INEGI y los 5 millones de personas LGBTI+

2 julio, 2022

Las poblaciones jóvenes están aceptando su orientación y/o identidades de género no-cisheteronormativas. Esta encuesta puede abrir una brecha para la comunidad sexodivergente que suele ser desdeñada bajo la categoría de inexistente. Tal es el caso de la población no binaria, intersexual y trans

@aceves_ever

En esta semana, por primera vez en México, se dieron a conocer los resultados de la Encuesta Nacional Sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG), un hecho histórico para la población LGBTQ+. La población considerada fue de 15 años en adelante.

Entre los datos, se encontró que la población LGBTI+ consta de 5 millones de personas (1 de cada 20), lo que representa el 5.1 por ciento. Es decir, lo equivalente al número actual de habitantes de la ciudad de Sídney.

De esos 5 millones, 4.6 millones (4.8 por ciento de la población en México) corresponden a la orientación sexual LGB+ (lesbiana, gay, bisexual, pansexual, asexual, demisexual entre otras), es decir, la misma cantidad de habitantes que en el Estado de Luisiana. De esta misma población, el 43.4 por ciento se dio cuenta de su orientación sexual durante su primera infancia, antes de los 7 años.

Mientras que la población trans, indica la encuesta, consta de 908.6 mil (0.9% de la población), cifra de la cual el 62.4 por ciento se percató que su forma de ser o actuar no correspondía con su sexo asignado al nacer durante su primera infancia.

Con respecto a la edad de las personas LGBTI+ halladas en esta encuesta, se nota un efecto piramidal, compuesto, como se muestra en la imagen de abajo, por cifras crecientes respecto a la población joven, es decir, a menor edad, mayor porcentaje de población LGBTQ+, y viceversa.

Muchos factores pueden explicar esta notoria diferencia porcentual entre jóvenes y adultos. Uno de ellos es el número de decesos por covid, las mujeres trans, en desventaja laboral y al acceso de servicios de salud, tuvieron una exposición constante mayor. Otro, es la concepción sociocultural de la comunidad LGBTQ+ en décadas pasadas, población hasta hace poco patologizada —y aun en la actualidad por diferentes instituciones.

Las libertades de la comunidad LGBTQ+ no eran siquiera comparables con las actuales —y con esto tampoco pretendo decir que hemos ganado la batalla por completo, evidentemente falta un largo camino—, pues la represión por parte del sistema era profundamente ensordecedora. Aunado a ello, se debe tomar en cuenta que el Sida tuvo un impacto considerable, resultando en numerosos decesos de una gran parte de la población encuestada que hoy se muestra significativamente menor en comparación con los rangos de edad más jóvenes y, por tanto, más numerosos.

Creo que las redes sociales, el cine y las plataformas de streaming, los nuevos medios “calientes” de comunicación, interfieren con una globalización de género; han propiciado, en gran medida, una mayor aceptación de las personas de la comunidad LGBTQ+ entre individuos y familias jóvenes. Definitivamente se requería tener un pensamiento progresista en el transcurso del siglo pasado, para no ser víctima de discriminación desde el núcleo familiar.

Esta primera encuesta es un gran avance en materia de visibilización. Lo que no se nombra, no existe. Y éste es un nombramiento de la comunidad LGBTQ+, esas minorías sexuales que, gracias al análisis de datos, permite esbozar que realmente no son tan minoritarias como se pensaba, y que su (auto)aceptación va en aumento, lo cual es un muy buen indicador: las poblaciones jóvenes están, día con día, aceptando su orientación y/o identidades de género no-cisheteronormativas, lo que demuestra la necesidad de un fuerte compromiso por parte de las autoridades gubernamentales para la instauración de mayores políticas públicas que favorezcan el desarrollo civil de sus ciudadanes.

No es posible que el Estado de México, el Estado con mayor número de habitantes en el país —y también con la mayor población LGBTI+ en México: 490 mil personas, según el registro de la encuesta— no cuente con matrimonio igualitario, y qué decir de las infancias trans —quienes tampoco pueden hacer su cambio de sexo legal en documentos oficiales— que, en su mayoría, dijo haber notado su identidad de género antes de los siete años. Es vergonzosamente comprensible si lo analizamos desde la estadística. Este mismo Estado tiene no sólo a varias de las instituciones católicas y pro-vida más representativas del país, sino que de sus casi 17 millones de habitantes hasta 2020, el 79.2 por ciento (13.4 millones de personas) se consideran pertenecientes al catolicismo. El Estado de México, según datos de Statista, es también el Estado con mayor número de católicos en el país.

Naturalmente, a pesar de tener un supuesto Estado laico, a pesar de vivir en pleno siglo XXI, la religión católica tiene un peso fundamental en la toma de decisiones legislativas.

Esta primera encuesta, sin duda, puede abrir una brecha para la comunidad sexodivergente en desventaja, principalmente para las cifras minoritarias, pues suelen ser desdeñadas bajo la categoría de inexistentes. Tal es el caso de las personas no binarias, personas intersexuales, y población trans.

Con esta encuesta queda explícita una aproximación al conteo de la comunidad LGBTQ+. Puede ser el inicio para una verdadera inclusión por parte de las empresas, nacionales y trasnacionales, quienes suelen hacer un lavado de dinero rosa o pinkwashing en el mes de junio, pero realmente mantienen a sus empleados de la comunidad, si es que los tienen, en condiciones desiguales en comparación con sus trabajadores heterosexuales cisgénero.

La discriminación laboral, familiar, social e institucional, es una realidad para la población LGBTQ+, al igual que los transfeminicidios. Esta encuesta ha sido un buen comienzo y augura un país más diverso, más exigente con sus gobernantes en materia de diversidad e inclusión, pero también vuelve a México un foco para el pinkwashing. La comunidad LGBTQ+ es también un mercado perfecto para las empresas privadas.

Utilicemos estos datos para exigir más y mejores empleos, más dignos; acceso a todos los servicios a los que cualquier otro ciudadano tiene acceso, exijamos la no discriminación bajo ninguna circunstancia, exijamos el respeto y la atención que se nos merece. No olvidemos que también pagamos impuestos, no sólo eso, sino que merecemos una vida digna, y aunque vamos por buen camino, aún no se nos está tratando con la misma moneda.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.