A través de una farsa novelesca Guillén de Lampart hizo uno de los primeros intentos por liberar a la población de México de la corona española. Su aventura ha quedado casi olvidada, pero una escultura que lo retrata sobrevive dentro del Ángel de la Independencia
@ignaciodealba
Cuando se abre la puerta que da acceso a la columna del Ángel de la Independencia, los paseantes se encuentran en un primer momento con un personaje nada familiar. La escultura de un hombre con piocha se sitúa dentro de un nicho, como los que resguardan los santos en las iglesias. La obra de mármol apenas y deja dilucidar detalles, los rasgos del homenajeado podrían ser los de cualquier marinero inglés del siglo XVII. Sobre una placa, llanamente se describe “Guillén de Lampart”.
Es curioso, todos los retratos que existen sobre este personaje dan versiones absolutamente diferentes de su apariencia. A veces se le representa cachetón y de mejillas rosadas. Otras veces, de rasgos más duros, incluso con quijada casi trabada. Parece que fue pelirrojo; el pelo o muy rizado y negligente como palmera o muy lacio, como relamido.
En la columna del Ángel de la Independencia están los restos de los héroes patrios más célebres: Allende, Hidalgo, López Rayón. Pero enterrado bajo la pesada losa permanece Guillén de Lampart, como si aún siguiera en las mazmorras del Palacio de la Santa Inquisición. Es interesante que el escultor decidió retratar a Lampart maniatado, con la mirada impasible (o resignado) antes de ser quemado por la Inquisición.
La historia de este personaje está rodeada de mitos. Se dice que una parte de su vida la dedicó a viajar como pirata. También se cuenta que se hacía pasar como hijo ilegítimo del rey de España para ganar favores. Aún hoy no se entiende por qué lo eligieron para estar dentro de uno de los monumentos más emblemáticos de la Ciudad de México. El único extranjero retratado dentro de la columna de la Independencia.
Lampart se debate entre la vida de un pícaro o la de un héroe, quizá pone en relieve con claridad la casualidad con que uno puede llegar a ser prócer.
Historiadores, como Andrea Martínez Baracs, han aducido que Guillén de Lampart llegó a México en 1640, el hombre de letras llegó con la instrucción de actuar como informante para la corona española. La idea era recabar información sobre la posible filiación de la aristocracia novohispana con reinos rivales.
Pero Lampart, que era un hombre de ciencia, entendió la fragilidad con la que se sostenía el gobierno de la Nueva España. Entonces se dedicó a conspirar en contra del gobierno virreinal.
Algo de revolucionario tenía Lampart; el hombre intentó que países como Irlanda, Portugal, Holanda y Francia reconocieran la independencia de la Nueva España ciento cincuenta años antes de que se diera el Grito de Dolores. También propuso que se liberaran los indígenas y negros que estaban esclavizados. Su estrategia contempló recompensas para los españoles y criollos que apoyaran su causa. Su idea era coronarse como rey.
Pero los planes de Lampart fueron delatados mucho antes de que iniciara su revuelta. La Inquisición lo capturó y fue culpado de cargos de infidencia y de fe. También se le acusó de sedición, brujería y de pactar con el diablo. La sentencia fue dura y entró a la prisión en 1642.
Lampart se dedicó a seguir planificando su levantamiento, planeó elevar a la nobleza indígena al mismo nivel que el rango de la española.
Ocho años después, en diciembre de 1650, Guillén de Lampart organizó a poblaciones contra los poderes virreinales. Aunque fue apresado solo algunos días después. Los escritos que había hecho no solo le valían ser perseguido, sino que lo condenaban a las llamas inquisitoriales. Todos los documentos que le fueron incautados se encuentran todavía en el Archivo General de la Nación.
Entre sus documentos se encuentran poemas, cartas dirigidas al Rey Felipe IV, proclamas de insurrección de la Nueva España y centenares de salmos escritos en latín. Guillén de Lampart pasó en total 17 años en la cárcel, antes de ser ejecutado y quemado por la Inquisición, en 1659.
El personaje estuvo olvidado durante muchos años, hasta que el general Vicente Riva Palacio volvió a la vida al personaje, a través de su novela histórica “Memorias de un impostor, Don Guillén de Lampart, Rey de México” (1872). A partir de entonces la historia del personaje se ha reutilizado para diferentes leyendas e historias, como la Leyenda de El Zorro.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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