Jalisco: desaparecer hasta volverse cenizas

9 abril, 2019


Desaparecer personas se volvió una rutina en el Semefo de Jalisco. Datos inéditos obtenidos develan el uso sistemático e “ilegal” del horno crematorio y las inconsistencias en los registros de mil 559 cuerpos no identificados que fueron convertidos en cenizas

Texto: Darwin Franco Migues

Fotografía: Héctor Guerrero Ilustración: Abril Durruty

Proyecto: A dónde van los desaparecidos / ZonaDocs /
Quinto Elemento Lab

De él había sólo cenizas, una bolsa plástica con restos humanos.

Se llamaba Óscar Ramírez Reyes. Tenía 20 años. Su primera desaparición fue el 7 de febrero de 2014 cuando se lo llevaron unos presuntos policías municipales de Tlajomulco de Zúñiga.

Catorce días después, el 21, una noticia estremeció el corazón de sus familiares: la Fiscalía General de Jalisco había localizado una fosa clandestina con cuerpos cerca del lugar donde Óscar había sido visto por última vez.

Sin embargo, en el Servicio Médico Forense (SEMEFO) les informaron que ninguno de los cuerpos exhumados en aquel entierro clandestino, 19 en total, correspondía con las características físicas de Óscar: joven alto, delgado, de ojos grandes con expansores en ambas orejas y ojos claros que le hicieron ganar un apodo: “El Gato”.

Aunque dudaron de esa versión, decidieron confiar en la autoridad.

20 meses después supieron que el cadáver de Óscar sí había sido exhumado de aquella fosa. Supieron también que aquel día que preguntaron en el SEMEFO, su cuerpo sí estaba ahí. Supieron que los errores en la integración de la carpeta de identificación, así como el mal proceder del Ministerio Público (MP) a cargo de su investigación, ocasionaron que el cuerpo de Óscar hubiera permanecido durante 32 días registrado como persona no identificada. Como NN, lo que es lo mismo: No Nombre.

Y supieron, sobretodo, que el 25 de marzo de 2014, mientras ellos insistían ante las autoridades que lo buscaran, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) solicitaba a la Fiscalía General de Jalisco (FGJ) el permiso para incinerar los restos de ése y otros 20 cuerpos NN.  

El día que Verónica Reyes, la madre de Óscar, decidió que no se movería de ese sitio hasta saber la verdad, una trabajadora social le comentó lo “injusto que era que no le dieran información tan dolorosa”. Así fue como la familia supo que Óscar había muerto. Y que ya no existía su cuerpo.

Fue hasta el 31 de octubre de 2015 cuando el joven recuperó su identidad, después de que por fin la Fiscalía otorgó al padre de Óscar la autorización para que le practicaran la prueba de ADN y que ésta pudo ser confrontada con el banco genético de IJCF. No sólo fue gracias a la genética, también lo constataron con unas fotografías que la Fiscalía había tomado al cuerpo antes de meterlo al horno; imágenes que había ocultado y negado que existieran.

Hoy esa familia sabe que si las pruebas de ADN se hubiesen hecho en cuanto presentó la denuncia por desaparición, como marca el Protocolo de Atención en Casos de Desaparición de Personas para el Estado de Jalisco; si le hubieran mostrado las fotografías forenses tomadas a los cuerpos exhumados y si hubieran preservado los cuerpos, como obligaba la Ley General de Víctimas, aquel 4 de noviembre de 2015 hubieran recibido la osamenta de Óscar. No una bolsa con unos cuantos kilogramos de cenizas.

Pero no fue así con Óscar ni con los 20 cuerpos con los que fue incinerado, entre ellos el de una mujer.

Según los datos del IJCF obtenidos a través de solicitudes de información pública, sólo uno de estos cuerpos fue entregado a su familia. Debería ser el polvo cenizo que supuestamente pertenecía a Óscar; sin embargo, el registro indica que las cenizas entregadas correspondían al cuerpo de un hombre de 50 años que murió estrangulado, no a las de un veinteañero. Nadie con las características de Óscar aparece como entregado a su familia. ¿Por qué la información no coincide? Es una de las preguntas que IJCF debe responder para garantizar que los registros sean confiables.

Esos cadáveres corrieron la misma suerte que otros cientos que, entre 2006 y 2015, ingresaron a las morgues de Jalisco donde no había voluntad para identificarlos: ésos que el instituto forense, con el aval de la Fiscalía del estado, cremó sistemáticamente.  

¿Cuántos? En total fueron mil 559. Todos reducidos a polvo.

Con la incineración se consumó su segunda desaparición.

La sistemática incineración de cuerpos

El horno crematorio del instituto forense fue acondicionado en las instalaciones del SEMEFO, ubicadas entre el Panteón de Belén y el viejo Hospital Civil de Guadalajara, construidos a fines del siglo XVIII en pleno centro histórico de Guadalajara. La estructura añeja del edificio daba al anfiteatro un ambiente lúgubre por sus techos altos, la humedad en sus paredes y la escasa iluminación.

Construido en 1997, el horno contaba con dos bandejas individuales para incineración y tenía capacidad para cremar hasta 20 cuerpos por día, según el archivo de adquisiciones del propio IJCF.

Dale clic para leer la historia completa en ZonaDocs

Periodista independiente radicado en Guadalajara, Jalisco. Creo en el periodismo es uno de los instrumentos más preciosos para la paz porque permite a la gente reconocer que hay una suma de esfuerzos individuales y colectivos a los que pueden sumarse.

Fotoperiodista mexicano que ha participado en varios proyectos relacionados con la migración en México. Becado por la Sociedad Interamericana de Prensa para realizar un proyectoDocumental y participar en el Máster de fotoperiodismo avanzado, donde trabajó bajo la tutoría de María Mann (2003).
Trabajó en la agencia Internacional France Press basado en México y desarrolla un proyecto personal sobre el impacto ambiental en el país.

Relacionado