Fox y el millonario negocio de ser presidente de México

24 octubre, 2017

Fox y el millonario negocio de ser presidente

El pueblo San Cristóbal, en San Francisco del Rincón, Guanajuato, pasaría desapercibido entre las muchas rancherías del estado si no fuera porque ahí vive el ex presidente Vicente Fox, que se ha convertido en el próspero y real dueño de la comunidad. El poder sobre este pequeño lugar no es, sin embargo, el único logro del ex mandatario, quien como Jefe de la Nación, ayudó a su familia a salir de la quiebra y multiplicar millonarios negocios 

Texto y Fotos: José Ignacio De Alba

SAN FRANCISCO DEL RINCÓN, GUANAJUATO.- Marcelo no supo quién era el señor que vino a causar tanto alboroto San Cristóbal. Al final no le interesó porque “no tenía dinero para entrar a la fiesta” donde se iba a presentar al forastero. De todos modos, a él nadie lo invitó. Y si lo hubieran hecho tampoco hubiera ido, dice envalentonado, mientras se arregla el sombrero descolorido por el sol.

El invitado de honor era el cantante británico Elton John, uno de los personajes más reconocidos del rock mundial. El anfitrión, Vicente Fox, el expresidente que en 2000 terminó con 71 años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y seis años después entregó la banda presidencial en medio de un Congreso tomado por las acusaciones de fraude.

Nadie sabía entonces que el expresidente estaba siendo investigado también por posible desvío de recursos público, al ocultar a Hacienda el origen de más de 20 millones de pesos que ingresaron a sus cuentas y a las de su esposa, Martha Sahagún durante su mandato. Por esos días de octubre de 2010, Fox anunció que el concierto de Elton John en su rancho de San Cristóbal era para recaudar fondos y dar becas escolares. El pianista británico cobra hasta un millón de dólares por concierto. Pero el expresidente aclaró que el evento estaba patrocinado por un empresario ligado al PRI: Roberto González (ya fallecido), dueño del consorcio Gruma – el mayor productor de tortillas en el mundo-, y del banco Banorte. Sir Elton Hercules John, condecorado con la Orden del Imperio Británico, se presentó en el rancho Fox vestido con un saco de cola de pingüino y antes de iniciar admitió: “Nunca había dado un concierto en un lugar donde se siembra brócoli”. 

Los precios de los boletos costaban hasta 9 mil pesos, Marcelo recuerda más eso que el lugar de procedencia de la estrella internacional. Después hace una cuenta rápida y con seguridad dice: “apenas pa’ comprar un carrito”. 

Cuando se le pregunta por Fox – quien antes de ser presidente fue gobernador de Guanajuato – el campesino se agarra la frente, en silencio, y se acomoda el sombrero, como si su sitio en la cabeza tuviera que ser exacto. Sus dedos sin uñas por haber levantado calabazas de la tierra en los últimos 50 años ponen orden en la melena y responde esquivo: “Pues ahí anda”. Luego continúa con las cuentas de lo que hubiera podido comprar de haber tenido dinero suficiente para un boleto. Quizá, confiesa, él hubiera hecho su propia fiesta.

Después de todo, Elton John no fue el único que ha causado alboroto por estas tierras. Al rancho de Fox han llegado los Reyes de España, el presidente del país más poderoso del mundo y el líder espiritual Dalai Lama, quien hasta sombrero de charro lució sobre su cabeza calva. Desde el año 2000, cuando el hijo pródigo de San Cristóbal asumió la presidencia del país, en este pueblo de casi 3 mil habitantes no han dejado de pasar cosas extraordinarias.

El hacedor del milagro… de la familia Fox

Después de 71 años de gobiernos priistas, en 2000 el Partido Acción Nacional logró la proeza de llegar a la presidencia. Lo hizo con Vicente Fox, un candidato desparpajado, dado a romper protocolos con picardías. Fox presumía su cercanía con el pueblo; usaba sombrero, botas, bigote, tenía modos rancheros y hablaba del arraigo a San Cristóbal. El hombre de las botas convenció a los votantes de que, sacando del gobierno al PRI se solucionarían los problemas que más afligían al país. Pero ya en el poder, nada hizo para alejarse de la inercia en la que el país se conducía desde varios sexenios atrás.

Desde que asumió el poder, su rancho de San Cristóbal se volvió un centro de recepción de personalidades. Una de las visitas insignes fue la del entonces presidente de Estados Unidos George W. Bush, en febrero del 2001. Las calles del pueblo fueron empedradas, el camino que va de León a San Cristóbal se convirtió en carretera, los postes de electricidad de madera fueron sustituidos por unos de metal altos, como ninguna construcción en ese descampado que da al rancho de los Fox. A la hora del arribo, transmitido en cadena nacional, los comentaristas hablaron de la pericia del piloto que aterrizó el enorme Air Force One en la limitada pista de aterrizaje del Aeropuerto del Bajío, ubicado a una hora del rancho.

“Pos ahí tienes al señor presidente, madre”, dijo Vicente Fox cuando presentó a su madre, Mercedes Quezada, con el hombre más poderoso del planeta, a quien Fox llamaba con familiaridad: “mi amigo Jorge”. Durante esa misma visita, Bush ordenó bombardear a Irak. Fue lo único que destacaron los medios estadunidenses del encuentro que el presidente mexicano llamó “histórico”.

Durante esa y muchas visitas que acudieron al rancho durante el gobierno de Fox, entre tractores y caballos circularon camionetas del Estado Mayor Presidencial, y entre caminos rurales y hortalizas se pusieron helipuertos improvisados. Era la imagen del presidente jocoso en un sexenio de fatalidades y un pueblo rural destinado a las ocurrencias del grandilocuente y desmesurado patrón.

En octubre del 2006, dos meses antes de acabar su gobierno, Vicente Fox inició la construcción del Centro Fox. Una instalación que albergaría entre otras cosas un museo y una “biblioteca presidencial” con 25 mil libros, las instalaciones estarían -claro- en San Cristóbal. Marta Sahagún –segunda esposa Fox- relató a la revista Quien (edición 149) que Vicente había ideado crear una biblioteca como la que tiene el expresidente de Estados Unidos Bill Clinton en una de las visitas oficiales a Estados Unidos. 

La construcción inició cuando aún era presidente de México. El costo total fue de 20 millones de dólares, con el tipo de cambio en ese momento fueron 250 millones de pesos -según lo ha dicho el ex mandatario en diversas entrevistas-. Hasta ahora, los patrocinadores no han sido revelados. El diseño de las instalaciones quedó a cargo de Francisco Serrano Cacho, el arquitecto forma parte del despacho que realizó la remodelación de la terminal 2 del aeropuerto de la Ciudad de México, también durante el gobierno de Fox.

El museo del Centro es una expresión de la megalomanía del ex presidente: medallas con las que fue condecorado durante su mandato, diplomas, frases, fotos de él, pinturas de él, bustos de él. Su legado fue su imagen ranchera. El presidente que nunca dejó de ser candidato se hizo un museo con una réplica de la oficina que ocupó en Los Pinos. Él es el personaje que trasciende a la figura del presidente. Él es -como lo dice el plumier plateado sobre su escritorio en el museo- “el hacedor del milagro de la democracia mexicana”. En una serie de rótulos colgados en lo alto del museo aparecen imágenes de personajes tan célebres que son un cliché, con alguna frase que hayan formulado, tan populares que también son cliché como “I have a dream” de Martin Luther King. En el muro las imágenes de Mahatma Gandhi, Nelson Mandela, la madre Teresa de Calcuta y… Vicente Fox. 

El “hacedor del milagro de la democracia mexicana” se piensa un personaje de grandes vuelos. Su frase inmortal, escrita bajo su foto: “Tú eres líder. Todas y todos somos líderes, somos y podemos ser líderes todo el tiempo de nuestra vida en cualquier actividad que decidamos emprender”. La frase no es recordada ni siquiera por los habitantes de San Cristóbal.

Pero el verdadero milagro de Vicente Fox fue para su familia, a la que rescató de la quiebra, le garantizó el patrimonio sobre su rancho y ayudó a multiplicar sus negocios, según documenta el periodista Raúl Olmos en su libro Fox, negocios a la sombra del poder (Grijalbo, 2017). Escribe Olmos: “Entre 1995 y 1999 los hermanos Fox habían creado nueve empresas, pero cinco quebraron antes de que Vicente llegara a ser presidente. Para el periodo 2000-2006, que coincide con el gobierno foxista, ocurrió el boom de empresas familiares, con 50 nuevos negocios”.

La investigación muestra cómo los Fox y la familia de Martha Sahagún diversificaron sus negocios, desde la producción de hortalizas, aguacate, y agave, hasta su incursión en el mercado petrolero y productos de belleza. La bonanza de la familia se ha extendido más allá de los negocios de hortalizas que dejan el rancho y el Centro Fox, y mucho más de la imagen de un campesino de bota y sombrero que solo vive de su pensión como ex presidente.

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Otra de las revelaciones del libro, es lo que Olmos llama “El pacto de San Cristóbal”, que ocurrió el 25 de noviembre del 2010, cuando el ex presidente Fox invitó a su rancho al candidato priísta a la presidencia, Enrique Peña Nieto.

Según relata el periodista, la historia de ese encuentro comenzó dos meses antes, el 24 de septiembre, cuando Fox se preparaba para el concierto de Elton John y recibió la visita inesperada de Xóchitl Espíritu directora de Evolución Patrimonial del gobierno del entonces presidente Felipe Calderón. La mujer investigaba millonarios depósitos en nueve cuentas bancarias y bienes inmuebles no declarados por Fox y su esposa. 

“La faceta del panista guanajuatense como nuevo porrista del PRI surgió el día siguiente de que le entregaron el citatorio en su rancho para aclarar el origen de 27 millones de pesos” asegura Olmos. 

El intercambio con Peña fue sencillo: apoyo incondicional a cambio de inmunidad. Fox no dudó en apoyar al partido que había sacado del poder, para que regresara a la presidencia, a cambio de mantener a salvo sus propiedades.

¿El triunfo de la Revolución?

En el municipio de San Francisco del Rincón, auto proclamado como “la capital mundial del sombrero”, hay 80 pueblos de no más de 2 mil 500 habitantes. Uno de estos es San Cristóbal.

La comunidad se formó alrededor de la hacienda San Cristóbal, que construyó Antonio Obregón y Alcocer en 1591, el hombre también era dueño de la mina La Valenciana, una de las mayores productoras de plata durante la colonia. Pero a principios del siglo XX, una familia de apellido Fox, llegada de Ohio, Estados Unidos, compró la parte principal de la propiedad. El origen de la familia depende de quien lo cuente: según el propio Vicente Fox, es irlandesa, pero otras versiones aseguran que tienen ascendencia inglesa o hasta alemana. De lo que todos están seguros en San Pancho es que ese apellido no es de estos rumbos.

Tampoco está claro el origen de sus propiedades. En el libro Fox & Co. Miguel Ángel Granados Chapa relató una de las versiones: “Viejos lugareños dicen que si los Fox lograron conservar después de la revolución parte de la hacienda -originalmente de cinco mil hectáreas- fue gracias a que el patriarca Joseph ganó en una partida de dominó contra el general Lázaro Cárdenas (por entonces candidato a la presidencia de la República en gira intensiva por el país) el certificado de inafectabilidad”. Otra versión indica que el primogénito de la familia, José Luis Fox Pont, fraccionó el rancho y vendió algunos lotes para evitar que fueran repartidos entre las fuerzas agraristas. Años después la familia Fox recuperó sus tierras comprando los lotes vendidos a sus parientes y amigos. 

Lo cierto es que desde la Revolución -y luego con la Reforma Agraria promovida por el presidente Lázaro Cárdenas- los pobladores de San Cristóbal han reclamado dotaciones de tierras que en los hechos están en propiedad de la familia que José Luis Fox Pont y la asturiana Mercedes Quesada formaron con sus 9 hijos en el rancho de San Cristóbal. Y que el tema del reparto agrario volvió de forma periódica conforme el segundo hijo de la familia escalaba en su carrera política.

“Durante el sexenio de Luis Echeverría se agudizaron las invasiones de predios, la situación política en todo el país era sumamente tensa, producto de un populismo exacerbado. Mi padre juraba que la propiedad privada en el campo iba a terminar por el contubernio entre autoridades y los seudolíderes”, narra el propio Vicente Fox en un recuento autobiográfico.

En ese mismo recuento, publicado en 1999, Fox narra una historia que ejemplifica el conflicto: en 1971, en plena fiesta del pueblo, los habitantes de San Cristóbal con disparos al aire tomaron parte del rancho. 

El desenlace de la tenencia del rancho llegó hasta que Vicente Fox llegó a la presidencia del país. En mayo de 2006, el país estaba atento al desafuero del jefe de gobierno del Distrito Federal, la represión de campesinos en San Salvador Atenco y el conflicto magisterial en Oaxaca. No es extraño que pasara desapercibido el enfrentamiento entre los ejidatarios de San Cristóbal durante la celebración de la asamblea en que se discutiría la definición de los linderos correspondientes a sus propiedades y las de la familia Fox. Pero ese día, los ejidatarios acusaron al presidente Fox de utilizar el Programa de Certificación de Derechos Ejidales (Procede) para legalizar la posesión de tierras que les corresponden según un decreto presidencial de 1937.

Un año después, el tema fue retomado por Reporte Índigo, en una investigación donde se documentó que la familia Fox participó en esa asamblea ejidal, falsificaron firmas y coaccionaron a los ejidatarios para que cedieran terrenos a la familia presidencial. 

Son las paradojas de la Revolución: hoy en estas tierras, de las luchas campesinas por la tierra no quedan más que un par de balazos en uno de los torreones de la hacienda de San Cristóbal. A los Fox, en cambio, una diputación federal, la gubernatura del estado y luego la presidencia de la República les dio, por fin, la tierra por la que pelearon los hacendados.


César Granados, director de la escuela Ortiz Benítez –la única que hay en San Cristóbal- dice que los alumnos definitivamente se han beneficiado con el Centro Fox. Los niños, dice, son más desinhibidos que en los pueblos cercanos. “Están acostumbrados a que venga gente de fuera”. En el colegio, de más de 500 alumnos, sólo hay una computadora (y está en su oficina). En cambio, la biblioteca del Centro Fox, que está a 5 minutos caminando, hay casi 50 ordenadores.

La nueva apuesta de Vicente Fox es el turismo -en su rancho, claro-, con una creciente ampliación en las instalaciones de su hotel proyectada para 50 habitaciones, según explicó Vicente García, encargado de comunicación social del Centro Fox, quien asegura que el lugar recibe 70 mil turistas al año y las ganancias generadas se utilizan para obras sociales. En septiembre de 2016 Fox anunció que pretendía solicitar al gobierno federal que San Cristóbal fuera declarado como Pueblo Mágico. “Él tiene ganas de convertir en pueblo mágico el lugar donde él creció”, confirma Vicente García.

Lo que ya es mágico para los Fox son las ganancias que les deja el Hotel San Cristóbal, donde el precio por habitación es mil 700 pesos por noche (o hasta 3 mil en temporada alta). En el jardín contiguo, entre el hotel y el restaurante, hay un tucán enjaulado para exhibirlo a los visitantes. Y aunque el Centro Fox está registrado como un lugar con fines altruistas, pero también es alquilado para fiestas y eventos privados (bodas, cenas románticas, sesiones de fotografía) por los que sólo en 2015 tuvo ingresos por cerca de 5 millones de pesos.

Diecisiete años después de que Fox llegara a la presidencia, la vida de esta pequeña comunidad es otra: después de mediodía, las calles de San Cristóbal se llenan de gente vestida con trajes. Son empleados del Centro Fox, en su mayoría vecinos de León, que salen a comer en el descanso. Antes en estas calles había campesinos, ahora hay oficinistas acarreando loncheras.

La calle que entra de la carretera al pueblo fue rebautizada como “2 de julio”, el día que Vicente Fox Quezada ganó las elecciones y también el día de su cumpleaños.

En la orilla del pueblo, a la sombra de un mezquite fue instalada una réplica de El Pensador, la obra más famosa de Auguste Rodin. La escultura del hombre desnudo sentado con el puño en el mentón fue colocada de tal forma que mantiene la mirada fija al otro la de la calle, donde se venden chicharrones con cueritos salseados. Quién dijo que en los lugares chicos no pasan cosas grandes. 

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“Este trabajo forma parte del proyecto Pie de Página, realizado por la Red de Periodistas de a Pie. Conoce más del proyecto aquí: https://piedepagina.mx«.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).

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