Convertido en activista tras el asesinato de su hermano y su cuñado, Julián LeBarón se convirtió en un ícono del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que en 2011 movilizó a miles de víctimas de la violencia. Desde entonces advirtió: el gobierno no va a frenar la violencia, la única salida está en la movilización de la sociedad
Texto: Redacción Pie de Página
Foto: Archivo / Lucía Vergara
Videos: Celia Guerrero y José Manuel Jiménez
En 2009 padeció el secuestro de su hermano Eric. Después de hacerlo público, la familia LeBarón logró que fuese liberado. Pero meses después, otro de los hermanos LeBarón, Benjamín, y su cuñado, Luis Widman, fueron retenidos y después asesinados.
En marzo de 2011, en medio de la crisis de violencia en todo el territorio mexicano, desatada por la mal llamada “guerra contra las drogas” del presidente Felipe Calderón, Julián LeBarón se sumó al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que inició el poeta Javier Sicilia.
Juntos, recorrieron el país para visibilizar a las víctimas, que se contaban por decenas de miles.
La ya escandalosa cifra de las víctimas de la guerra rondaba los 60 mil asesinados, y poco se hablaba de los desaparecidos.
LeBarón tenía clara su postura sobre la movilización ciudadana y la distancia que debían guardar con las autoridades. Los seres humanos, decía, somos incapaces de ver una atrocidad hasta que vemos una alternativa: la movilización ciudadana ante la violencia.
En una entrevista realizada por un equipo de periodistas de la Red de Periodistas de a Pie para el capítulo «Voces de la Guerra», del proyecto multimedia Entre las Cenizas, Historias del vida en tiempos de muerte, Lebarón describió la inoperancia del gobierno con metáforas sencillas: “Si con quien juegas te hace chapuzas, no puedes seguir jugando con ellos (…) Es como seguir arreando a una mula que no sabemos si está borracha o está muerta, pero no se mueve. Los ciudadanos deben mover la carreta por sí mismos”.
Una década después de los asesinatos de sus familiares, la violencia volvió a alcanzar a la familia del activista. Las muertes violentas se han quintuplicado y la herida que dejan los 40 mil desaparecidos corroe al país.
Éstas son las voces de miles de personas que hace casi 10 años que salieron a las calles de todo el país a exigir a las autoridades detener una guerra que se iba perdiendo. Pero nadie las escuchó.
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