El glifosato está presente a lo largo y ancho del país. En algunos lugares más que otros. Por ejemplo, en Chapala, Jalisco, hay en demasía. Así como hay en demasía casos de daño renal en todos los grupos de edad.
Por: Lydiette Carrión
Hace unos días, la Coordinación Universitaria para la sustentabilidad de la UNAM emitió una mesa en vivo con diferentes científicos y activistas. Uno de ellos fue Felipe Lozano, pediatra de la Universidad de Guadalajara. Él expuso cómo, por medio de varios estudios –algunos con cortes y datos a lo largo de varios años– pudieron establecer:
1) la fuerte prevalencia de enfermedades por daño renal.
2) La presencia de glifosato en población de todas las edades. En niños pequeños y particularmente en niñas.
Felipe Lozano trabaja en el departamento de Salud Pública, en epidemiología. Su equipo comenzó a estudiar esto alrededor de 2017, porque detectaron enfermedad renal crónica en niños y adolescentes y adultos jóvenes en la ribera del lago de Chapala, porque había unos 2 mil casos de niños con daño renal, indicó el académico. “Algo así como lo que sucede en Centroamérica con la enfermedad renal crónica de origen desconocido”, explicó.
Por ejemplo, un primer estudio entre 394 escolares. De ellos, en 180 escolares, es decir, el 45.7 % del total, presentaba albuminuria persistente. Lo cual se sale por completo de los estándares internacionales. Además vieron casos importantes de daño renal en niños.
Así que comenzaron a buscar qué sustancias podían estar generando este daño. Exploraron metales pesados, nutrición, agua y, por supuesto, agroquímicos.
No sólo se quedaron en la zona de Chapala. Buscaron otras comunidades en el estado, por ejemplo al sur, en el municipio de Autlán, Ahuacapan , Aguacaliente, Jalisco. “Encontramos glifosato en niños. Pero además estaba presente en todo lo que estaba ahí”, explicó: en las tortillas que comían, en el alimento, el agua…
Hicieron estudios en zonas agrícolas. Tlaquepaque es conurbada de Guadalajara. Y pues este equipo de investigadores se plantea mapear en el estado de Jalisco.
Los padres de familia de las comunidades rurales, pues son jornaleros, era población vulnerable para que esto ocurriera. Sin embargo se presentó en población urbana también. Por ejemplo, en Tamazula, la entonces presidenta municipal, ella tanto como su hija pequeña, presentaron contenidos de glifosato en su orina,
También realizaron estudios en población urbana y ahí también fueron localizados restos de herbicidas.
Después de una serie de estudios, el doctor Felipe Lozano tuvo que concluir que al menos en las zonas estudiadas de jalisco, arriba del 95 % presentaban glifosato y toda una batería de pesticidas en la orina.
Todo esto implicó que en algunos casos, las niñas y niños presentaran riesgos de daño renal o incluso riesgo de daños neurológicos.
Pero la intervención a través de Salud, tuvo impactos positivos, más allá de los resultados de investigación. Al acercarse al estudio, tanto la comunidad como el equipo comenzaron a reunirse de forma mensual, además, a la población más vulnerable, a aquellos niños que presentaban daño renal se les dio una dieta tendiente a la orgánica (hasta donde se pudo, porque es muy cara), junto a las evaluaciones mensuales (El gobierno de Jalisco puso el dinero que permitió comprar despensas orgánicas.)
Esto propició un proceso de reflexión, que alentó un cambio de costumbres de consumo. La comunidad disminuyó progresivamente el glifosato, pero aumentó un poco el consumo de otro pesticida.
En resumen, estos estudios realizados en población mexicana sugieren una probable relación entre el uso de glifosato y daños graves a la salud.
Pero, como explicó el investigador Jaime Rendón, el uso de glifosato es tan extenisvo en México, que los ecosistemas no logran deshacerse de la sustancia tan fácilmente. Este uso extensivo propicia que el glifosato se vaya al suelo, a los mantos freáticos. Se volatiliza. El glifosato lo podemos encontrar en todas partes. Tiene una ubicuidad en nuestros ecosistemas. Y afecta entre otras cosas, la microbiota de las abejas.
“El glifosato no es que las mate de forma directa. Pero sí tiene efectos: pierden la noción de su navegación y la producción de miel colapsa. Las abejas no están al cien en salud. El glifosato altera la microbiota de las abejas y esto las hace más susceptibles a las enfermedades”, explicó, y eso también puede suceder en humanos. Por ejemplo, desencadenar intolerancia intestinal hacia algunos alimentos, advirtió Rendón.
Así que, si bien efectivamente no envenena propiamente a las abejas, sí daña su microbiota intestinal. Eso propicia que la abeja enferme, presente daños neuronales y en ocasiones ya no regrese a su panal.
En México hay estudios de la presencia de glifosato en los siguientes lugares de diversos estados:
Río Coatlán y Cahoacan, Chiapas en 2014 (depende de la época de secas. Río Candelaria, especialmente cerca de la ciudad Candelaria. La presencia de glifosato estaría relacionada a la jardinería urbana.
Laguna de Términos, Champotón, Tulum, Silán de Bravo. Quintana Roo (residuos). De nuevo, en estas zonas turísticas tendría que ver con el uso de glifosato en campos de golf.
En Sinaloa: casi todos los ríos cercanos a la zona agroindustrial.
En las aguadas de Hopelchén , Ich Ek, Hope Ichén Bolonchén, todos estos en Campeche, afectando el agua subterránea. En estas zonas de estudió el agua en dispensadores para consumo humano, y resultó positivo.
En 2017 se hizo un estudio sobre la presencia de glifosato en tortillas y otros alimentos, en Campeche. Lo hallaron en tostadas, harina, maíz etc. “Ni el proceso de nixtamalización hace que se degrade”, advirtió Rendón.
Hallaron glifosato también en Veracruz, Durango, Jalisco, y en las mieles producidas en Campeche, Coatepec Veracruz, entre otros.
Aquí puede ver la mesa completa:
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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