9 julio, 2024
La probabilidad de sufrir dificultades aumenta con la carga de la deuda. La presión de la deuda ha crecido enormemente en los dos últimos años, especialmente para los países en desarrollo que se endeudan en gran medida en las principales monedas occidentales
Por Jomo Kwame Sundaram* / IPS
Durante algún tiempo, la mayoría de las instituciones financieras multilaterales han instado a los países en desarrollo a pedir préstamos comerciales, pero no a China. Ahora, los endeudados están atrapados en trampas de deuda con pocas perspectivas de escapar.
La última década y media ha sido testigo de un prolongado estancamiento mundial, en el que a algunas economías y personas les ha ido mucho peor que a otras.
La crisis financiera mundial de 2008 y la Gran Recesión se han visto agravadas recientemente por la pandemia de la covid-19, las subidas de las tasas de interés impulsadas por la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y la escalada de la guerra económica geopolítica.
Tras los recortes fiscales inspirados por el presidente Ronald Reagan (1981-1989), aparentemente para inducir más inversiones privadas, los déficits presupuestarios se han hecho más grandes. En lugar de permitir una rápida recuperación, ahora se exige una mayor austeridad fiscal, como en la década de los años 80.
Después de que la expansión fiscal evitara lo peor en 2009, las políticas monetarias no convencionales, principalmente la flexibilización cuantitativa (QE), tomaron el relevo. El Banco Central Europeo (BCE) siguió el ejemplo de la FED estadounidense durante más de una década.
Las tasas de interés más bajos de la QE fomentaron el endeudamiento a medida que el crédito se hacía más accesible y asequible. Con los países ricos ofreciendo menos financiación en condiciones favorables, los países en desarrollo no tuvieron más remedio que acudir a los mercados en busca de préstamos.
El gasto anticíclico en una recesión requiere préstamos públicos, que la QE hizo más accesibles y baratos. El consiguiente aumento del endeudamiento ha vuelto a perseguir a estas economías desde 2022-2023, cuando se dispararon los tipos de interés.
Los eslóganes del Banco Mundial, como «de miles de millones a billones», instaban a los gobiernos de los países del Sur en desarrollo a endeudarse más en condiciones de mercado para satisfacer sus necesidades de financiación para los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el clima y la pandemia.
Con las cuentas de capital abiertas, muchos inversores privados llevan mucho tiempo buscando seguridad en el extranjero. Pero cuando se presentaron oportunidades lucrativas de inversión directa, por ejemplo en la India, parte de la fuga de capitales regresó en forma de inversiones extranjeras, normalmente privilegiadas y protegidas por los gobiernos anfitriones y los tratados internacionales.
La mayor disponibilidad de crédito en condiciones casi favorables, gracias a la expansión cuantitativa, permitió una mayor financiarización, a menudo innovadora. La financiación combinada y otras innovaciones de este tipo prometieron reducir el riesgo de las inversiones privadas, especialmente las procedentes del extranjero.
A pesar de un menor endeudamiento bancario que en la década de los años 70, el endeudamiento aumentó con más deuda basada en el mercado. Sin embargo, ese endeudamiento no hizo crecer mucho la economía real a pesar de la gran innovación tecnológica privada.
La FED empezó a subir las tasas de interés a principios de 2022, achacando la inflación a la rigidez del mercado laboral. A medida que tasas subían bruscamente, la deuda se hacía más onerosa.
Así, el endeudamiento público en todo el mundo se volvió más restringido cuando más se necesitaba. La subida de los tipos de interés ha frenado la demanda, incluido el gasto privado y público en inversión y consumo.
Pero las recientes contracciones económicas se han debido principalmente a perturbaciones de la oferta. La segunda Guerra Fría, la pandemia de covid y las agresiones económicas geopolíticas han perturbado las líneas de suministro y la logística.
La subida de las tasas de interés amortigua la demanda, pero no resuelve las perturbaciones de la oferta. Las políticas inadecuadas no han ayudado, ya que tales medidas antiinflacionistas han recortado el empleo, los ingresos, el gasto y la demanda en todo el mundo.
Tras la crisis financiera mundial estallada en 2008, los sucesivos presidentes estadounidenses han logrado mantener el pleno empleo. Todos los bancos centrales tienen el compromiso de garantizar la estabilidad financiera, pero la Reserva Federal tiene además un segundo mandato casi único: mantener el pleno empleo.
Los países del Sur se enfrentan ahora a muchas más limitaciones en cuanto a lo que pueden hacer. La mayoría están muy endeudados y tienen poco margen de maniobra. Con más financiación de los mercados, el sesgo procíclico es más pronunciado.
Los países en desarrollo vulnerables creen que no tienen más remedio que rendirse al mercado. La pobreza en los países más pobres no ha disminuido desde hace casi una década, mientras que la seguridad alimentaria no ha mejorado desde hace aún más tiempo.
Peor aún, la geopolítica ha presionado mucho al Sur global para que gaste más en el ejército. Pero la mayoría de las recientes subidas de los precios de los alimentos se debieron a la especulación y a una escasez artificial y no real.
La probabilidad de sufrir dificultades aumenta con la carga de la deuda. La presión de la deuda ha crecido enormemente en los dos últimos años, especialmente para los países en desarrollo que se endeudan en gran medida en las principales monedas occidentales.
Aunque las razones aparentes por las que los bancos centrales suben los tipos de interés ya rara vez se citan, los tipos de interés no han bajado y los fondos no han vuelto a fluir hacia los países en desarrollo.
Durante al menos una década, Estados Unidos ha advertido cada vez más a los países en desarrollo que no pidan préstamos a China, a pesar de sus bajos tipos de interés en comparación con la mayoría de las demás fuentes de crédito, excepto Japón.
En consecuencia, los créditos de China a los países en desarrollo, especialmente en el África subsahariana, han disminuido desde 2016. En 2022, los países más pobres habían obtenido muchos más préstamos de fuentes comerciales. Pero ese capital privado ha huido desde entonces a Estados Unidos y otros mercados occidentales que ofrecen altos rendimientos con más seguridad.
La fuga de capitales de los países del Sur, especialmente de los más pobres, se produjo a continuación, ya que se destinó mucho menos dinero a los países en desarrollo más pobres a través de los mercados. Con menos opciones de financiación, los países más pobres han sido los más vulnerables.
Negociar con diversos acreedores privados en los mercados, en lugar de a través de acuerdos intergubernamentales, ha resultado mucho más difícil. Con mucha más financiación privada en los mercados, estos financieros no aceptarán instrucciones de los gobiernos a menos que se vean obligados a hacerlo.
Por lo tanto, poco se vislumbra en el horizonte que ofrezca esperanzas reales de un alivio significativo de la deuda, por no hablar de una fuerte recuperación y mejores perspectivas de desarrollo sostenible en el Sur global.
*Jomo Kwame Sundaram, es profesor de economía y antiguo secretario general adjunto de la ONU para el Desarrollo Económico.
Este artículo fue publicado inicialmente en IPS. Aquí puedes consultar la versión original.
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