Hispanidad: ¿blanqueamiento de inmigrantes en Estados Unidos?

27 noviembre, 2021

Repensar los relatos que el estado construye para relacionarse con sus ciudadanos es muestra de que la solidaridad y la organización de base sobrepasan las formas de imaginar/se que emanan “desde arriba”

Texto: Daniela Suárez*

Hace unas semanas, el gobernador de California vetó una propuesta de ley que habría permitido a trabajadores agrícolas, en su inmensa mayoría inmigrantes mexicanos, formar un sindicato a través del voto secreto.

Que eso haya sucedido en el “Mes de la Herencia Hispana» (del 15 de septiembre al 15 de octubre) fue interpretado como una traición insidiosa, aunque también es cierto que estamos ante un ejemplo más de las tensiones y resistencias que se abren entre proclamas oficiales, designios del mercado y necesidades de las personas.

En Estados Unidos, el «Mes de la Herencia Hispana» se celebra cada año desde 1968. Ese año se proclamó por primera vez durante la presidencia de Lyndon Johnson (Ronald Reagan lo extendió en 1988). El festejo promete visibilizar, dice su página oficial (disponible solo en inglés),  las contribuciones de “los ciudadanos estadounidenses cuyos ancestros llegaron (a Estados Unidos] de España, México, el Caribe y Centro y Sudamérica” o, lo que es lo mismo, de una población que hoy asciende a 61 millones de personas y de la que una parte nunca «llegó» a Estados Unidos, sino que fue este país el que llegó a ellos.

Junto con las “buenas intenciones” de los oficiales de gobierno, durante ese mes la narrativa sobre lo latino y lo hispano cobra formas múltiples: muñecas barbie, ciclos de cine con muchas tildes, playlists, lecturas recomendadas, memes, ropa y accesorios con conciencia identitaria y, por 30 días exactamente, páginas web en español cuyos productos prometen acercar la cultura hispana “a todas partes”.

¿Indígenas o latinos?

Ahora bien, mientras en México se revisa el uso de términos como ‘mestizo’, ‘indígena’ e incluso ‘mexicano’, en Estados Unidos el debate pone en el centro categorías como “hispano”, “Latina/e/o” o “Latinx” y “Chicana/e/o” (éste último sigue siendo relevante para algunos mexicoamericanos). Estas etiquetas, sin embargo, encuentran resistencia por su incapacidad de incorporar la experiencia de quienes no se identifican como latinos o de quienes, en muchos casos, como el de las comunidades indígenas que viven en Los Ángeles, hablan el español como segunda o tercera lengua y como resultado de un largo proceso de imposición lingüística y cultural.

La desconfianza ante los intentos oficiales (y del mercado), por promover una visión “unificadora” de una población diversa se explica leyendo de cerca el relato de la primera proclamación del festejo, firmada por Lyndon Johnson. En ella se resalta el legado colonial de lo hispano mientras se describe como “herederos” de “misioneros, capitanes, soldados y campesinos” a las poblaciones que se busca “celebrar”.  Pareciera que la adscripción a lo “hispano”, más allá de su uso como un  posible descriptor lingüístico, conlleva una operación de blanqueamiento y de asimilación de los inmigrantes y sus descendientes. De ahí que el decreto inicial subraye el carácter colonial de esa supuesta “herencia”, ignorando sus violencias y borrando identidades indígenas y afrodescendientes.

Proclamas y realidades

Mucho camino se ha recorrido desde entonces y, sin duda, es tarea urgente reconocer –a través de mejores garantías laborales, educativas, de salud y de vivienda–  la importancia de estas comunidades en Estados Unidos. Pero la aceptación o resistencia que éstas oponen a ser nombradas de una u otra forma da fe de su capacidad de transformación. Así como de la necesidad de recordar los contextos en los que se construyen las vidas que se intentan nombrar.

En el 68, por ejemplo, varios meses antes de que se proclamara la celebración del Mes de la Herencia Hispana, miles de estudiantes mexicoamericanos salieron a las calles de la ciudad de Los Ángeles para ser parte de lo que después se conoció como The East Los Angeles Walkouts o los Blowouts: protestas contra la falta de atención y recursos destinados a sus centros de aprendizaje, donde las tasas de deserción escolar ascendían al 60 por ciento.

Por las mismas fechas, la huelga y el boicot de la uva de Delano, California –organizados por la Unión de Campesinos– llegaba a su tercer año haciendo de la fruta que llegaba a las mesas de los estadounidenses un recordatorio de las pobres condiciones laborales a las que hacían frente –y que en muchos sentidos siguen haciendo– los trabajadores agrícolas. Es decir, mientras desde la Casa Blanca se proclamaban “deseos” de “rendir un homenaje especial a la tradición hispana”, en la práctica el país se seguía –se sigue– construyendo sobre las espaldas de una población a la que se le regatea el ejercicio de una ciudadanía plena.

El mundo de a pie

Repensar los relatos que el estado construye para relacionarse con sus ciudadanos es muestra de que la solidaridad y la organización de base sobrepasan las formas de imaginar/se que emanan “desde arriba.”

En paralelo a los esfuerzos oficiales por contener a poblaciones cuyo dinamismo los rebasa, hay otro mundo que se construye a pie, en la calle, en las conversaciones entre vecinos, en las luchas de las trabajadoras y activistas, en los cuidados y en la memoria comunitaria, en la creación artística en lenguas minorizadas y en la apropiación política del lenguaje. Y, también, en el camino que trazan las luchas de los campesinos por unas condiciones de trabajo más dignas.

La experiencia de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos ofrece pistas para repensar la relación de México con aquellos que tocan a sus puertas. Se trata, como siempre, de contrastar las palabras y las acciones y, entonces sí, preguntarse qué mostramos, como sociedades vecinas, en nuestros escaparates compartidos.

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*Daniela Suárez es una michoacana acaliforniada. Es doctora en Literatura Latinoamericana por la Universidad de California y docente en la Universidad Estatal de California en Long Beach. Escribe sobre relaciones interamericanas y migración.

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