15 mayo, 2023
Funcionarios de la Ciudad de México dicen que cerrarán el albergue que se instaló para migrantes en Tláhuac, pero la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México asegura que esto no pasará. Mientras tanto, los migrantes quedan a la deriva, y los trasladan a otros estados entre confusiones y contradicciones de las autoridades
Texto y fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- “Yo hasta siento feo hermanito, quisiera ayudarlos hermano, pero no puedo. Ya no se puede entrar. Este lugar ya va a cerrar, son órdenes de arriba”, le dijo un trabajador de SIBISO que cuida el acceso al albergue de Tláhuac, a uno de los tantos migrantes que, tras la reja, claman el acceso.
A quienes sí pueden ingresar, les solicitan mostrar un pase con el que pueden entrar y salir del lugar.
El albergue abrió el pasado 29 de marzo, informó SIBISO, y atendió durante un mes a 7 mil 788 personas con trámites, alimentación y servicios.
Durante la estancia de Pie de Página dentro del albergue, se observó que el acceso a los migrantes ya no era permitido y que quienes aún permanecían dentro estaban siendo trasladados a otros puntos.
Organizaciones de la sociedad civil alertaron la tarde del viernes 12 de mayo sobre el cierre del albergue ubicado en la alcaldía Tláhuac, de la Ciudad de México. Cuestionaron el destino de quienes se encontraban ahí.
Por el ejmplo, el Instituto para las Mujeres en la Migración, A.C., difundió una carta dirigida a la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, al canciller Marcelo Ebrard, y al secretario de Gobernación, Adán Augusto López, para que expliquen la situación. Piden que aclaren a dónde se está llevando a las personas migrantes y qué garantías de protección existen.
En entrevista con Pie de Página, July Rodriguez, una de las directoras de la Organización Apoyo a Migrantes Venezolanos, relató el origen de la carta y los hechos que llevaron a la redacción de la misma.
El día viernes, July acudió al albergue y observó grandes filas de migrantes que subían a los autobuses. “La gente no tenía idea de dónde las estaban enviando, de hecho, yo le pregunté a varios oficiales de migración ese día y me dijeron: yo no sé a dónde los están enviando, a mí no me compete”.
Pese a que Rodríguez preguntó cuál era el destino de la población migrante, ni el personal del Gobierno de la Ciudad de México, ni SIBISO, ni el INM, supieron o quisieron dar información precisa respecto a dónde se llevaban a los migrantes.
“Todas las personas haitianas que estaban allí, e incluso algunos venezolanos que también estaban allí, nos dijeron que les estaban diciendo que tenían que salir de allí, subirse a los autobuses para que los llevaran a alguna entidad federativa cerca de la Ciudad de México para que continuaran el trámite, pero no les especificaban qué trámite. Les dijeron que debían salir porque el albergue lo iban a cerrar el domingo», narra.
Luego de recibir esa información de propia voz de los migrantes que estaban desconcertados y sin respuestas claras de las autoridades, la organización Apoyo a Migrantes Venezolanos se movilizó y buscó a otras organizaciones para comunicarles lo que sucedía.
Después de un par de horas, se acercó un hombre que se identificó como el coordinador del albergue. Era un trabajador del Gobierno de la Ciudad de México que se presentó como el licenciado Óscar Pastenl. Él les informó de manera directa que efectivamente había que desocupar el espacio porque el albergue cerraba el día domingo y que sólo van a iban a permanecer aquellas personas que tenían cita con Comar. También dijo que una vez que se presentaran a su cita, las personas migrantes ya no regresarían al albergue.
”Muchos tenían miedo porque nadie les informó a dónde los iban a llevar. Varias familias con menores de edad estaban súper preocupados porque no conocen México», comenta Rodríguez.
«Por lo menos aquí estoy con esta carpa con mis hijos. Somos un grupo de gente y cualquier cosa, estamos todos juntos, de alguna manera nos protegemos, ¿qué hacemos si nos mandan a un lugar donde no conocemos a nadie?», le externaron las personas migrantes a la activista.
“Para cambiar historias están mandados a hacer, a la gente le dicen una cosa y a los medios otra”, externaron las activistas al salir del albergue. También vieron a muchos migrantes haitianos llegando y las personas al resguardo de la puerta les decían que no podían dejarlos entrar porque iba a cerrar el albergue el día domingo.
«Se necesita claridad», señala July
“Las autoridades deben explicar ¿qué es lo que quieren hacer? ¿cómo lo van a hacer? Y ya no jugar con las personas migrantes. Son seres humanos como tú y como yo que necesitan una estabilidad. Vienen con muchos problemas emocionales, con una carga muy grande, con niños, niñas, adolescentes, personas enferma. El gobierno no puede jugar de esta manera con las personas”.
Pie de Página visitó el albergue en donde hasta el sábado 13 de mayo permanecían 600 migrantes dentro (repartidos en 3 carpas y en dormitorios construídos) y 800 instalados en casas de campaña, de acuerdo con cifras proporcionadas por personal de SIBISO.
Migrantes provenientes de Centroamérica, principalmente de Haití, pasaron largas horas a las afueras del Bosque de Tláhuac, en espera de que ser atendidos para obtener de Migración un permiso de 45 días de libre tránsito por el país. Así lo prometieron las autoridades.
En la puerta les decían que ya no podían ingresar porque el lugar cerraría, pero varios no entendían lo que les decían. Les hablaban en un idioma que no era el suyo. Sin embargo, muchos otros decidieron esperar. La mayoría permanecía en grupos pequeños o con familia, algunos de manera individual.
El albergue que instaló la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social capitalina, ubicado en el área conocida como la Minimarquesa en el Bosque de Tláhuac, lucía abarrotado hasta la tarde del sábado. Hasta ese día las personas migrantes cocinaban, se bañaban, jugaban o descansaban afuera de las coloridas casas de campaña.
A diferencia de las personas que atiende SIBISO al interior del albergue, a quienes les proporcionan raciones de alimentos y disponen de servicios médicos y actividades, en el espacio llamado Minimarquesa, entre las casas de campaña se observan familias preparando sus alimentos en anafres; salen a los alrededores a buscar provisiones y agua.
Durante el recorrido, varios migrantes desfilaron con sus pocas pertenencias hasta los autobuses a donde subían para ser trasladados a un destino no especificado.
Personal de SIBISO aseguró a Pie de Página que el albergue no cerraría, después de preguntarles directamente por esa opción.
Aunque días atrás, mediante su comunicado 024/23, el Instituto Nacional de Migración (INM) informó que, conforme a sus atribuciones, suspende temporalmente la operación de 33 Estancias Provisionales tipo “A” y “B” en el país, mientras la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) concluye la visita de supervisión a todas las instalaciones y rinde el informe especial sobre la situación de las estaciones migratorias, los flujos migratorios que hay en el país y su problemática.
Se tratan de 14 Estancias Provisionales tipo “A” y 19 Estancias Provisionales tipo “B”, las cuales tienen en conjunto una capacidad total de alojamiento de mil 306 personas migrantes.
Por su parte, la jefa de gobierno de la Ciudad, Claudia Sheinbaum, afirmó que el albergue no cuenta con la capacidad de dar atención a las personas migrantes afectadas por la cancelación del Título 42.
“Difícilmente desde la ciudad podríamos tener una política distinta a la nacional y en el albergue que tenemos, hoy está trabajando el Instituto Nacional de Migración (INM) y la idea es que también no se concentren en el albergue de la ciudad muchos más migrantes porque no tiene la capacidad de recibir a tantas personas”.
Luego del breve recorrido por el interior del albergue instalado entre altísimos árboles, en el exterior del lugar y tras la reja, decenas de migrantes seguían pidiendo ser atendidos y que les permitieran el ingreso, pero solo veían salir autobuses y la reja cerrada.
La noche llegó, y sobre la acera una señora bajita de suéter rojo escuchaba con gran detenimiento cada negociación que se realizaba entre los taxistas y los migrantes que se dirigían a la terminal del norte.
“Mira nada más, son unos encajosos, se encajan porque ellos [refiriéndose a los migrantes] no saben de los precios y muchos no entienden el español. Yo sí me he peleado con los taxistas, si veo que les quieren cobrar mucho, les digo que no, son unos abusivos y no está bien”, decía la mujer atenta a cada arreglo.
La señora Bertha Roque, su hermana y sobrino, son de esas personas de buen corazón que hacen falta en el mundo. La familia vive en la unidad Villa de los trabajadores desde hace 25 años y fueron de las pocas personas que brindaron toda la ayuda, a pesar de no contar con los recursos necesarios, a quienes más lo necesitaban.
“Pobres, mira a los niños, no tienen suéter, andan sin zapatos y ya hace frío; no sé por qué no los dejan pasar, minimo ahí adentro pueden ponerse abajo el techo. Yo les he traído cobijitas pero ya no tengo, me parte el alma verlos con frío”, dice la mujer con gran congoja.
Mientras la señora estaba atenta a que no les cobraran una gran cantidad a los haitianos por el servicio de taxi, platicaba a esta reportera que daba hospedaje gratuito a las parejas que llevaban niños pequeños.
“Yo siento muy feo, la gente de la unidad se expresa muy mal de ellos, dicen que tengamos cuidado porque nos van a robar pero no es cierto, he tenido a varia gente en mi casa y no me han robado nada. Si yo tuviera una casa grandota, me los llevaría a todos, pero no la tengo”.
Esta mujer ha tenido la fortuna de conocer personas que han logrado su sueño. Tal es la historia de una pareja brasileña a quienes alojó en su pequeño departamento. Ahora, dice, le envían fotos a través del celular, en donde le cuentan que ya están en New York. “Dios es tan grande que ya están en NY”.
Mientras seguimos la plática, se acerca Isela, hermana de Bertha. Le pide las llaves del departamento. Quiere prestarle el baño a una mujer y su pequeña hija.
“Ni al baño los están dejando entrar, ¿cómo es posible?, hay muchas jovencitas, varones como sea, pero las mujeres ¿cómo van a hacer del baño en la calle?, nosotros les damos permiso también de pasar”.
La mujer que recién perdió su empleo en una casa que limpiaba, dice con la esperanza en los ojos que desea que ya llegue su pensión de López Obrador para poder llevarles té, café y bolillos a todos los que no reciben en el albergue.
“Hay gente buena y gente mala”, dice la señora que confunde el término xenofobia con homofobia para referirse a sus vecinos que piensan que los migrantes los van a invadir. “¿Cómo nos van a invadir? Ellos sólo quieren irse al norte, pero hay mucha gente bien homofóbica”.
Maria Bertha Roque dice sentirse bien con ella misma al ayudar a todos los que más puede.
“No sé por qué la gente no ayuda, no les quita nada, si todos ayudamos un poquito, otra cosa sería, la gente necesita apoyo”.
“Mira me los voy a llevar a mi casa”, dijo Bertha mientras cargaba en sus brazos a la pequeñita de la pareja brasileña a quienes por esa noche daría posada en su hogar.
Una mujer, que estaba en el albergue temprano junto a su pareja, pasan de largo.
La mujer haitiana se llama Nana, o al menos eso se entiende con su poco español. Explica que lleva 11 días dentro del albergue y que no les han entregado su papel. Aunque las condiciones para vivir no son las mejores, prefiere quedarse ahí que irse a otro lugar y volver a las calles. Ella también relató que se estaban llevando a muchas personas y que no sabían a dónde. «¿A nosotros también nos llevarán?», pregunta. Nadie sabe qué responderles.
Al cierre de esta edición, ella y su esposo fueron trasladados el día domingo a Michoacán.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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