El conflicto armado entre Rusia y Ucrania llega a su primer aniversario con las mismas dudas que al inicio, y con la única certeza de que la guerra no terminará pronto.
Por: Alberto Nájar
Este viernes se cumple un año de la invasión de Rusia a Ucrania.
Lo que se pensó como un conflicto de corta duración se ha convertido en una larga batalla que apunta a prolongarse todavía más.
En estos 365 días el mundo occidental ha vivido varias etapas: al inicio hubo alerta y zozobra por el riesgo de una eventual escalada de las hostilidades hacia territorios de la OTAN.
Luego vino una crisis económica por la inflación que desató el conflicto. Ucrania es uno de los mayores proveedores de granos a Europa y Asia. Rusia extrae hidrocarburos a gran escala.
La caída en la producción alteró los mercados internacionales, de por sí en problemas por la pandemia de covid19. El alza de precios que generó el desabasto todavía se resiente.
A esto siguió un largo período de discursos y contrainformación, que incluyó sanciones económicas, culturales y deportivas hacia Rusia.
Desde diciembre el conflicto se encuentra virtualmente paralizado. Las tropas rusas, que a lo largo de 2022 tuvieron varios repliegues por razones tácticas o derrotas, se han mantenido con pocos movimientos en la zona sur de Ucrania.
La razón principal son las condiciones adversas por el invierno, no sólo por las bajas temperaturas sino porque al menos la mitad del terreno ucraniano se convierte, en esta época, en un verdadero pantano.
Eso no significa que haya una tregua porque siguen los combates en algunas regiones, así como los bombardeos rusos.
Donde no hubo pausas es en el terreno político. En las últimas semanas, por ejemplo, el presidente de Estados Unidos Joe Biden ha endurecido su discurso.
En una de sus últimas intervenciones el mandatario advirtió que Ucrania “nunca será una victoria para Rusia”. También visitó sorpresivamente a Kiev, la capital ucraniana.
El papel de los estadounidenses y sus aliados como la OTAN se ha modificado.
Al principio se limitaron a imponer sanciones al gobierno de Vladimir Putin, como un precio máximo para comprar petróleo y gas de Rusia.
Pero después enviaron apoyo militar directo, como misiles antiaéreos, vehículos artillados, fusiles automáticos y municiones.
En respuesta Putin suspendió la participación de Rusia en el último tratado de control de armas nucleares firmado con Estados Unidos.
Se trata del acuerdo New START (Tratado de reducción de armas estratégicas, por sus siglas en inglés) firmado por los dos países en 2010.
El presidente ruso también advierte que podría utilizar armas nucleares en el conflicto.
De hecho, en su discurso más reciente Putin aseguró que concluirá la última etapa de su programa de misiles balísticos intercontinentales llamado Sarmat.
China también cambió su papel que pasó de mantener una especie de distancia en el conflicto a ofrecer un acuerdo de paz, rechazado por Ucrania.
Mientras, de acuerdo con especialistas, ha entregado a Rusia armas no letales, drones y semiconductores para radares de misiles antiaéreos.
Este es el escenario al cumplirse el primer año del conflicto armado. ¿Qué sigue?
Hasta ahora queda claro que el conflicto no se resolverá en el corto plazo, e inclusive se espera un aumento en las hostilidades.
Rusia prepara una gran ofensiva para la primavera, cuando mejores las condiciones climáticas y de terreno.
Putin ha informado que 50 mil soldados que fueron reclutados en 2022 están ya en el frente de batalla, y a finales de año llegarán otros 250 mil que actualmente se entrenan.
En el otro lado de la trinchera aumenta la ayuda militar para Ucrania, aunque no con la celeridad que reclama el presidente de ese país, Volodímir Zelenski.
Por ejemplo, Estados Unidos ofreció enviar tanques Abrams 1, con tecnología y capacidad de fuego muy superiores a los T72 rusos.
Pero la entrega de los vehículos podrá concretarse hasta el otoño, reconocen analistas militares estadounidenses.
Lo mismo sucedería con los tanques alemanes Leopard 2. El envío se retrasó hasta abril porque el gobierno de ese país no está totalmente convencido de apoyar de esta manera a Ucrania.
A esto se suma el período de entrenamiento que necesitarían los soldados ucranianos para operar estos tanques modernos, así como el diseño de una estrategia eficaz para llevarlos al campo de batalla sin que sean destruidos por misiles rusos.
En el terreno diplomático tampoco se espera mucho progreso. La Asamblea General de la ONU emitió un resolutivo para exigir la retirada inmediata de tropas rusas de Ucrania.
El acuerdo contempla nuevas sanciones económicas si Rusia desacata la resolución.
Pero las que se aplicaron el año pasado no tuvieron mayor efecto. De hecho, según el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio desde el inicio del conflicto la Unión Europea ha pagado a Rusia más de 146 mil millones de dólares por la compra de gas y petróleo.
Además, desde hace varios años el gobierno de Putin incrementó sus reservas con la venta de hidrocarburos en preparación del conflicto que ahora enfrenta.
Rusia, pues, está preparada para resistir este año, aunque según especialistas difícilmente podría soportar un conflicto de más largo plazo.
El problema es que los análisis que más se conocen se hacen en medios u organizaciones occidentales. A esto se suma la estrategia de desinformación que, a un año del conflicto, aún prevalece.
Así, en sentido estricto realmente no está clara la capacidad logística y militar de Rusia, ni tampoco el nivel de resistencia de las tropas ucranianas después que se descongelen los caminos y se seque el pantano de sus tierras en invierno.
La principal certeza es que hay guerra para rato, y que un acuerdo de paz está lejos de concretarse.
Las batallas no se libran sólo en la frontera de Rusia y Ucrania. El conflicto armado es, de hecho, una trinchera más de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.
También ha servido como escaparate para medir el control de Putin en su país, y el límite al que están dispuestos a llegar los miembros de la OTAN.
Al final del día, en el primer aniversario de esta nueva guerra en Europa del Este, el destino de rusos y ucranianos es lo de menos.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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