Fuego y filo: crecer en un hogar jornalero agrícola

10 marzo, 2022

Los papás y mamás de los niños trabajadores regulan sus horarios de trabajo, teniendo periodos más cortos de labor.

Jornaleros agrícolas de Chiapas acompañan a sus padres en la búsqueda de medios de vida. Este es el caso de Jerry, de 10 años de edad, y su familia, cuyas jornadas de trabajo a veces se extienden por casi 20 horas

Por Evelyn Silvana Salazar Corzo / Border Center for Journalists and Bloggers

CHIAPAS.- Venustiano Carranza, Chiapas. Jerry sostiene fuerte el machete y con destreza, corta las varas de caña; tiene 10 años y es el primogénito de Mari y Manuel, quienes están pendientes y cerca del niño, con el sol de casi mediodía. 

Ella y él también machetean las varas que previamente ardieron bajo fuego, para luego ser llevadas al ingenio donde les extraerán su jugo para producir azúcar. Los tres son trabajadores agrícolas que llegaron al corte de caña en el municipio Venustiano Carranza, donde se encuentra el ingenio más grande del estado de Chiapas.

Muchas familias jornaleras son multidisciplinarias durante el proceso de recolección de la planta, cumpliendo con diferentes roles.

La jornada de trabajo empieza a las dos de la mañana y muchas veces termina a las siete de la noche, las y los trabajadores son transportados en camionetas que los llevan hasta donde van a realizar la zafra. Antes de iniciar, un café y un poco de pan les dan energía para iniciar la jornada.

Su familia y él son originarios de Las Rosas, municipio que según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo) tienen un alto grado de marginalidad y más de la mitad de la población vive en esas condiciones, eso los obliga a migrar varios meses del año para buscar trabajo.

Las Rosas, su municipio de origen, colinda al oeste con Venustiano Carranza, donde desde mediados del siglo pasado se encuentra el ingenio azucarero de San Francisco Pujiltic.

Asentarse en colonias alejadas del centro, donde se encuentran los servicios básicos de salud, dificultan el acceso a ellos, aún más para familias que, de forma estacional, migran a ingenios. Madre e hijo caminan por la carretera a Las Rosas. El traje de la madre es vestimenta tradicional del norte del estado de Chiapas.

Según datos oficiales, ahí se recibe cada zafra lo equivalente a un aproximado de 18 mil 750 hectáreas de caña de azúcar, es el núcleo de la zona cañera del centro de Chiapas. A ese lugar, cada temporada, llegan decenas de familias, padres, madres, niños y niñas que trabajan como jornaleros para buscar subsanar así sus gastos de sobrevivencia, lo que en sus lugares de origen no sería posible.

Alacranes, caídas, cortaduras en el cuerpo

Maquinaria pesada y mano de obra

Durante la pasada temporada de zafra, hubo días que la familia de Jerry no fue a trabajar. El padre, Manuel, se cayó de varios metros de altura mientras trabajaba, tuvieron que pasar días para recuperarse de los golpes.

Los accidentes no son pocos, “una vez, me pico un alacrán en mi nuca; me entumece la lengua y todo mi cuerpo. El remedio es mascar la planta llamada machete: nomás tenés que mantener presionando y quita el entumecimiento y sólo queda un poquito de calentura”, recuerda el niño.

Le pregunto qué les diría a otros niños trabajadores, cuáles son los riesgos, “que no se corten. Que se cuiden de todo y si van a la caña, que no se corten”, me responde.

¿Estudiar? una vez estuvo en la escuela pero cuando decidieron movilizarse, tuvo que dejarla. Terminando la zafra volvieron a casa pero no volvieron a la escuela primaria.  Jerry expresa que sí tiene ganas de volver y sus papás le dijeron que dentro de poco podrá reincorporarse. 

La leña sigue siendo de los principales combustibles en las casas jornaleras.

En el campo no juegan, pero cuando el corte acaba temprano y tiene más tiempo libre, se reúne con sus amigos para compartir habilidades y competir por las piezas más bonitas en duelos de canicas, en el suelo áspero y cenizo de los cañaverales.

3.2 millones en el trabajo infantil

En 2017, según el INEGI, 3.2 millones de niñas, niños y adolescentes (NNA) realizaron algún tipo de trabajo infantil, del cual el 34% fue en el sector agropecuario, siendo este el mayor porcentaje ocupado. La Organización Internacional del Trabajo, considera al trabajo agrícola jornalero como una de las ocupaciones más peligrosas.

La Red Nacional de Jornaleros  Jornaleras Agrícolas, menciona que en México los programas de atención han sido mal ejecutados (o que a veces no llegan a sus regiones), como el Programa de Educación Básica para Niños y Niñas de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes (PRONIM) y el Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa (PIEE)

Las quemas son controladas por fuegueros, para que el corte sea más seguro en cuanto a picaduras de animales y limpiar de hojas y monte, pero son realizadas sin otros protocolos de seguridad, ni seguros médicos.

“Me siento feliz cuando estoy cortando caña. No me da miedo el machete y nunca me he cortado, corto desde los 6, ¿verdad, mami?”,»sí”, le contesta Mari a Jerry. Él sueña con ser cantante y mecánico de camiones cañeros. Dice que a pesar del trabajo duro, le gusta vivir aquí, donde el agua abunda en los ríos, y el fuego en la tierra y las hojas.

erry, abrazado por Mari, junto a un primo y dos vecinos/amigos cercanos, en su casa.

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