Pie de Página platicó en Glasgow con la especialista en políticas agrícolas Ana María Loboguerrero, sobre un tema poco visible en la conferencia sobre el clima: la política agrícola y nuestra responsabilidad como consumidores para enfrentar el cambio climático
Texto: Aleida Rueda
Fotos: Especial
GLASGOW, ESCOCIA.— Desde los abarrotados pasillos de la Conferencia de las Partes, la especialista colombiana en temas agrícolas Ana María Loboguerrero es testigo del poco espacio que ha recibido la agricultura en el evento climático más importante del mundo.
Para la directora de Investigación de Acción Climática de la Alianza de Biodiversity International y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), la agricultura se suele ver como un tema de provisión, pero no de estrategias; como un problema, pero no como una solución para la emergencia climática.
A pesar de que el tema no tiene un papel protagónico, Loboguerrero reconoce que ha habido un avance importante en la inclusión de la agricultura en el debate climático. Sin embargo, faltan políticas agrícolas que pongan en el centro de las discusiones al agricultor y, por otro lado, una toma de conciencia por parte de la ciudadanía para establecer una relación directa entre lo que llega a nuestra mesa y lo que se siembra en nuestros países.
Pie de Página platicó con la especialista después de su participación en un panel organizado por la Organización Mundial de Agricultores, sobre políticas públicas en agricultura.
—Durante muchos años la agricultura y las políticas agrícolas no han sido un tema protagónico en las conferencias sobre la emergencia climática. ¿Por qué es un tema escondido?
—Siempre hubo una aversión a la agricultura. A los gobiernos les preocupaba que hubiera repercusiones para sus países en términos de comercio. El sector agropecuario es uno de los que más emisiones genera a nivel global. Por eso, a las economías que se basan en mayor medida en el sector agropecuario les preocupaba que sus exportaciones pudieran ser afectadas por las restricciones que se pusieran en el comercio. Ha sido un proceso lento para que la agricultura se meta en el tema climático.
—Y aunque el tema ha ganado terreno, no parece suceder lo mismo con sus actores. En el panel se dijo que generalmente se invita a los agricultores “a la mesa”, pero no a la “cocina” de las soluciones climáticas. ¿Por qué hay políticas públicas y discusiones climáticas como ésta que se enfocan en mejorar las prácticas agrícolas a favor del medio ambiente, pero sin incluir a los y las agricultoras?
—La investigación nos ha mostrado que hay que incorporar en nuestros proyectos a quienes queremos beneficiar. Si queremos ser exitosos y que el conocimiento y las tecnologías sean aceptadas para mitigar los efectos del cambio climático, el proceso de desarrollarlas debe incluir a los agricultores. Lo mismo pasa en conferencias de este tipo. Hay discursos de ministros y presidentes, pero ¿cómo hacemos para que estas discusiones no estén alejadas de la realidad de nuestros agricultores? Una dificultad es que resulta más fácil traer a un ministro o un presidente, que a un número representativo y diverso de los agricultores para que tengan una voz fuerte. Para nosotros es importantísimo incluir la voz y presencia de los y las agricultoras porque son ellas quienes sufren la variabilidad climática todos los días. Y lo cierto es que no ocurre solo con la agricultura, en general se hace política sin conocer las realidades locales.
—¿Qué tipo de cosas han aprendido, desde la investigación, sobre cómo puede permear la conciencia climática entre quienes trabajan la tierra?
—Una de las cosas clave es el intercambio de experiencias de campesino a campesino. Muchas veces, si uno llega de una realidad alejada al campo a hablar de cambio climático, y a decir que la agricultura contribuye a la variabilidad climática, pero también puede ser una solución, es diferente a que si un campesino le cuenta a su amigo sus propias experiencias y cambios de prácticas agrícolas. Si un agricultor le dice a otro: “mire, yo estoy explorando esta técnica, estoy orgulloso de cómo soy parte de la solución” puede generar una toma de conciencia más generalizada y genuina. Muchas tecnologías que vienen de países desarrollados no sirven en los nuestros, por eso importa tanto intercambiar experiencias entre países que tienen condiciones similares en temas de vulnerabilidad climática, pobreza y falta de capacitación. Ahí podemos aprender unos de otros.
—¿Qué cambio en la práctica agrícola te parece el más urgente para responder a la emergencia climática?
—La “tecnología” por excelencia que nos ofrece la naturaleza para ser parte de la solución climática es dejar de cortar y sembrar más árboles. Entonces todas las medidas que apoyen el hecho de no talar los bosques son parte de la solución. Lo cierto es que muchas veces la necesidad de talar el bosque ocurre por la necesidad de extender la frontera agrícola debido a que los ingresos que los agricultores están recibiendo por sus cultivos son insuficientes. Entonces es un tema interesante de política pública: ¿cómo hacemos para que nuestros campesinos tengan la productividad necesaria en sus cultivos para que no tengan que talar el bosque? Eso es un tema. Y tienen que ver con cómo aumentamos la productividad de los cultivos contemplando siempre la salud del suelo.
Y otro, muy relacionado, es el tema de la ganadería, que también implica talar bosques con el fin de ganar terreno para el ganado. En esos casos, hemos visto que los arreglos silvopastoriles funcionan. Esto significa poner en el mismo sitio ganado y árboles. Sabemos que la ganadería representa ganancias para los agricultores, no puede desaparecer, pero de alguna manera se puede compensar con la presencia de los árboles, pues ofrecen varias ventajas en temas de biodiversidad y servicios ambientales. Hemos hecho muchos estudios que muestran que si los países aumentan sus arreglos silvopastoriles (juntar las vacas con los árboles) y agroforestales (juntar árboles con otros cultivos) puede ser un cambio importante para cumplir con las metas del Acuerdo de París. Pero es un tema de política pública, porque debe haber incentivos para que quienes tradicionalmente hacen una ganadería extensiva puedan identificar cómo estos cambios pueden beneficiarlos.
—¿Se puede hablar de políticas agrícolas contra el cambio climático sin hablar de la ciudadanía y de la forma en la que consumimos?
—No. Los consumidores tenemos un papel importantísimo. La decisión que yo tomo sobre el tipo de comida que pongo en mi plato tres veces al día determina la decisión que toma el agricultor de si tala un árbol o no. Si queremos responder al reto climático, desde el consumo tiene que haber cambios. Si no los hay, no vamos a poder llegar al Acuerdo de París, ni alcanzar la meta de 1.5°. Esto no es un tema de solamente los ministros, o de solamente los agricultores; esto es un tema donde todos podemos ser parte de la solución y no del problema, y mucho de esto tiene que ver con nuestros hábitos de consumo. Creo que lo mínimo que debemos hacer como ciudadanos es ser consumidores informados. Muchas personas pueden pensar que la leche que compran en el supermercado se generó ahí, cuando en realidad hay muchas vidas detrás que hicieron posible que llegara a sus mesas. Por eso, es vital saber de dónde viene lo que te estás comiendo, y si eso viene de una zona de deforestación clave que no se debería tocar, pues al consumirlo estarías contribuyendo al cambio climático. Así que lo primero es la información. Ya después cada uno decidirá qué hará con su vida, si quiere seguir consumiendo de la misma forma, si quiere comer carne o no, es una decisión muy individual. Pero por lo menos que las decisiones que estemos tomando sean informadas.
Periodista de ciencia. Es comunicadora de la ciencia en el Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM, cofundadora y expresidenta de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia. Escribe para SciDev.Net, Salud con Lupa , Fundación Gabo, entre otros. Estudió Periodismo en la UNAM y tiene estudios de posgrado en periodismo por la universidad española Rey Juan Carlos y el Instituto Indio de Comunicación de Masas, en Nueva Delhi.
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