Filopodio coronavirus

11 julio, 2020

Las notas periodísticas narraron el hallazgo con toda la estridencia de una película de  horror: el coronavirus “zombifica” las células. Les hace crecer bracitos para infectar otras células más.

Lydiette Carrión

El SARS-Cov-2 es un coronavirus no deja de sorprender. Hace unas semanas se difundieron unas fotografías de células infectadas de covid-19. Ahí se aprecia cómo esta enfermedad reescribe las instrucciones que cada célula tiene programada (ahora sí que el coronavirus se comporta como un virus de computadora) y obliga a la célula a “crecer” unos bracitos o ramitas para alcanzar e infectar nuevas células. 

Las notas periodísticas narraron el hallazgo con toda la estridencia de una película de  horror: el coronavirus “zombifica” las células, advertía un titular. El coronavirus “secuestra” las células. Aunque la traducción que hago a esta nota no es la adecuada. En inglés en original usan el verbo “hijack”, que sería algo así como secuestrar (un avión, por ejemplo) y conducirlo. Luego, citan a un científico:  “El coronavirus es más ‘perturbador’ de lo que pensábamos”. Los Angeles Times incluso titula así su nota: “Adentro del cuerpo, el coronavirus es aún más siniestro de lo que científicos pensaban”.  

Siniestro: 

1. adj. Dicho de una parte o de un sitio: Que está a la mano izquierda.

2. adj. Avieso y malintencionado.

3. adj. Infeliz, funesto o aciago.

Me pregunto: ¿Es posible calificar un virus de avieso o malintencionado?, ¿o de infeliz, funesto, aciago? ¿Tiene la naturaleza un lado siniestro?

Hijack-secuestrar-tomar control

Pensé en esas hormiguitas de alguna selvas tropicales que, una vez infectadas con las esporas de determinado hongo, son obligadas a viajar a un lugar del agrado del hongo, para ahí morir y servir de alimento para la nueva colonia fungus. También recordé películas hollywoodenses  sobre alienígenas que toman control de las mentes humanas. Invación. Infección. 

Nuevo coronavirus SARS-CoV-2 Micrografía electrónica de barrido coloreada de una célula altamente infectada con partículas del virus SARS-CoV-2 (amarillo), aislada de una muestra de paciente. El área negra en la imagen es el espacio extracelular entre las células. Imagen capturada en el NIAID Integrated Research Facility (IRF) en Fort Detrick, Maryland. Crédito: NIAID.

Hijacking

La publicación Live Science escribe el halazgo  de manera accesible y aquí hago una traducción e interpretación: 

En el estudio, los investigadores analizaron células de monos infectadas in vitro. Y se encontró que hubo cambios muy importantes en un proceso llamado fosforilación. La fosforilación es un proceso común en las células; se le llama así porque una proteína llamada quinasa se une a un grupo  fosforilo (que es un átomo de fósforo unido a tres oxígenos) de otras proteínas.

Este proceso pone en marcha o detiene enzimas y receptores de las células. Y es «extremadamente importante»; ya que así se inicia la división celular, el crecimiento celular, el desarrollo y su envejecimiento. Un mal funcionamiento se traduce en enfermedad, en todo tumores. Todo esto lo narra Live Science y cita un artículo publicado en junio de 2017 en el International Journal of Medicina Molecular

Resumiendo, la fosforilación sirve como el tablero de un avión: para manejar la célula. Y el virus lo secuestra y lo manipula.

Los bracitos

Las notas periodísticas siguieron hablando de maldad, del virus siniestro, etcétera. Pero hay un dato que es poco destacado: otros virus, incluido el virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) y algunos de los que causan influenza también tienen este efecto: ramitas o bracitos con el fin de infectar.  Otras enfermedades también transforman el ADN o el comportamiento celular. De hecho son muchísimos los factores que pueden influir en el comportamiento genético.  

A lo que me lleva a pensar que los reporteros, la prensa, nacional, internacional, nos acercamos de manera ingenua a la ciencia y la naturaleza de la enfermedad. En qué momento se construyó la idea de que un ser vivo no entra en profunda interacción con otros. 

Herencia del positivismo

Hace unos meses, cuando todavía se podía hablar cara a cara con la gente, un amigo biólogo platicaba que  en su disciplina había una discusión añeja sobre los límites de la vida. Los positivistas, occidentales, que aseguraban que los límites se encuentran en cada individuo. Otros, quienes advertían que la vida del individuo no inicia ni termina en el individuo mismo. Que éste no es sin las relaciones con otras especies.

Un ejemplo claro seríamos nosotros, los seres humanos, y nuestra flora intestinal: aproximadamente 2 kilos de bacterias que viven en nuestro intestino, sin las cuales moriríamos. ¿Soy yo sola o soy yo y las bacterias que me habitan sin las cuales no puedo vivir?

¿Dónde empieza y dónde termina mi vida? Si yo soy un individuo –indivisible–, eso ¿incluye las bacterias sobre mi piel, los virus que me han infectado y siguen “conviviendo” conmigo, el fuego que me brota en el labio cada que me bajan las defensas?

La ilusión del yo

Un estudio advierte «Jamás hemos sido individuos«: 

“La noción de «individuo biológico» es crucial para los estudios de genética, inmunología, evolución, desarrollo, anatomía y fisiología. Cada una de estas subdisciplinas biológicas tiene una concepción específica de la individualidad, que históricamente ha proporcionado contextos conceptuales para integrar datos nuevos.

«Sin embargo, durante la última década, el análisis de ácido nucleico, especialmente la secuenciación genómica y las técnicas de ARN, han desafiado cada una de estas definiciones disciplinarias; y es que han encontrado interacciones significativas de animales y plantas con microorganismos simbióticos que interrumpen los límites que hasta ahora habían caracterizado al individuo biológico.

«Los animales no pueden ser considerados individuos por criterios anatómicos o fisiológicos, porque hay una diversidad de simbiontes presentes y funcionales para completar las rutas metabólicas y cumplir otras funciones fisiológicas. Del mismo modo, estos nuevos estudios han demostrado que el desarrollo animal es incompleto sin simbiontes. Los simbiontes también constituyen un segundo modo de herencia genética, que proporciona una variación genética para la selección natural”. 

Los bracitos del covid parecen un recordatorio inquietante de esto: Nuestra ilusión de ser individuos es eso, una ilusión. Siempre hay otros que nos hacen y transforman, a veces para nuestro beneficio, otras, no.

El estudio completo sobre “los bracitos” que provoca en covid-19 se encuentra aquí

Crédito: NIAID

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).