Hay suficiente evidencia científica de que el glifosato envenena a los animales, dice Silvia Ribeiro, una de las especialistas más reconocidas en el tema. En entrevista, explica que el problema de la propuesta presentada por la Secretaría de Agricultura es que no plantea un plan de transición para prohibir el herbicida, como ya ocurre en otros países
Texto y fotos por Daliri Oropeza
Silvia Ribeiro tiene más de 26 años estudiando los impactos sociales, económicos, ambientales y de salud que provocan los transgénicos y los paquetes tecnológicos de la agroindustria.
Es la directora para América Latina del grupo de ETC (Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración) que tiene reconocimiento consultivo ante la ONU, y una de las voces más respetadas en México para hablar del medioambiente. Sus últimas investigaciones profundizan en los impactos de nuevas biotecnologías la nanotecnología.
Hablamos del glifosato, el herbicida que ha sido prohibido en varios países del mundo por producir cáncer y cuyo uso en México ha tensionado las presiones dentro del gabinete de Andrés Manuel Lóperz Obrador.
En entrevista con Pie de Página, Ribeiro asegura que hay suficiente evidencia científica sobre la toxicidad del glifosato y sus repercusiones en la salud, como el cáncer. También desmenuza la relación entre el veneno que producen las empresas fabricantes de agrotóxicos y la letalidad que ha tenido la covid en México.
El negocio de los agroindustriales no está en las semillas, dice, sino en los agrotóxicos. Nos quieren convencer de que no se puede producir sin glifosato, cuando durante miles de años se sembró sin el herbicida y sólo se ha usado el último medio siglo.
“Lo necesitamos -dice- no son más estudios sobre glifosato (como propuso la Secretaría de Agricultura), sino un plan coherente de transición a una agricultura sin químicos”.
En el mundo hay una cantidad enorme de investigaciones sobre glifosato, dice Ribeiro. La mayor cantidad de investigaciones sobre el tema es la que reunió el grupo de expertos en investigación sobre el cáncer, por pedido de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son 17 expertos de 11 países, que no están vinculados a la industria. La evaluación, desde 2015, es la que ha promovido la discusión mundial sobre el glifosato.
“Ellos llegan a la conclusión de que el glifosato, que estaba en la categoría 3, hasta ese año, en realidad debió de haber estado en la categoría 2A, que es la de probable cancerígeno”, dice Ribeiro.
“El estudio dice dos cosas: que el glifosato es cancerígeno en animales. No es ‘probable’. Es cancerígeno en animales, porque han realizado experimentos con ellos. Las evidencias las tienen sobre todo en Escandinavia. Hay glifosato en el surgimiento de un tipo particular de cáncer: linfático, de linfoma no Hodgkin. Lo que pasa que en humanos no se puede experimentar para decir: es cáncerígeno. Entonces dicen ‘probable cancerígeno’. Pero estas dos conclusiones, y otras (han encontrado evidencias de que es disruptor endócrino), hacen que la OMS diga: ‘el glifosato es altamente peligroso’”.
¿Qué tan peligroso?
“Sólo para darte una idea: hay cuatro escalones dentro de lo que es peligroso para la OMS. Las radiaciones ionizantes de los rayos X o la radiación nuclear están en el uno. Poner el glifosato en el 2A es realmente muy alto, es como decir: ‘si te expones a ellas directamente te va a dar cáncer’. El mensaje de la OMS es muy fuerte”.
Hasta hoy, hay más de mil cien estudios científicos arbitrados -quiere decir revisados por pares- que muestran diferentes aspectos de toxicidad del glifosato.
Aparte está el caso de los tres juicios ganados contra Monsanto, el inventor del glifosato (lo desarrolló en 1972 y lo registró con patente en 74).
“El primer caso que hay de un juicio en Estados Unidos contra Monsanto es por envenenar a la gente con glifosato. Hay precedentes judiciales de un jardinero de escuela, de 42 años, Dewayne Johnson. Durante dos años trabajó en una escuela. Para controlar las hierbas que crecen en el parque de la escuela usó glifosato. El hombre en este momento tiene cáncer, está en juicio desde hace varios años por eso. Logró demostrar con sus abogados que la razón es el glifosato. Condenaron a Monsanto a pagar 80 millones de dólares a este hombre”.
Hoy hay más de 100 mil juicios contra Monsanto en Estados Unidos en este momento por esta misma razón: el uso de glifosato. “Porque lo demostraron desde el primer juicio del jardinero Dewayne Johnson y luego lo vuelven a demostrar en el segundo y en el tercero, y en los que siguen pendientes. Monsanto sabía que el glifosato es cancerígeno, pero lo ocultó”.
La peligrosidad del glifosato está sobre la mesa. Decir que se van a hacer más estudios, como plantea al Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) es una repetición de la misma estrategia de los fabricantes de agrotóxicos. (Agroquímicos, aclara, es “la palabra neutral, agrotóxicos es la palabra más adecuada”).
Esa industria se ha dedicado a tratar de construir un discurso que minimiza la peligrosidad del glifosato. La manipulación viene de la propia industria que fabrica y usa el glifosato. “Es sobre todo la industria de los transgénicos; la misma que los agrotóxicos. Esta es la industria que trata de encontrar argumentos para usarlo. Hay instituciones de gobiernos que han sido, digamos, infiltradas por estos estudios fraudulentos de las empresas”.
Sin embargo, ese discurso no ha logrado revertir ni el estudio de la OMS, ni muchos estudios posteriores que llegan a lo mismo.
La patente de Monsanto duró veinte años. Hoy, la mayor de producción de glifosato en el mundo se hace en China. Incluso Monsanto compra el glifosato de China, porque le sale más barato que fabricarlo.
Ahora hay varios nombres comerciales de glifosato. Esa formulación tiene una serie de otros elementos coadyuvantes que también son tóxicos. Entonces, hay una combinación de toxicidades.
La trampa, dice Ribeiro, es pretender que se hagan nuevos estudios en los que participe la industria.
“Eso es lo que ellos quieren. Pero ¿cómo va a participar el que tiene interés de lucro en el estudio para ver los impactos del producto?”, cuestiona.
Hay dos estudios importantes en México, explica Ribeiro. Uno es en Jalisco, donde se realizó un estudio de la presencia de diferentes agrotóxicos, uno de ellos el glifosato, en orina de niños. Es un estudio que publicado y arbitrado: la prueba dio positivo al 100 por ciento de los niños, en varias comunidades.
El otro es de científicos como Elena Álvarez Buylla (actual directora de Conacyt), Emmanuel González Ortega, Alma Piñeiro, que en ese momento eran de la UNAM. Ellos analizaron la presencia de residuos de glifosato en alimentos en México, y lo que tuvieron fue un porcentaje muy alto de glifosato tanto en tortillas como en todos los elementos que tienen maíz o soya.
El glifosato en México se usa sobre todo en cultivos industriales, pero también se usa en cultivos más pequeños como herbicida y se también en jardinería. No solo en usos agrícolas. Es en este momento el herbicida más usado en el mundo, también en México.
El presidente López Obrador, explica Ribeiro, dijo en campaña que no iba a permitir transgénicos en México. Sin embargo, su gobierno ha permitido la siembra de algodón transgénico. Es un algodón tolerante a varias cosas, no es sólo al glifosato.
“Ahora salen los algodoneros a decir que necesitan el glifosato. Pues eso es mentira. México, centro de origen del algodón, lamentablemente planta algodón transgénico en una superficie grande”.
— ¿Cuál es la relación del glifosato con los transgénicos?
—En los últimos 30 años, hay una fusión total entre las empresas semilleras y las empresas fabricantes de agrotóxicos. De las empresas fabricantes de agrotóxicos, Monsanto, Syngenta, Bayer, Dupont, Dow, Basf, ahora de esas sólo quedan cuatro: Bayer-Monsanto, Syngenta de China, Corteva que es la la fusión de Dupont y Dow; y Basf. Si te vas a los orígenes, tienen más de 100 años fabricando veneno.
Ellas son las fabricantes de veneno en el mundo, dice Ribeiro. “Entre esas cuatro tienen más de tres cuartas partes del mercado mundial de agrotóxicos, y en México más de las tres cuartas partes en agroquímicos”.
Las cuatro (Bayer, Syngenta, Corteva, Basf) están en la directiva de la Asociación Mexicana de Semilleros (AMSAC).
“Es importante entender que cada palabra que sale de la boca del AMSAC es de la industria de los agrotóxicos. Hablan en función de su interés de lucro”, insiste.
“Las empresas de agrotóxicos se compran a todas las semilleras. Entre esas cuatro empresas tienen el 71 por ciento de todo el mercado mundial de semillas. Además, tienen el 100 por ciento del mercado mundial de semillas transgénicas. Más de 90 por ciento de los transgénicos que se venden han sido semillas tolerantes o manipuladas para ser tolerantes a un agroquímico de la propia compañía: el glifosato. En lo que más ganan no es en la venta de semillas sino que es en la venta del veneno, esa es su principal fuente de ganancia”.
Pone un ejemplo: antes, a la soya le echaban glifosato pero le tenían que echar una cantidad pequeña antes de que saliera la plantita. Otro poquito después de que salía la planta, y otro poquito al crecer, porque si le echaban el herbicida de golpe, mataban también la planta.
“Al hacerla resistente, solo echan una gran cantidad de golpe. En lugar de hacerle cuatro aplicaciones, que significa mano de obra, hacen una fuerte. Matan todo lo que está alrededor menos la planta transgénica”.
Sin embargo, en los lugares donde hay cultivos tolerantes a herbicidas, también generaron resistencia las malezas, por lo que cada vez tiene que usarse más glifosato. “Por eso aumentó exponencialmente la cantidad de glifosato que se usa en el mundo”, dice Ribeiro.
En este momento más de la mitad de glifosato que se usa en el mundo se usa en cultivos transgénicos, pero éstos son menos del 5 por ciento de la superficie agrícola plantada en el mundo. Eso significa que va aumentando el uso del glifosato aunque no aumente la superficie cultivada.
“Eso es un coctel tóxico muy fuerte en todos los componentes de agroquímicos que hoy día tienen glifosato, se usen para transgénicos o no, porque se vende todo el paquete”.
—¿En México por qué se usa, si los transgénicos están prohibidos?
— Los transgénicos en México no están prohibidos. Solamente están detenidos porque hay un juicio, con demanda legal que aún no se ha resuelto. Lleva siete años. Plantea que no se debe permitir en México. Lo que sí se resolvió, en el marco de la demanda, es que sí se podían hacer plantaciones experimentales.
—Ya tenemos agroindustra, paquetes tecnológicos, uso de herbicidas como glifosato. En noviembre, Semarnat detuvo la importación de glifosato y su eliminación para el año 2024. ¿Cómo se debería de regular? ¿O se debería prohibir por completo?
—La agricultura tiene 10 mil años. Durante 9 mil 950 hemos vivido de agricultura sin agrotóxicos. En los últimos 50 años imponen una agricultura basada en el uso de químicos, con una enorme uniformidad de cultivos que está en manos de poquísimas empresas. Tanto las semillas como del veneno. Eso les permite controlar toda la industria. Y estas son las empresas que nos dicen que sin este tipo de agricultura no podemos sobrevivir. Eso es una mentira. En este momento el 75 por ciento de la tierra agrícola en el planeta se usa para producir forraje. La mayoría con cultivos industriales con agrotóxicos para producir forrajes para animales encerrados en confinamiento. Menos del 10 por ciento llega a alimentar a la gente. Esa es la ecuación de la agricultura industrial.
Actualmente, se producen más de dos veces de la cantidad de cereales que se necesitan en el mundo para alimentar a toda la población. Y aún así, no alcanza. Al contrario, hay hambre en muchos lugares, porque la agricultura industrial tiene un porcentaje de desperdicio enorme.
“Desde el campo hasta la casa desperdicia el 50 por ciento de lo que produce. Pero hay otro porcentaje enorme de desperdicio que tiene que ver con que se produce un tipo de comida con conservadores químicos”, dice Ribeiro.
“Incluso los agrotóxicos han producido una serie de enfermedades que tienen que ver con cambios metabólicos. Eso hace que México tenga un porcentaje altísimo de letalidad. En este momento de pandemia por covid, es la obesidad la principal enfermedad por que muere la gente. Son cánceres del sistema digestivo. Todo eso está directamente relacionado a la agricultura industrial”.
El cálculo que hizo ETC – una investigación con tres ediciones en 13 años— es que, de todo lo que produce la agricultura industrial, sólo 20 por ciento le llega como alimento a la gente.
“Lo que sí sabemos es que el 70 por ciento de la humanidad depende de lo que producen los pequeños, o sea, la agricultura campesina, la agricultura familiar, sin químicos. La gran industria necesita una agricultura en donde cada vez hay menos gente, está hecha por tractores, con drones. Esos son los grandes monocultivos y claro ahí necesitan echar veneno”, dice Ribeiro.
“La trampa aquí es un tipo de agricultura industrial absolutamente concentrada en manos de pocas corporaciones, que tienen agrotóxicos y semillas. Y nos quieren hacer creer que la transición a una agricultura sin químicos es muy difícil. No es verdad”.
—¿Quien produce la comida influye directamente en la salud?
—En ETC hicimos un trabajo que se llama ¿Quién nos alimentará? ¿La agroindustria o la agricultura campesina? Es una comparación entre qué producen las dos redes. Mostramos que por cada peso que la gente paga en comida industrial, química, chatarra, la sociedad paga dos pesos más en salud y medio ambiente, daños de salud. Entonces, no hay, ni siquiera económicamente, una razón para mantener ese tipo de agricultura.
Lo necesitamos, insiste, no son más estudios sobre glifosato, sino “un plan coherente de transición a una agricultura sin químicos”; 17 países en el mundo ya han prohibido el uso de glifosato en forma directa o escalonada.
La trampa de la propuesta de Sader, dice, es que «en lugar de que diga: ´vamos a hacer una transición para la prohibición‘, dicen: ‘vamos a hacer un estudio donde participen otra vez las industrias‘. Por si fuera poco, quieren que lo pague el Conacyt. No quieren que se vaya a una transición escalonada. Lo que quieren es que se vaya a otra investigación. Y al final vamos a decir: no va a haber transición en 2024. Además, que no sabemos qué gobierno va a estar».
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