17 marzo, 2023
El presidente francés, Emmanuel Macron, decretó sin considerar a la oposición la reforma de pensiones que ha desatado las últimas protestas de la clase trabajadora de ese país. El poder legislativo prepara una moción de censura, lo que podría impulsar a Macron a disolver la asamblea legislativa.
Texto: Iván Cadin @ivankdin
Foto: Loic Venance / AFP
PARIS, FRANCIA.- Pasó lo que pocos preveían: para aprobar su controvertida reforma de pensiones, el presidente francés Emmanuel Macron utilizó en términos llanos un decretazo.
La tarde de este jueves, la primera ministra Élisabeth Borne anunció en la Asamblea Nacional que el gobierno se responsabilizaba de la medida, anunciando el uso del artículo 49.3 de la constitución francesa, el cual permite al gobierno aprobar iniciativas sin votación parlamentaria.
«Hoy, sobre el texto del parlamento, la incertidumbre se cierne sobre unos pocos votos. No podemos correr el riesgo de que se derrumben 175 horas de debate parlamentario. No podemos correr el riesgo de ver desestimado el compromiso construido por las dos Asambleas (…) Esta reforma es necesaria”, justificó la funcionaria.
El anuncio lo hizo en tribuna, mientras los diputados de la Nupes (Nueva Unión Popular Ecológica y Social, el bloque de diputados de izquierdas) cantaban La Marsellesa, el himno francés, y gritaban “¡dimisión!” y “¡democracia!”
Tras haber sido validada por una comisión legislativa y ser palomeada por el Senado este jueves por la mañana, a la reforma de pensiones de Macron (que busca aumentar la edad de la jubilación de los 62 a los 64 años y subir el tiempo de cotización de 42 a 43 años para poder cobrar pensión completa) le faltaba únicamente ser turnada con los diputados a la Asamblea Nacional, la tarde de este mismo jueves, para ser votada y eventualmente aprobada. Sin embargo, las intenciones de la votación no le favorecían a Macron, por lo que a escasos minutos de las tres de la tarde, hora en que abría sesión Diputados, el gobierno anunció que se iba por el decretazo.
Diputados de varios flancos políticos, como de la ultraderecha (Renovación Nacional) así como de la izquierda (Nupes) e incluso del centro (el grupo LIOT), así como algunos diputados rebeldes del partido de derecha Los Republicanos (en su gran mayoría favorables a la reforma de Macron) tras conocer la decisión presidencial señalaron que interpondrán una moción de censura para detener la ley y, de paso, intentar la dimisión de la primera ministra.
Apenas terminado el breve y accidentado discurso de Borne ante los diputados, poco a poco comenzó a llegar gente de manera espontánea a las inmediaciones de la Asamblea Nacional, resguardada por un operativo de elementos policiacos. Inconformes con la medida, horas después la multitud en protesta contaba ya miles de personas en la contigua Plaza de la Concordia, tanto trabajadores como estudiantes, concentración que derivó en enfrentamientos con la policía al caer la tarde, cuando la policía comenzó a dispersar a la multitud con gases lacrimógenos y carros lanza agua. Al cierre de este texto, 120 personas habían sido detenidas en la capital francesa. Casos de protesta similar se presentaron en otras partes de Francia como Marsella, Lyon, Toulouse, entre otras.
La reforma de pensiones ya había sido adoptada el fin de semana en el Senado por 195 votos contra 112. De ahí pasó a la comisión mixta paritaria (siete senadores y siete diputados) que la aprobó diez votos contra cuatro el miércoles 15 de marzo por la noche. Regresó al Senado este jueves 16 por la mañana para su adopción final, con un ligero ajuste a su votación previa: 193 a favor, 114 en contra.
Su último nicho, este mismo jueves, era la Asamblea Nacional, la cámara de Diputados. Pero a diferencia del Senado, la correlación de fuerzas en Diputados no le favorecía al presidente: la Nupes es la principal fuerza opositora y su voto estaba abiertamente en contra de su ley, igual que los de la ultraderecha y hasta de algunos diputados republicanos, lo que daba una intención de voto en contra de 273 a 279. A favor, los votos fluctuaban entre 275 y 280. Se trataba de cifras muy competitivas ante los 287 sufragios necesarios para contar con una mayoría.
Una hora antes de las 3 de la tarde, hora en que abría la asamblea para sesionar, la negociación en los pasillos del recinto proseguía, mientras Macron, desde el Palacio del Elíseo, monitoreaba la fuerza de su votación. Finalmente, pocos minutos antes de la hora marcada, el gobierno consideró que no reunía los votos necesarios, por lo que convocó a un consejo de ministros excepcional en la sede presidencial, medida obligatoria que debe realizar el gobierno para activar el artículo 49.3.
Como se ha venido consignando en las entregas de Pie de Página, esta ruta de viaje la tuvo siempre establecida Macron desde un inicio. Si bien el 49.3 gravitó sobre el debate político de la reforma como una opción, una gran mayoría pensaban que Macron iría hasta el final de la votación, intentando asegurar los votos de sus allegados y aliados, pero no fue así.
Macron introdujo su iniciativa al parlamento francés bajo una forma legislativa que, de entrada, inhibió un debate ampliado. Posteriormente sus promotores utilizaron diversos artículos para acortar los debates (el 47.1) o bloquear votos (44.3). Ante este contexto de “discusión” apresurada, muchos sectores consideraron que utilizar el 49.3 para terminar imponiendo una ley sin ser validada por el parlamento, sería ya demasiado.
Es la onceava vez desde que comenzó esta segunda administración de Macron que el artículo 49.3 se utiliza, algo inusual en una administración por el número de decretos en tan poco tiempo.
Éric Ciotti, presidente de Los Republicanos, lamentó la decisión, pero aseguró: «Los Republicanos no se sumarán a ninguna moción de censura y no firmarán ninguna. Nuestra democracia no soportaría tal caos». Sin embargo, algunos diputados de su partido contrarios a esta línea, han sugerido que podrían votar a favor de la moción de censura.
El exdiputado de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, denunció la aprobación de un texto que fue votado «sólo por el Senado, no por el conjunto del pueblo francés, ni por la Asamblea Nacional, ni por los sindicatos, ni por las asociaciones de trabajadores. Es un texto que no tiene legitimidad». Y aseguró que, tras este «fracaso espectacular», la lucha social tiene «buenas posibilidades de tener la última palabra».
«Habrá nuevas movilizaciones», declaró por su parte el secretario general del sindicato CFDT, Laurent Berger, denunciando un «vicio democrático» tras la decisión. “Obviamente habrá nuevas movilizaciones, porque la respuesta es extremadamente fuerte, ya tenemos muchas reacciones de los grupos sindicales.”
El desconcierto de la medida golpeó, también, dentro de las filas del partido del presidente Macron, Renacimiento. Diversos medios franceses recogieron expresiones, off the record, de algunos diputados y liderazgos del partido oficialista que no logran comprender la medida, no tanto en su estrategia a corto plazo sino a largo, en cuanto al costo político.
La primera ministra Borne, al intentar minimizar las críticas de que el decretazo es una medida autoritaria que bloquea el trabajo legislativo, dijo que la moción de censura que pueda tramitar la oposición ante el uso del 49.3 será objeto de voto, y que en esos votos se puede distinguir entre los que están en contra o a favor de la reforma de retiros.
Varios partidos ya han anunciado que presentarán mociones de censura. Los parlamentarios tienen hasta el viernes 17 de marzo a las 15 horas, 24 horas después de promulgado el decreto, para tramitarlas. El próximo lunes 20 se votarían en la Asamblea. Si una moción de censura obtiene 287 votos, es decir, la mayoría absoluta, la ley se revertiría y Élisabeth Borne debería dimitir (aunque Macron podría retenerla).
Si Macron consideró que no reunía los votos a favor de su reforma en la Asamblea, haber optado por el uso del 49.3 hace suponer que consideró entonces que la oposición no logrará obtener la moción de censura en la próxima votación. Porque si bien la debilidad en la Asamblea del partido de Macron, Renacimiento, y Los Republicanos, sus aliados en esta reforma, es relativa, tampoco el bloque de las izquierdas o el de la extrema derecha la han tenido fácil para hacer avanzar leyes en estos últimos meses. Sin embargo, en esta ocasión y para este punto específico, gran parte de la oposición a la reforma podría ir unida, incluso con algunos diputados republicanos, y lograr la mayoría necesaria.
De pasar la moción de censura, el presidente podría disolver la Asamblea Nacional, para luego abrir paso a nuevas elecciones legislativas. Cercanos a Macron han filtrado a la prensa que el presidente ha considerado todas las opciones, incluida esta.
Sólo una vez en toda la Quinta República se ha dado curso a una moción de censura: el 5 de octubre de 1962, cuando la mayoría parlamentaria, en desacuerdo con la iniciativa del presidente de entonces, Charles de Gaulle, de elegir al presidente bajo sufragio universal directo, tramitó una moción de censura que prosperó. El primer ministro George Pompidou presentó su renuncia. Pero De Gaulle no cedió y cuatro días después disolvió la Asamblea, como parte de sus atribuciones como presidente, para posteriormente convocar a votaciones. Pero, todos sabemos, el contexto de Macron es muy distinto al de De Gaulle.
Además de la moción de censura, otra opción existente es apelar el decreto ante el Consejo Constitucional. Varios grupos parlamentarios ya han dicho que impugnarán la reforma ante el tribunal.
Ante el 49.3, la intersindical, la asamblea conformada por los sindicatos más grandes de Francia para enfrentar la reforma, ha propuesto una nueva jornada de huelga, la novena, para el próximo jueves 23 de marzo. En un comunicado, señaló medir “con seriedad la responsabilidad que tiene el ejecutivo en la crisis social y política que resulta de esta decisión, una verdadera negación de la democracia».
La octava jornada de lucha se realizó la víspera del polémico decreto, el miércoles 15. Según los sindicatos, 1.7 millones de personas salieron a las calles; 480 mil según el gobierno. Como en las jornadas de lucha del 19 y 31 de enero, 7, 11 y 16 de febrero, y 7 y 11 de marzo, los manifestantes salieron a marchar, pero también realizaron huelgas y paros en diversos sectores de la vida nacional.
Según encuestas, 2 de cada 3 franceses están en contra de la reforma y 6 de cada 10 (consultora Elabe) a favor de que continúen las movilizaciones, incluida la huelga consecutiva. Un 78% de los franceses (consultora Ifop) se declaraba en contra de usar el 49.3.
En los últimos días, a las jornadas de protesta se plegaron los trabajadores de limpia. Es por eso que ahora las calles de París presentan montañas de basura en prácticamente cada esquina. Hasta el miércoles pasado se estimaba cerca de 7 mil 600 toneladas de basura acumulada en la vía pública.
La temperatura en el panorama social y político francés sigue en vilo. Macron no cede en su afán de activar su reforma, pero tampoco los muy diversos y amplios sectores sociales que se oponen a ella.
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