El MET es en gran parte conocido por la importancia que le da a la vestimenta dentro del mundo del arte, a través de esta retrospectiva acerca al mundo a los andares y a la historia de la moda en torno al kimono.
Twitter: @EvoletAceves
En el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York, ubicado en uno de los contornos de Central Park, sobre 5th Avenue, también conocido por ser la sede anual del MET Gala, está exhibida la exposición que durará hasta el 20 de febrero del año entrante, y que tiene como objetivo central mostrar esa pieza única de la vestimenta japonesa tradicional: el kimono.
La exposición comprende desde finales del periodo Edo (1615 a 1868), hasta los inicios del siglo XX.
Kimono Style, nombre que lleva esta exposición, es la muestra del coleccionista de arte japonés John C. Weber, y entre los objetos se encuentran, además de kimonos, esculturas pequeñas, máscaras, dibujos e ilustraciones a color, telas con patrones, ensamblajes de vestidos y trajes masculinos.
De estos últimos, llamaron mi atención los trajes de bomberos, a quienes la sociedad japonesa urbana guardaba, principalmente en el periodo Edo, un profundo respeto. Los bomberos japoneses portaban trajes que denotaban su alto estatus en la sociedad, en la parte alta una especie de camisa larga y un abrigo de doble vista, llamado hikeshi-banten, y el cual estaba hecho de un grueso algodón acolchonado con grabados en su interior, asimismo, guantes y pantalones del mismo material. No se asemeja para nada con el traje occidental de los bomberos; el traje para combatir al fuego en Japón en el periodo Edo daba una apariencia magistral, principalmente por esta especie de capa-abrigo sostenido por los hombros.
Llamó mi atención un particular traje de samurái, utilizado a mediados del siglo XIX, con corte T, mangas espectacularmente amplias y pantalones anchos y ligeros con el mismo estampado: olas de mar que simulan librar una batalla contra el viento, con un fondo color anaranjado, este mismo traje fue posteriormente adoptado por el teatro.
Y hablando del corte T, uno de los cortes más exhibidos y reconocidos como la imagen del kimono, hay un vestido llamado katsugi, utilizado por las mujeres de Kyoto a lo largo del periodo Edo, con estampados de crisantemos y estilizado con motivos naturales, de hojas de cáñamo en la parte baja.
Los materiales variaban, pero sobresalía la seda y el satín por encima de las demás. Las esposas de los samuráis eran también distinguidas en la sociedad, por lo que su vestimenta era una variación del corte T, con lo que parecieran ser hojas o alas humanas que nacen por debajo de la zona axilar y se van expandiendo simétricamente en forma de medio triángulo hasta llegar a la parte baja. Uno de estos trajes es color beige, tiene un estampado de bambú con decorado de hojas de ginebra doradas, verdes, café claro y púrpura.
Uno de mis diseños predilectos fue el del diseñador japonés Rei Kawakubo, nacido en 1942, y reconocido por sus siluetas radicales que cuestionan las nociones convencionales de la belleza. Este traje hecho en 2016-2017, muestra la silueta de lo que pareciera ser un samurái con su traje de batalla metálico, no obstante, el traje carece de metal, está hecho de seda, poliéster, acrílico, nylon, acetato y algodón; el maniquí es un cuerpo femenino, da la impresión de que una mujer en este traje de batalla acaba de salir victoriosa, pero dejando rastros de una lucha que terminó por atrofiar algunas partes de la armadura, pues Kawakubo quería representar por medio de esta pieza impecable, y a la vez, a propósito maltratada, las revoluciones del siglo XVIII, combinando tradición y transgresión.
Otra de las piezas ejemplares fue la del diseñador francés Paul Poiret (1879-1944), reconocido por el abandono del corsé, y quien, a partir de este abrigo de opera realizado en 1911, muestra a una mujer liberada de ataduras en su vestimenta, vestido de corte rectangular hasta el piso, color beige, y con una capa también de corte rectangular con un estampado negro y dorado, la capa cae ligeramente por los hombros cubriendo los brazos, formando una V de lo que pareciera ser terciopelo negro en el pecho del maniquí.
Un bustier rojo, que es a la vez una escultura plastificada de apariencia metálica, fabricado por la diseñadora japonesa Issey Miyake (1938-2022) para su colección otoño-invierno de 1980-1981, en el que aborda la experimentación de lo heterodoxo con materiales humildes y de alta tecnología, como el plástico e hilo de alambre. Asimismo, esta pieza subvierte la idea de la vestimenta como ente separado del cuerpo, pues la apariencia del bustier es la de un torso femenino desnudo, con el ombligo, los senos, la cintura curveada y la línea vertical del vientre marcada, que en la parte baja tiene ciertos pliegues que vuelven a recordar a una tela, y contribuye también a la filosofía de la diseñadora, basado en la estructura del kimono, de dejar un espacio intermedio entre el cuerpo y el atuendo. Una segunda piel que imaginariamente hace pensar en el cuerpo femenino como armadura, sin dejar la carga erótica y estilística de lado.
Esta exposición muestra la importancia de la vestimenta —en este caso, del kimono— como valor artístico.
El MET es en gran parte conocido por la importancia que le da a la vestimenta dentro del mundo del arte, y, a través de esta retrospectiva, acerca al mundo a los andares y a la historia de la moda en torno al kimono.
Por último, el diseño gráfico y la curaduría de la exposición fueron ejemplares, la iluminación, la correcta adecuación de las salas y la distribución de los espacios fueron seleccionados con precisión, así como los colores y la tipografía utilizados en la propaganda. Sólo veo un único detalle: hubiera disfrutado ver más abanicos, en toda la exposición sólo se mostró uno, y los abanicos son parte fundamental en la moda japonesa.
Évolet Aceves
Twitter: @EvoletAceves
Instagram: @evolet.aceves
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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