Habilidades verdes para transformar(nos) con la tierra

18 abril, 2023

La celebración del Día de la Tierra nos urge a hacer realidad la educación para el desarrollo sostenible. Un buen lugar para empezar es contar con buenas bases de aprendizajes fundamentales, literacidad científica sólida, y oportunidades centradas en las y los estudiantes que les permita desarrollar competencias transformadoras en comunidad

Tw: @MarleneGras * / MUxED

El 22 de abril, Día Internacional de la Madre Tierra, o de la Tierra, es una celebración anual en la que se conmemoran los logros del movimiento ambiental en el marco del mes de la Tierra, que es abril. Inició en 1970 y fue designado oficialmente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2009. Hoy tiene presencia en 190 países. Nació con vocación transformadora, impactando la creación de la Ley del Aire Limpio (i). Es un día para despertar la conciencia individual y colectiva sobre la necesidad urgente de proteger, conservar, y regenerar el Planeta Tierra y de comprometernos con acciones concretas para que futuras generaciones de seres vivos puedan habitarlo.

Y, todo esto, ¿qué tiene que ver con la educación? Diría que todo, porque, ¿qué hace falta para que una persona y una comunidad puedan conservar y regenerar el territorio, el suelo, los mares, ríos y lagos, el aire y la biodiversidad? ¿Qué se necesita para transformar los sistemas de alimentación, producción, consumo, entretenimiento y desigualdad en los que está inmerso el orden mundial? En resumen, ¿qué hace falta para crear un presente y un futuro sostenibles? Mucho más que conocimientos, sin duda: ¡habilidades verdes!

La UNESCO llama a generar un nuevo constructo sobre el propósito y los medios de la educación, para que ésta pueda fungir como medio real para que las personas seamos capaces de impulsar el desarrollo sostenible. Para hacer realidad la educación para el desarrollo sostenible (EDS) propone acciones en cinco áreas clave: reorientar la política pública educativa, transformar los ambientes de aprendizaje, construir las capacidades de las y los educadores, empoderar y movilizar a las juventudes, y acelerar acciones a nivel local (ii.)

A este deseo y capacidad de transformar positivamente la realidad, se le llama agencia. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) la define como la capacidad de ponerse una meta, reflexionar y actuar de forma responsable para efectuar un cambio (iii.) La agencia es necesaria si se desea vivir una vida con propósito. En todos los casos, se requiere de aprendizajes fundamentales de matemáticas y lengua, pero ante el escenario del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y los entornos tecnológicos, es indispensable propiciar una sólida conexión y encuentro con la naturaleza, el propio territorio y sumar una sólida alfabetización científica y STEM (por sus siglas en inglés Science, Technology, Engineering and Mathematics).

El desarrollo de la agencia, en el escenario de la EDS, requiere de una sensibilidad especial. No se trata sólo de saber, o comprender, tampoco de estar en condiciones de poder hacer. Se trata de que, además, de verdad importe lo suficiente para movilizarse localmente con empatía y solidaridad.

La agencia incluye, por un lado, competencias como el pensamiento sistémico, el pensamiento crítico y la resolución de problemas con creatividad, y por otro, la conformación de una identidad segura, autónoma y solidaria. Implica desarrollar un profundo sentido de pertenencia, además, habilidades socioemocionales como la capacidad de construir relaciones positivas, de colaborar y tomar decisiones responsables.

La agencia se cultiva desde la infancia temprana, y se consolida poco a poco a lo largo de toda la vida. Se puede decir que la agencia solidaria es vital para el desarrollo sostenible, y componente esencial de las habilidades verdes denominadas green skills.

Ilustración: Habilidades verdes

¿Pero cómo se desarrolla? Una estrategia concreta es a través del aprendizaje basado en proyectos (ABP), en su versión rigurosa y de calidad, y subrayando la “A” de aprendizaje. Toma diferentes formas, pero se ve como algo así:

Brenda tiene 17 años y mientras camina por los pasillos de su escuela explica orgullosa a un grupo de educadores los proyectos de los que ella o sus compañeros han sido parte, expuestos casi como obras de arte, y que son el orgullo de la comunidad escolar. Se emociona contando que desea abrir espacios para que más personas disfruten y aprendan al aire libre. Desde segundo grado asiste a una escuela inmersa en la cultura del ABP, y recientemente fue admitida en una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Juan fue a la misma escuela, y cuenta cómo un proyecto en donde analizaron el ADN en células cancerígenas le ha movido a proyectarse en el campo de la biomédica en un futuro cercano, aunque, el que más le impactó, fue aquél que realizaron hace dos años, en el que revisaron el expediente legal de una persona presa logrando movilizar su liberación.

Afuera, está un grupo de jóvenes, que crearon una guía lúdica para visitantes del Cañón del Tecolote, con el fin de que la comunidad lo conozca y puedan así interesarse en proteger este hábitat local en riesgo.

Mientras tanto, en Apodaca, México, Marifer y Ramiro son parte de un club escolar que han organizado voluntariamente, y lideran un equipo de estudiantes de secundaria de su comunidad, pues quieren compartir con ellos su pasión por la robótica también utilizando principios del ABP.

En 2010, una comunidad de Filipinas celebró el Día de la Tierra con un paseo en la naturaleza, talleres sobre plantas endémicas y la siembra colectiva de un espacio dedicado a la restauración.

¿Qué tienen todos en común? Una pasión descubierta que los mueve genuinamente, adultos que permiten que esa voz propia vaya surgiendo, escuelas o programas educativos en donde desarrollan las competencias concretas para ponerse en acción en el territorio, con fundamento, apoyo y en colaboración, suficientemente flexibilidad para que nazcan aspiraciones genuinas y diversas.

El ABP es una metodología de aprendizaje integradora, a través de la cual, las y los estudiantes buscan dar respuesta a una pregunta disparadora, que genuinamente les interpela, haciendo su aprendizaje visible durante todo el proceso.  Pasan por una serie de pasos especialmente diseñados para generar pensamiento divergente y convergente, colaboración, retroalimentación y reflexión.

Cuando la atención se pone en el producto final, se vuelve a caer en la dinámica de producción-ganancia-competencia, pero cuando se centra en el proceso, se convierte en una experiencia de encuentro profundamente creativa, colaborativa y regenerativa. Es decir, regenera el por qué se aprende, la manera en que se aprende, de dónde proviene el conocimiento, cómo se articula y lo que se puede hacer con él. Pero, sobre todo, cambia por completo la mentalidad sobre lo que se es capaz de hacer en la propia realidad y cómo esta posibilidad se potencia conectada con los demás. Les convierte de consumidores a transformadores de la realidad.

Esto es, a mi parecer, de la mano de verdaderas oportunidades de encuentro con el entorno natural lo que permite nuestra subsistencia, las personas y los saberes, la semilla del verdadero desarrollo sostenible. El ABP no sustituye de ninguna manera el aprendizaje secuenciado, específico y programático de habilidades, métodos y procesos fundamentales en cada nivel educativo: lo potencia, pero habremos de gestionar que cada uno tome su justo lugar en la trayectoria educativa.

La mayoría de las niñas, niños y jóvenes experimentan preocupación, miedo, y ansiedad frente al cambio climático (iv.) Así que considero que estas experiencias deben ser realistas, habilitadoras y optimistas, nunca fatalistas ni punitivas. Porque la esperanza real, deriva de que todas las niñas, niños y jóvenes tengan oportunidades variadas de aprender a conocer, indagar sostenidamente y transformar su entorno local desde acciones asequibles, lo suficientemente retadoras. Tener pequeños éxitos, aprender del proceso y de los errores, atreverse a iterar. La educación socioemocional y la pedagogía del cuidado comparten el papel protagónico con la EDS.

Foto: Marlene Gras

Instalando culturas de aprendizaje centradas en las y los estudiantes, se incide en cuatro de las cinco acciones clave que propone la UNESCO para la EDS mencionadas arriba.

Frente a las profundas desigualdades sociales y las consecuencias socioambientales, plantearía: ¿tendría sentido la educación en este siglo XXI, si no habilita para conservar, proteger y regenerar las relaciones que tenemos con los organismos vivos, y los sistemas, incluidos nosotros mismos y nuestras comunidades?

Tomemos la oportunidad que nos presenta el Día de la Tierra para proyectar espacios y experiencias educativas, que permitan a niñas, niños, jóvenes y adultos la conformación de identidades transformadoras, empáticas, colaborativas y solidarias. Salgamos este mes de abril a celebrar nuestro maravilloso Planeta Tierra, con la esperanza de estar comprometidos y juntos.

Marlene Gras es Integrante de MUxED. Licenciada en Educación y Desarrollo y Maestra en Educación Internacional por la Universidad de Estocolmo y en Innovación Educativa para la Sostenibilidad por la Universidad del Medio Ambiente. Fundadora de TierraED. Le apasiona crear ambientes de aprendizaje seguros, significativos, dinámicos e inclusivos en donde puedan florecer personas involucradas, creativas, felices y capaces de contribuir a un mundo más justo y en sintonía con la naturaleza. Redes sociales: Twitter: @MarleneGras Instagram: @tierra.ed

Fuentes:

Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.