La blanquitud en la televisión mexicana

15 octubre, 2022

La discriminación que busca la criminalización a partir del color de piel. Al prieto se le adjudica la mugre, la suciedad, la pobreza, la precariedad, la delincuencia. ¿Quién? El pensamiento blanqueado. La blanquitud no es cuestión de pieles blancas, sino de un pensamiento racista, y éste lo puede adoptar cualquier persona, cualquier tono de piel

@EvoletAceves

[Cuatro conductores de televisión, tres mujeres y un hombre, todos de piel blanca, en una mesa de diálogo en torno a la discriminación por color de piel, con voz mexicanamente “adinerada”, conversan:]

—Que se dejen de quejar los prietos, güey.

—Me están discriminando por ser blanca, güey.

—Güey, o sea, habemos pelirrojas mexicanas, duh.

—Es que neta me hartan los prietos, güey.

—En este canal no estamos los blancos, sino los capaces, güey.

Claramente ese parafraseo es sarcasmo. Pero, con otras palabras, fue lo que dijeron los cuatro jóvenes conductores recientemente en el canal ADN 40, durante el programa ADN Contigo —Mónica Castañeda, Renata Ibarrán, Juan Pablo Leo Spíndola y Vaiteare Mateos—, quienes mencionaron que, “aunque no esté en el diccionario”, la discriminación inversa sí existe (según ellos); que cómo era posible que los morenos estuvieran quejándose y poniendo cuotas por el color de piel, cuando la razón por la que estaban trabajando en las producciones de televisión actores, conductores, etc., era por sus “aptitudes” y no por su color de piel; una de ellas mencionó que las mexicanas blancas sí existen, otra respondió que sí, que hay mexicanas pelirrojas. “Me parece absurdo”, “una moda”, la visibilización del racismo por color de piel y que deben dejar de seguir “separando” a la gente.

“¿Los blancos, los pelirrojos, ya no van a tener trabajo porque no representan a México?”, argumentó Ibarrán. “Gente sin quehacer…”, dijo en otro momento Castañeda refiriéndose a los prietos quejumbrosos. Y así me podría pasar transcribiendo el video que se viralizó en torno al tema, pero prefiero abordar esta situación desde más atrás.

Al día de hoy son contados los programas televisivos en la televisión mexicana en donde haya conductores principales de piel morena. Tenemos que excavar en la memoria para poder identificarles. Yo no ubico a más de cinco y ya llevo dos minutos tratando de ubicarles. Y no se diga de afromexicanos o de indígenas. ¿Cuándo veremos a personas morenas, afromexicanas, indígenas, conduciendo un noticiero, un programa de espectáculos, un programa en la televisión mexicana?

Lo mismo sucede con otros medios de comunicación, y la cosa no queda ahí, vayámonos al sector público o al privado para reconocer cómo la figura hegemónica patriarcal está plasmada ahí. Hombres —y cada vez más mujeres— de piel blanca, heterosexuales y cisgénero son quienes predominan.

Seamos honestos, la blanquitud penetra en México, está arraigada desde la conquista, de ahí la necesidad de repensar los privilegios y de replantearse la posibilidad de un país equitativo en oportunidades, eliminando las barreras raciales que aún persisten.

Cualquier extranjero que tenga como única referencia la televisión mexicana, pensaría que en México la gran mayoría de la población es blanca.

Como bien expone Fabrizio Mejía en su columna de Sin Embargo, el hashtag #Nacos, que se viralizó durante el concierto de Grupo Firme hace algunas semanas en el zócalo de CDMX, así como el atentado de homicidio de Daniel Tabe —Lord Cuchillo—, estos casos no son aislados, están interrelacionados.

Una persona común y corriente, morena, con un salario promedio, que no sea familiar de un alcalde panista, que no sea dueño de taquerías, esa persona promedio, de haber atentado contra la vida de un servidor público durante su jornada de trabajo, muy probablemente no se encontraría en arresto domiciliario; ya estaría en la cárcel y se hubiera llevado una golpiza.

Sin embargo, los privilegios de la blanquitud se hicieron presentes en ambos escenarios. En principio, el abuso del poder económico y su inherente delirio de grandeza fueron los que impulsaron a Daniel Tabe a actuar de esa manera, violenta e impulsiva, incentivándolo a amedrentar con una especie de machete al servidor público, sin importar las consecuencias legales porque, por un lado, tiene a su hijo en el poder político; por el otro, al abogado, por el poder económico.

Se siente protegido, invencible, injuzgable e intocable por la ley. Aquí también interfiere otro factor político, adherido a la derecha sucia: el pensar a los servidores públicos como empleados y pensarse a sí mismo como el patrón, y en una dinámica jerárquica de poder, el patrón está encima del empleado, por lo tanto, el patrón se siente con el derecho de imponer sus reglas al empleado, y si éste se “rebela”, hay que acuchillarlo.

Ojo, con esto no quiero decir que la blanquitud sólo está en la derecha, si bien es un escenario común, no es exclusivo de allá. Blanquitud también hay en la izquierda.

Vuelvo al #Nacos, a ese hashtag de la discriminación que busca la criminalización a partir del color de piel. Al prieto se le adjudica la mugre, la suciedad, la pobreza, la precariedad, la delincuencia. ¿Quién lo adjudica? El pensamiento blanqueado.

La blanquitud no es cuestión de pieles blancas, sino de un pensamiento racista, y éste lo puede adoptar cualquier persona, cualquier tono de piel. Para ser racista no se necesita ser blanco, del mismo modo en que no se necesita ser hombre para ser misógino.

El meollo del asunto radica en desconocer o hacerse de la vista gorda con los privilegios propios, tal y como ocurrió a los conductores de ADN 40, tal y como ocurre en la actualidad a quienes deciden abrirle las puertas, dar oportunidades, dar un puesto de trabajo a alguien por el simple hecho de tener la piel blanca, pero también a quien niega que en la sociedad hay una diferencia de oportunidades laborales por razones pigmentocráticas.

La discriminación inversa no existe, una población vulnerada no puede discriminar a una población hegemónicamente privilegiada.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.