada de luz.
Es una mansión con una orientación extraña, Antonio maximizó la luz solar reorientando la casa en dirección sur-poniente. Desde la entrada se aprecia la casa con dos pisos, hay pérgolas y columnas dóricas. Toda la excentricidad del lugar, con sus salones para fiestas y reuniones, sus escaleras árabes y grecas, sobrevivieron a la Revolución.
En algún momento la familia Rivas Mercado se tuvo que instalar en el sótano de la mansión debido a los cañonazos de la Decena Trágica y también se mudaron ahí cuando las tropas de villistas y zapatistas entraron a la Ciudad de México en 1914.
De hecho, la familia Rivas Mercado no salió del país, como otras familias adineradas de la época. El propio arquitecto murió en 1927, en la casa que construyó.
Después de la Revolución la colonia Guerrero se vino a menos y las mansiones campestres fueron utilizadas como multifamiliares, principalmente por clases populares que se instalaron a las afueras del centro de la ciudad. El sitio campestre se convirtió en periferia. La mansión de los Rivas Mercado quedó rodeada por vecindades y casuchas. En el terreno de la estancia se construyó una escuela. Durante décadas la casa de los Rivas Mercado quedó abandonada, casi arruinada por completo. Sobre todo, después del terremoto de 1985.
Hace algunos años una constructora planeó destruir la casa para hacer un condominio horizontal, pero una obra literaria y sus lectores la salvaron. Varios jóvenes de la colonia leyeron la novela A la Sombra del Ángel, escrita por Katheryn Blair, donde se relata la vida novelesca de la familia Rivas Mercado. Los chicos contactaron a la autora y a las autoridades del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México, quien inició un programa de restauración junto con el patronato de la Casa Rivas Mercado.
La familia Rivas Mercado tuvo una historia de dramas y entretelones. A pesar de pertenecer a la élite porfirista una de las hijas del arquitecto, Antonieta Rivas Mercado, se involucró en movimientos culturales y políticos. Buena parte de la herencia de la familia ayudó a financiar a músicos, escritores y pintores. También José Vasconcelos pudo sufragar los gastos de su campaña a la presidencia gracias a su relación amorosa con Antonieta.
Después de casi diez años de restauraciones la casa está abierta al público a través de visitas guiadas. El costo del boleto es de 200 pesos por cabeza, un precio nada módico si se piensa que el lugar se ubica en un sitio marginado de la Ciudad de México. La entrada incluye un recorrido por la mansión y un repaso por toda la vida amorosa de Antonieta Rivas Mercado.
La historia narrada por el guía inicia desde que Antonieta tenía 8 años y conoció a su futuro esposo y termina el día en que Antonieta se suicidó; quien utilizó una pistola de José Vasconcelos para darse un balazo en el corazón, en catedral de Notre Dame, en Paris.
Después de contar los derroches financieros y la vida de liviandades de Antonieta el guía todavía se atreve a decir: “ojalá que algún día se reivindique a esta gran mujer”.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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