La filóloga Silvana Rabinovich narra los procesos en los que se construyó el actual discurso sionista. Da palabras para describir el horror que presenciamos actualmente, pero se niega a perder la esperanza. Hay algunas semillas que pueden traer una paz verdadera, explica.
Por Lydiette Carrión / @lydicar
Hay esperanza, pero no para nosotros, resume Silvana Rabinovich una hora de plática en torno al sionismo y el genocidio que se lleva a cabo en Palestina. A primera instancia suena una sentencia de muerte, pero no es así. Hay que rascar un poco para entender que se trata de una fórmula que devuelve una esperanza en el futuro.
Llego a la entrevista (también «se llega» a las entrevistas que se realizan por medio de zoom) con la cabeza desorganizada, rumiando desde hace semanas imágenes de niños y bebés muertos en bombardeos, o con fósforo blanco, o de hambre y sin respirador en un hospital. Un mes en el que es difícil pensar en otra cosa, ante tal despliegue de violencia y de crueldad. No he podido pensar con claridad desde entonces y me sorprende que haya gente que continúa sus rutinas. Es hasta ahora, como dice una amiga historiadora, que entiendo cómo es que el nazismo logró asesinar a 6 millones de judíos y otros 5 millones de gitanos y comunistas. Así, cometiendo atrocidades, mientras la gente seguía yendo a cafés, a la escuela, continuaba leyendo el periódico en una banca.
Así que esta entrevista no es “normal”, porque hay un contexto que rebasa toda numeralia: bombardeos, muertes, asesinatos de niños y niñas, sus madres… Lo primero que Rabinovich hace es ofrecerme palabras para poder describir mi propio estado: “supraliminal”, dice, un concepto acuñado por el filósofo Günther Anders, para describir algo tan inmenso que nos rebasa y nos impide incluso sentir. “Toda esta situación es así, supraliminal”.
La historia de Rabinovich es la de una joven judía, argentina, criada en el sionismo, que fue –como muchos otros jóvenes– a estudiar a Israel. Ahí se percató de que el amor y los ideales que le inculcaban en casa no tenían correspondencia con la realidad del despojo de territorio contra personas palestinas. Estudió de forma particular la biblia, sin embargo. Y regresó a Latinoamérica, a la ciudad de Rosario, en Argentina, y luego a México.
Ella explica que cada que se señala lo que hace Israel se le acusa de antisemita.”Que si quiero tanto a los palestinos porque no me voy a vivir a Gaza. Pero todo lo que digo, lo digo porque soy judía –enfatiza–. Se impuso una narrativa que es falaz, peligrosa y tiene un tinte genocida que hay que nombrarlo”.
Con todo ese profundo conocimiento sobre la biblia y amor por el pueblo judío al cual pertenece, Rabinovich escribió La biblia y el dron, donde explora el uso que hizo del hebreo para acuñar un discurso bélico. Históricamente, el hebreo sólo se utilizaba en la liturgia o en asuntos religiosos. Pero a partir del siglo XIX, cuando comienza la idea del sionismo, el hebreo es secularizado –ella considera que esto fue un error–y se usa en el día a día, y con ellos conceptos que se utilizaban para designar procesos religiosos profundos fueron usados para señalar aspectos militares.
Es así, explica en su libro, que la Biblia es expoliada, y se le da un mal uso, con el fin de justificar una guerra. Y no cualquier guerra, como escribe el recientemente fallecido Enrique Dussel en el prólogo de La biblia y el dron, sino que se trata de “una guerra desigual del mejor ejército del Medio Oriente (con armas atómicas en última instancia) ante un pueblo desmilitarizado, inerme, cada vez como menor territorio, sin los pozos de agua sustraídos por colonos, y arrinconados a morir de inanición. A veces, ingenuamente, lanzan cohetes caseros y son repelidos no por el “ojo por ojo”, sino por “un ojo por cien ojos”, esto último de los palestinos”.
Silvana tira algunos mitos: “Esto no es un conflicto milenario. Yo no estoy de acuerdo con eso. Eso es una pereza irresponsable. Creo que hay que ponerse las pilas”.
“Durante más de mil años judíos convivieron con musulmanes”, explica. Y aunque por supuesto se presentaron algunos problemas, como en toda convivencia, “no es idílico, como en cualquier convivencia”, pero lo hicieron. Finalmente, advierte, ambos son pueblos semitas, ambos son hijos de Abraham. Incluso, agregaría más tarde, a inicios del siglo XX, antes de la segunda Guerra Mundial, cuando llegaban algunos judíos a Palestina, fueron los palestinos –árabes, tanto musulmanes como cristianos– quienes les enseñaron a labrar la tierra de ahí,
El antisemitismo, explica, es un asunto europeo. “Esto tuvo que ver con la acusación de que los judíos mataron a Jesús” (esto, en la Europa de siglos pasados. También en la Rusia zarista, y luego en el siglo XX viene el nazismo). Dicho de otro modo, el odio a lo que es judío radicaba en Europa, no en Palestina.
Ya en el siglo XX, el sionismo se siguió fortaleciendo. Pero al interior de este movimiento, que tenía una enorme nostalgia por tener una tierra, por el monte Sión (de ahí viene la palabra sionismo), había propuestas distintas. Martin Buber, por ejemplo, proponía una tierra para dos pueblos. No había una idea nacionalista propiamente, sino de convivencia. Sin embargo, sí que había otros movimientos dentro del sionismo que consideraban que debía haber un Estado nacional.
Y este fue el que recibió el apoyo de Gran Bretaña, con la finalidad también de detener otras migraciones. “Lo que te quiero decir con esto es que al principio hubo discusiones fuertísimas, el sionismo no siempre fue esto”.
–¿Y ahora?
–Ahora está la idea binacional. Pero habemos los que pensamos que la utopía es la forma más seria de la política.
La doctora Rabinovich respira un momento. Necesita acomodar lo que va a decir:
–Ahora yo no creo que haya un plan escrito… [pero hasta] la forma de vida del kibutz, que es una forma de justicia, igualitario, y ahora forma parte del proceso colonial.
“No se le daba trabajo a los palestinos.. Porque el kibutz está en contra del trabajo asalariado”. Pero entonces llega el kibutz, una forma organizativa igualitaria, idealista, que no da trabajo a las personas del lugar, explica. Y se instrumenta esta utopía para la colonización. “El talmud dice: quitarle el trabajo a alguien es una forma de matarlo”, pues bien, los kibutz quitaron trabajo a las personas.
Ahora, explica, así está Cisjordania. Aislada de los pozos de agua, sin trabajo. Luego en 2006, Israel desconectó a Palestina. “Dejó el territorio de Gaza totalmente cerrado y a merced de pruebas bélicas…”.
La pregunta no la hago, pero ella responde. ¿Qué hay de Hamas?
– Hamas atendió socialmente a su población. Es un grupo extremista, es una fuerza extremista. Pero qué decimos de las últimas elecciones de Israel, también eligieron mal. Cuando Gaza elige mal, se le empieza a castigar.
Rabinovich respira, trata de ordenar todo lo que tiene que decir, en un esfuerzo desesperado por transmitir esta historia tan llena de abusos, esta crisis que ahora nos lleva a esta crisis supraliminal.
“Estuve en junio pasado en Ramala… es área A. Cisjordania se divide en 3 áreas. Hay una área A, administrativa, el área B, que es mixta, y el área C, que es exclusivamente israeli.
Yo vi cuando entraron cinco carros blindados para hacer explotar un departamento de una persona presa, –se encuentra presa en Israel–. Escribieron en papeletas que era un “castigo colectivo” (¿por qué se puede imponer un castigo colectivo?). Papelitos que tiran desde el cielo. Esto fue el 8 de junio de 2023-. La cuestión es que [el ejército] va estas horas para poner explosivos suficientes para explotar un departamento.
“Incluso veías a los jóvenes tirando piedras y bombas molotov. Y así actúan, como invulnerables, como dioses en la tierra…
–Frente a este panorama, ¿hay esperanza?
–Fíjate… Kafka había dicho que hay mucha esperanza, pero no para nosotros.
La esperanza no es para nosotros, es para las generaciones que vienen. No hay esperanza para nosotros, pero sí la que podemos construir para el futuro.
Todavía hay palestinos que todavía están escribiéndonos, muchos están de acuerdo en que la solución de vivir juntos en la tierra y con igualdad de derechos para todos
En 1967 hubo otro movimiento super interesante entre judios y palestinos internacionalistas.
Que los hijos de Abraham vivan juntos en una sola tierra…
Una segunda semilla de esperanza. El pasado de 7 de octubre, explica, lo que ocurrió fue atroz. No se justifica por ningún medio. Pero destaca que “ese gobierno [el israelí] no los defendió [a los judiós] y que ese muro lo tiraron.
“Hay algo que se rompió ahí. Entonces viene la vulnerabilidad reconocida: un Estado y un movimiento sionista no pueden borrar. Un movimiento sionista que ve la vulnerabilidad como un problema pero que no es así. Esa segunda esperanza es que al descubrir esa vulnerabilidad. Veo más voces que dicen: a ver, del otro lado también hay personas”.
La otra vez un profesor israelí dijo: “, un niño es un niño nazca donde nazca”… En fin, “hay mucho trabajo pero tenemos semillas que tenemos la obligación de hacer germinar”.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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