Un informe de la ONU desnuda aún más la intención de exterminar al pueblo palestino por parte de Israel. Lo más grave es que nadie parece capaz de detener a Benjamin Netanyahu y sus secuaces genocidas
Por Alberto Nájar / X: @anajarnajar
No fue Sudáfrica. Tampoco los jueces de la Corte Internacional de Justicia, ni mucho menos las autoridades palestinas.
Es la Organización de las Naciones Unidas la que ahora advierte que en la Franja de Gaza se comete un genocidio.
Un proceso a la vista de todo el mundo, que se transmite por las cadenas de televisión y se esparce en miles de mensajes por redes sociales.
Pero hasta ahora, la indignación internacional ha sido incapaz de contener la rabiosa venganza de Benjamin Netanyahu y sus secuaces genocidas.
La evidencia más reciente es el informe Anatomía de un genocidio, elaborado por la Relatora especial sobre la situación en los Territorios Palestinos Ocupados, Francesca Albanese.
El documento se hizo en Gaza. No es una estimación académica ni un posicionamiento político, sino el resultado de varios meses de seguimiento de la barbarie que todos los días comete Israel.
Albanese es contundente. “Mi informe concluye que hay motivos razonables para creer que se ha alcanzado el umbral que indica que Israel está cometiendo el crimen de genocidio contra los palestinos como grupo en Gaza”, dijo ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
En concreto, añade, “Israel ha cometido tres actos de genocidio con la intención requerida: causar graves daños físicos o mentales a miembros del grupo; infligir deliberadamente al grupo condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física total o parcial e imponer medidas destinadas a impedir los nacimientos dentro del grupo”.
Para conseguirlo, el primer ministro Netanyahu autorizó un amplio despliegue militar con una sola orden: matar a todos los palestinos en Gaza.
Hasta ahora las Fuerzas de Defensa de Israel han asesinado a más de 32 mil palestinos, entre ellos 13 mil niñas y niños.
Los soldados de Netanyahu utilizan “un arsenal apocalíptico en uno de los lugares más densamente poblados del planeta”, explica la Relatora.
Eso incluye casi 25 mil toneladas de explosivos equivalentes a dos bombas nucleares, así como municiones no guiadas conocidas como bombas tontas que son menos precisas y representan una mayor amenaza para los civiles, especialmente en una zona densamente poblada como Gaza.
(De hecho, según análisis de inteligencia del Pentágono citados por la cadena CNN, el uso de esos artefactos es una de las causas del elevado número de víctimas inocentes).
Hay más. Francesca Albanese advirtió que en las dos primeras semanas tras el ataque de Hamas, en octubre pasado, “Israel impidió que entrara en Gaza toda la ayuda humanitaria, y en los meses siguientes ha impuesto restricciones extremas al agua, los alimentos, la electricidad y el combustible”.
“Esta política deliberada ha inducido una grave inseguridad alimentaria rápida y sostenida en toda la población. Los atrapados en el norte (de la Franja) se alimentan de hierbas y piensos”, es decir, comida para animales.
La intención es arrasar con todo. En menos de seis meses, señala la Relatora Especial, “Israel ha destruido Gaza, borrando o dañando gravemente casi toda la infraestructura civil y las tierras agrícolas”.
Parte de la barbarie ha sido documentada por los agresores. Al presentar su informe, Francesca Albaneses se refirió a las imágenes publicadas por parte de soldados israelíes.
“Se jactan de sus asesinatos de familias, madres, niños, del bombardeo de hogares, mezquitas y escuelas”. También son frecuentes los videos donde aparecen “burlándose sádicamente y humillando a sus víctimas palestinas”.
Es una conducta que ha sido alentada por el gobierno sionista de Netanyahu, pero que cuenta con un fuerte respaldo de los israelíes.
“Están motivados por un vehemente discurso anti palestino, que describe a todo ese pueblo como un enemigo que debe ser erradicado o eliminado por la fuerza”, advierte la Relatora.
“Esta retórica es omnipresente en todos los segmentos de la sociedad israelí”, y el hecho de que altos funcionarios gubernamentales pidan regularmente a los soldados aniquilar a la población de Gaza es “una prueba irrefutable de incitación explícita y pública a cometer genocidio”.
Es una deliberada estrategia de exterminio. Un ejemplo es la narrativa del ejército israelí sobre Hamas, al que acusa de utilizar a los civiles palestinos como escudos humanos.
Con ello “han distorsionado intencionalmente las normas fundamentales” del derecho internacional humanitario que contempla, entre otros elementos, la necesaria distinción en el uso de la fuerza con base la capacidad militar del enemigo.
Se nota en la insistencia de Netanyahu y sus secuaces genocidas –donde participan agencias internacionales de noticias y gobiernos occidentales- al llamar guerra a lo que sucede en Gaza.
En sentido estricto no se puede utilizar esta definición porque, 1, se trata de un territorio ocupado por uno de los actores en el conflicto, en este caso Israel.
Y 2, una guerra implica que los contendientes cuentan con un nivel similar de capacidad de fuego, lo cual no ocurre en este caso.
Israel cuenta con uno de los ejércitos mejor armados y entrenados del mundo, y su arsenal incluye armas nucleares.
Hamas es una organización extremadamente violenta y fanática, pero su capacidad de respuesta militar no se compara con la de su enemigo.
De hecho, su mayor fuerza es la amenaza de que eventualmente sus aliados en el mundo árabe podrían iniciar una nueva Intifada.
En la propaganda de Netanyahu estos elementos de realidad son ignorados. Israel, señala la Relatora Especial de la ONU, legitima la violencia genocida contra Palestina.
“Al estirar deliberadamente las definiciones de escudos humanos, órdenes de evacuación, zonas seguras, daños colaterales y protección médica, Israel ha utilizado sus funciones de camuflaje humanitario con el efecto de ocultar pautas de conducta, de las que la única inferencia que puede extraerse razonablemente es una política estatal de violencia genocida contra los palestinos”.
En este contexto, Israel no distingue entre civiles y combatientes ni entre infraestructura civil y objetivos militares legítimos. Netanyahu y los sionistas que le respaldan han calificado a toda la población de Gaza como “escudos humanos” o “cómplices de los terroristas”.
El pretexto ideal para exterminarlos, como es el objetivo verdadero del primer ministro de Israel.
El documento se ha presentado en varios foros, pero ha pasado virtualmente desapercibido por las agencias internacionales de noticias.
Es parte de la realidad en torno al conflicto. Los gobiernos aliados de Israel, en lugar de detener el impulso criminal de Benjamin Netanyahu “han prestado apoyo militar, económico y político a la atrocidad, agravando la devastación que ha provocado en los palestinos”.
¿Puede cambiar con la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para adoptar un alto al fuego en la Franja de Gaza?
Tal vez no, porque inclusive en esta medida es evidente el peso político del lobby judío:
El documento demanda un cese “duradero” de las hostilidades. La definición de qué significa esa palabra es ambigua, y queda sujeta a la interpretación de Netanyahu y sus secuaces genocidas.
Es claro, además, que en esta negociación los únicos sin voz son los más vulnerables: las niñas, niños, mujeres y hombres palestinos.
Ellos, en esta cruda realidad, no importan.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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