Esta maestra rural se convirtió en la primera mujer de habla castellana en ganar el Premio Nobel de Literatura. No solo fue una de las poetas más importantes del siglo XX, su trabajo a favor de la educación pública en América Latina no tiene paragón
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Gabriela Mistral nació en 1889 en un pueblo desértico del norte de Chile. Creció en una familia modesta y, aunque su padre abandonó la familia, ella decidió dedicarse a la escritura por sus textos: Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión poética.
Antes que maestra fue escritora. Publicó textos políticos y feministas en medios locales, lo que provocó que le prohibieran entrar a la Normal de Maestros. La publicación que causó más revuelo, “La instrucción de la mujer,” estaba dedicado a la importancia de la educación y la emancipación de las mujeres:
Es preciso que la mujer deje de ser mendiga de protección; y pueda vivir sin que tenga que sacrificar su felicidad con uno de los repugnantes matrimonios modernos; o su virtud con la venta indigna de su honra.
Mistral estaba muy segura de que la instrucción escolar era necesaria para reformar el rol de las mujeres. Ella misma no se limitó a recibir educación formal. Autodidacta, se instruyó por su cuenta para obtener el título sin necesidad de ir a la universidad.
Sus poemas y textos fueron mal recibidos por buena parte de la sociedad, Chile era entonces un país dominado por terratenientes y oligarcas mineros. Paradójicamente la poesía de Mistral es profundamente religiosa.
Se dedicó a la educación en zonas rurales, entre campesinos e indígenas. Esta maestra mestiza, alejada de la pedagogía urbana. Viajó por Chile para dar clases, incluso estuvo en sitios aislados de la Patagonia.
En el pueblo de Temuco, conoció a un adolescente llamado Pablo Neruda. Años después, en su libro “Confieso que he vivido” el poeta describió así el encuentro:
Por ese tiempo (1920), llegó a Temuco una señora con vestidos muy largos y zapatos de taco bajo. Era la nueva directora del liceo de niñas. Venía de nuestra ciudad austral, de las nieves de Magallanes.
Se llamaba Gabriela Mistral. Yo la miraba pasar por las calles de mi pueblo con sus ropones talares, y le tenía miedo. Pero, cuando me llevaron a visitarla, la encontré buenamoza.
En su rostro tostado en que la sangre india predominaba como en un bello cántaro araucano, sus dientes blanquísimos se mostraban en una sonrisa plena y generosa que iluminaba la habitación.
Yo era demasiado joven para ser su amigo, y demasiado tímido y ensimismado.
La vi muy pocas veces. Lo bastante para que cada vez saliera con algunos libros que me regalaba. Eran siempre novelas rusas que ella consideraba como lo más extraordinario de la literatura mundial. Puedo decir que Gabriela me embarcó en esa seria y terrible visión de los novelistas rusos y que Tolstoi, Dostoievski, Chejov entraron en mi más profunda predilección.
Gabriela Mistral no se limitó a instruir a niños. Se involucró en el gobierno del liberal Arturo Alessandri, donde colaboró en una reforma educativa que contemplaba la educación básica y obligatoria. Por las noches se dedicó a educar a obreros y campesinos.
En 1922 viajó a México, invitada por José Vasconcelos, para ayudar a elaborar los planes de estudios de la naciente Secretaría de Educación Pública. En México publicó “Desolación”, uno de sus primeros libros de poesía. También escribió poemas sobre el maíz y los pueblos indígenas.
Se dedicó a la organización de escuelas rurales y mantuvo sus publicaciones en medios. En la Revista de Revistas se distribuyó uno de sus mejores textos latinoamericanistas: “El Grito”.
Maestro: enseña en tu clase el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América, su Bello, su Sarmiento, su Lastarria, su Martí. No seas un ebrio de Europa, un embriagado de lo lejano, por lejano extraño, y además caduco, de hermosa caduquez fatal.
Describe tu América. Haz amar la luminosa meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo todo de tu América; di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia.
Mistral recorrió México en misiones culturales y ayudó a adaptar planes de estudio. Según ella, la educación de cada nación debía adaptarse a las necesidades del lugar y no ser mera copia de los sistemas positivistas y cientificistas de Europa.
El trabajo intelectual de Mistral era tan importante que viajó por Europa y por varios países de América Latina, para hacer representaciones diplomáticas y colaborando en sistemas educativos de la región. Ya entonces su labor como poeta era muy reconocida.
En 1945 Gabriela Mistral ganó el premio Nobel de literatura. Desde entonces es la única mujer latinoamericana que lo ha conseguido.
Mistral vivió luchando a favor de la educación universal, pero también por la constante reivindicación de las mujeres en la vida política. Con el voto femenino en Chile, 1949, escribió:
Ahora ya no le damos un amén servil a ese pregonado monopolio de la inteligencia viril: hemos constatado tantos casos de mujeres a la par o por encima de varones reconocidamente “ponderados” que ya no se nos puede tratar como a criaturas desvalidas, o dulcemente taradas, con el seso a medio desarrollar.
En enero de 1957, Gabriela Mistral murió en un hospital de Nueva York. Sus restos fueron enterrados en Monte Grande, Chile. Los derechos de sus libros fueron regalados a los niños del pueblo.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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