Este fotógrafo fue obligado a participar en las operaciones de la dictadura argentina. Pero desde el cautiverio, Besterra, inició una operación de documentación que ayudó a enjuiciar militares
Por José Ignacio De Alba / X: @ignaciodealba
Víctor Basterra militaba en el Peronismo de Base. Hasta que fue detenido ilegalmente el 10 de agosto de 1979. También su hija y su esposa fueron secuestradas. Besterra relató sus días de cautiverio a un juzgado, pero aquellas memorias se convirtieron en la semblanza de una valentía excepcional.
Los primeros días Basterra fue torturado con picanas, las vejaciones fueron tan duras que el fotógrafo sufrió dos paros cardíacos, consecuencia de la corriente eléctrica. El hombre fue atendido por médicos, quienes aconsejaron seguir con las vejaciones con “prudencia”.
Durante sus cuatro años y medio en cautiverio, Basterra fue golpeado y humillado. Pero la dictadura le encontró utilidad en la elaboración de documentos y como fotógrafo, dentro del sector de inteligencia. Le asignaron trabajo en el archivo, a cambio de su colaboración su esposa e hija fueron liberadas. Aunque, también, trabajó bajo amenaza de que su familia podría ser recapturada.
Basterra trabajó en el subsuelo de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), en jornadas de 8 de la mañana a 10 de la noche. A diferencia de otros detenidos quienes fueron hacinados y maltratados en el ático, conocido como “capucha”.
El fotógrafo fue obligado a elaborar documentación falsa para el Grupo de Tareas de la dictadura; pasaportes, incluso realizó identificaciones en la imprenta para personas allegadas a las Fuerzas Armadas.
Basterra tuvo algunos “privilegios” dentro del Esma, algunos días lo dejaron volver con su familia. Aunque el acoso nunca cesó. En algún momento lo obligaron a entregar la casa donde vivía su mamá, con el pretexto de que sería liberado. El robo de bienes fue una práctica común en la dictadura.
“El grupo tenía atribuciones establecidas para realizar este tipo de ventas, pero por el secreto y la modalidad que rodeó la venta de mi casa, creo que fue un «negocio»
particular de los miembros de inteligencia antes mencionados. Por supuesto, que de esta operación mi madre no recibió un sólo peso”. Así lo relató el propio Basterra.
Aunque Basterra no se dedicó exclusivamente a elaborar trabajos para el Grupo de Tareas, en secreto recabó fotografías de algunos militares y de personas detenidas.
“Yo les sacaba las fotos, me pedían cuatro y hacía cinco, y alguna vez me animé a sacar las primeras fotos. Las saqué en mis genitales y eso por suerte no me revisaron, y después como todo se va flexibilizando al final lo sacaba en las medias. (…) Eran fotos que nos habían sacado a nosotros para los legajos internos. En un descuido de ellos, metí la mano en una bolsa de negativos y los pude recuperar. (…) Yo tuve la desgracia y la suerte para la memoria de sacar de la ESMA las últimas fotos de compañeros después de una tortura. Para mí las imágenes son una búsqueda de la verdad, que políticamente se traduce en la exigencia de que digan dónde están y qué hicieron con los compañeros y quiénes son los responsables y ejecutores de las desapariciones”, dijo Víctor Basterra, para el documental Fotos de la Memoria.
Cuando Basterra fue liberado presentó las fotos de sus compañeros y de los represores ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. En 1984 expuso su testimonio y las fotografías en el Juzgado Nº 30. Además difundió las fotografías a distintos medios de comunicación. Paradójicamente el “Informe Basterra”, no tuvo mucha repercusión en los medios.
El trabajo que hizo Basterra, desde la clandestinidad, permitió por primera vez conocer el rostro de muchos de los represores de la ESMA. Su testimonio es fundamental para entender el funcionamiento del centro de detención más grande de la dictadura argentina. Aún hoy su material es fundamental para las investigaciones judiciales.
En el testimonio que presentó Basterra ante las autoridades, expuso: “Quiero confiar en la democracia que estamos viviendo, quiero confiar en la justicia de los jueces civiles. De lo que no tengo ninguna duda es que confío en la memoria colectiva de un pueblo que ha vivido en toda su dimensión el horror y el miedo provocado, de un pueblo que, en definitiva, a la larga o a la corta, logrará su destino de justicia y de solidaridad”.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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