Entre las manos. Así perdió el agua Nuevo León

28 julio, 2022

El río Santa Catarina que atraviesa la zona metropolitana de Monterrey se encuentra completamente seco. La falta de lluvias en la entidad ha provocado cortes de agua en la población. The Santa Catarina River, which runs through the Metropolitan Area of Monterrey, is completely dry. The lack of rain in the region has led to water shortages and cuts in service. Foto / Photo: Gabriela Pérez Montiel / Cuartoscuro

Una sequía ocurrida diez años atrás debió poner en alerta máxima a las autoridades. Sin embargo, echaron todo al saco de las improvisaciones y hoy  cinco millones y medio de habitantes sufren la peor  crisis de escasez en su historia

Texto: Ignacio Alvarado Álvarez

Fotos: Gabriela Pérez Montiel / Cuartoscuro

NUEVO LEÓN.- A principios de 2011, el año en el que llegó para residir de manera temporal en Monterrey, David Ortega-Gaucin iba preparado para emprender una investigación que, dos años más tarde, habría de ofrecer un diagnóstico terminal para la producción agrícola de la zona. Nuevo León y el resto del norte mexicano se adentraba a una de sus peores sequías y no estaba ni de cerca preparado para enfrentar de manera integral una contingencia climática de tal nivel. 

Lo que el investigador del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA) halló en esos meses de documentación y trabajo en campo puso en sus manos evidencia suficiente para concluir, como si lo viera en una bola de cristal, el futuro catastrófico de estos días. Si bien su investigación estuvo primordialmente enfocada en los procesos agrícolas, advirtió las carencias de infraestructura y tecnología bajo la administración de un gobierno sin demasiada conciencia de lo que se avecinaba. 

“Se debe tener en cuenta que la sequía es un fenómeno persistente y recurrente, por lo que con una planeación integral claramente definida se lograría evitar la improvisación que solo permite solventar parcialmente la emergencia sin resolver el problema de fondo”, diría Ortega-Gaucin a finales de 2012, al presentar las conclusiones de su investigación ante autoridades del Instituto del Agua del Estado de Nuevo León. 

Diez años después, Ortega es testigo de las convulsiones desatadas por la sequía y desabasto actuales. “Es claro que hubo una falta de previsión desde el gobierno anterior en cuanto a la implementación de medidas preventivas y de mitigación”, señala. “Esa ha sido lamentablemente la razón por la que, no solo en Nuevo León, sino en otras regiones del país, se ha caído en crisis recurrentes que habrán de ser más catastróficas no tanto por la sequía sino por la manera en la que los gobiernos gestionan el uso del agua”.

La sequía de 2011, punto de referencia para muchos especialistas que hoy miden los estragos de la falta del recurso en el Área Metropolitana de Monterrey (AMM), tuvo un grado de severidad mayor al que se sufre hoy. Sin embargo, la causa por la que no se sintió como ahora, fue porque un año antes pegó el huracán Alex. Al tiempo que las aguas del meteoro desbordaban al río Santa Catarina, estropeando arterias fundamentales en la ciudad, llenaban hasta el tope las tres presas que abastecen a la población. El agua nunca faltó.

Pero en los márgenes de la zona urbana, la falta de lluvias tuvo un efecto diferente. El desorden de las políticas que regulan la actividad agrícola y ganadera, así como la mala administración de los recursos naturales, tuvieron un primer impacto que debió preocupar a las autoridades. La deforestación y el sobrepastoreo degradaron unos seis millones de hectáreas, equivalentes al 92 por ciento de la superficie estatal. La reducción de recursos forestales, erosión y merma de fertilidad alcanzaron niveles casi irreversibles de desertificación, señaló Ortega en su investigación.

Con ese cuadro, la intervención institucional con proyectos para contener y posteriormente revertir los efectos de la sequía -un fenómeno recurrente a través de los siglos- debió ser apremiante. Pero nada pasó. Desde entonces no ha vuelto a repetirse un solo fenómeno pluvial suficiente para mantener  niveles sanos en las presas. Tampoco se tecnificaron los sistemas agrícolas, que en su mayoría operan de forma tradicional, ni se invirtió para acrecentar plantas tratadoras ni perforar pozos de manera sistemática. 

Nuevo León es el espejo en el que deben verse al menos las entidades vecinas. La sequía de 2011 tuvo efectos negativos en casi la totalidad del suelo nacional. Ante ello, en 2013, se puso en marcha un Programa Nacional Contra la Sequía, convocado por el gobierno federal. Acudieron los consejeros de las 26 cuencas existentes y se redactó un documento al que llamaron Programas de Medidas Preventivas y de Mitigación de la Sequía, con diseños específicos para cada región. 

Lo escrito en esos programas no tuvo implementación en ninguna de las cuencas. O apenas existieron bocetos en el mejor de los casos. La idea de prepararse para un próximo ciclo de agostamiento era prevenir escenarios como el que ahora atraviesa Nuevo León, con los recursos superficiales en punto cero y movilizaciones sociales jamás vista en ninguna crisis del pasado reciente. 

La falta de agua comenzó a manifestarse desde la primavera. Entonces el gobierno estatal habló de los planes que habrá de ejecutar en el mediano plazo, pero fincó sus esperanzas de suministro inmediato en una temporada de huracanes que nomás no llega. La carestía fue elevándose al paso de las semanas, hasta alcanzar una primera etapa crítica en mayo, cuando las temperaturas comenzaron a subir. Apenas era el comienzo de la catástrofe. 

Conforme pasaron las semanas el gobierno estatal se vio obligado a reducir más días el agua en la zona metropolitana, lo cual nos deja hasta por tres días sin el recurso. Uno debe estar al pendiente para saber a qué hora podemos disponer del agua, porque la presión es muy baja y se tarda de 10 a 15 minutos en almacenar una tina de aproximadamente 10 litros. El calor además es intenso, por arriba de los 40 °C. Las condiciones son terribles”, dice Hispanoparlante, quien reside en el fraccionamiento Villas de Santa Rosa, Apodaca. 

A la entrada de su colonia el gobierno municipal dispuso de contenedores. Para acceder a ellos, los residentes hacen fila desde la madrugada. El agua no es para consumo, sino para emplearla en los sanitarios y otras faenas de limpieza. Hay tomas de agua purificada en las que hasta hace poco podían reabastecerse, pagando el precio habitual. Pero hoy esas fuentes están igualmente agotadas. 

“La ciudadanía está preocupada y no solo eso sino que ha salido a las calles a protestar, a manifestarse; se ha visto obligada a bloquear calles para que las autoridades volteen a ver, para que los medios de comunicación volteen a ver la situación de escasez”, cuenta Hispanoparlante.

“Pero hay sectores, lo sé por amigos y familiares, en los que no ha faltado el agua, como el área del Hospital Universitario o en San Nicolás, en una zona llamada Residencial Los Puentes. La presión del agua sigue siendo la misma y no he leído en la prensa a qué se deba”. 

Las zonas populares del AMM son, efectivamente, las que sufren el estrago mayor. La manera en la que se implementan los cortes alternativos del suministro no han sido claros, por más que las autoridades afirmen lo contrario. En lo que sí fueron específicos fue en anunciar la búsqueda de nuevos afluentes y ello provocó que agricultores de los municipios aledaños a la zona conurbada bloquearan carreteras federales durante días.

Antonio Hernández, biólogo y activista local, prevé un escenario de mayores revueltas ciudadanas conforme avance la crisis, porque no ve que vaya a terminarse al arribo del invierno. Ninguna otra crisis del pasado reciente, la violencia incluida, generó reacciones como las de estas semanas. “Tengo 48 años y no recuerdo nada así en toda mi vida”, dijo en una entrevista con el periodista Julio Hernández. “Este es el tema que ha catalizado el descontento social de muchas otras cosas”. 

Hernández, quien es experto en administración y manejo de áreas naturales protegidas y miembro del colectivo ciudadano Pueblo Bicicletero, mapeó residenciales de San Pedro Garza García, el municipio con mayor ingreso percápita de Latinoamérica, para ofrecer un inventario de la desigualdad con que se accede al agua en momentos criticos. Contabilizó 600 residencias con alberca, varias de las cuales se hallan a espaldas de la casa del gobernador Samuel García. 

El dato sería poco relevante a no ser que García ha manejado un discurso que llama a la población a no hacer uso indecente del agua, mientras sus vecinos organizan fiestas y reuniones en sus balnearios privados. 

El tema del dinero importa en tiempos críticos. Lo mismo que las zonas señaladas por Hispanoparlante, las zonas residenciales de San Pedro Garza García sufren demasiado poco los estragos de la sequía. El municipio es habitado por los hombres más ricos no solo del estado, sino del país. Parte de ellos son propietarios de la industria acusada de acaparar las fuentes subterráneas mediante concesiones otorgadas por la Comisión Nacional del Agua.

MONTERREY, NUEVO LEÓN, 10MARZO2015.- Se discutió en la Cámara de Diputados el avalar una iniciativa por parte del PRI en la Ley de Aguas que pretende ingresar el sector privado en el manejo de la distribución hidráulica. Foto: Gabriela Pérez Montiel

La industria y el sector agrícola, que como dijo el investigador del IMTA, opera sin tecnología y provoca la pérdida del 60 por ciento de las aguas rodadas, son los grandes consumidores del recurso y no han dejado de hacerlo en plena emergencia. Ambos sectores han salido al paso para decir que agua que tienen en concesión representa el cuatro por ciento del total, una cifra inferior al siete por ciento aludido por la propia Conagua. Pero, apunta el biólogo y activista, esa cifra es la que resulta del total disponible en el estado, no del AMM.  

“La actividad industrial significativamente se concentra en el aérea metropolitana. Entonces, si hacemos una valoración del agua concesionada para el uso industrial, estamos hablando del 37 por ciento. Si a esto le sumas otros procesos que tienen que ver con lo industrial y lo agrícola, estaríamos hablando que en la zona metropolitana el agua concesionada para usos privados es del 59 por ciento”.

Antonio Hernández, biólogo y activista.

Hernández es uno de los activistas que enfatiza sobre el volumen de agua empleado por una acerera en concreto, Ternium. La concesión que tienen para sustraerla del subsuelo es de 13 metros cúbicos por segundo. En términos macro, eso equivale a los 16 mil litros por segundo requeridos por los habitantes del AMM, dice. En un segundo nivel, el activista ubica a la cervecera Heineken y a multinacional Coca Cola-Femsa. 

En 2020, el investigador del Colegio de la Frontera Norte (Colef) Salvador Corrales, publicó el resultado de una investigación sobre el manejo de agua empleada por la cervecera en un contexto de crisis hídrica. Heineken, propietaria de la cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma posee 11 concesiones de la Conagua. La suma de los permisos le permite disponer de hasta 6,3 millones de metros cúbicos por segundo.

La producción de cerveza ha ido en aumento desde comienzos de la década anterior y México es desde hace tiempo el principal exportador del planeta, con 24,5 por ciento del total. El crecimiento del mercado presiona los niveles productivos, que a su vez impactan el consumo de agua. El punto crítico de ello es que la mayoría de plantas cerveceras operan en el norte del país, donde más falta el recurso. En el caso concreto de Heineken, la investigación de Corrales deja claro que del agua que le es concesionada, disponían hasta antes de la crisis, del 39,9 por ciento. 

Según mis cálculos, la cantidad de litros de agua que utiliza para producir un litro de cerveza es bastante bajo. Tienen un nivel tecnológico muy elevado, un nivel de ahorro muy elevado de agua para sus niveles de producción con respecto a la media internacional, lo que quiere decir que no utilizan toda la concesión”, explica Corrales.

Bajo ese criterio, la empresa bien pudiera conceder parte de su agua para palear un poco el desabasto metropolitano, dice. Aunque en la suma total, si se añadiera el sobrante o la mitad empleado por la industria acerera y refresquera, no alcanzaría para aliviar la crisis, según sus cálculos.

A comienzos de julio, en el umbral del trance causado por la falta de agua, el presidente López Obrador sugirió al gobernador García que negociara con esas industrias para así contener los efectos de la crisis. “Es cuestión de imaginación”, dijo. Hubo un solo momento en el que la utilización y desabasto pudo monitorearse para ver si, efectivamente, alcanza para recurrir a un paro productivo en caso de una catástrofe mayor.

En mayo de 2020 la industria cervecera paró su producción, en medio de la contingencia nacional decretada por la pandemia.  

“No se identificó nada porque se trata de pozos independientes”, dice el investigador del Colef. “El suministro de agua municipal, en este caso de la ciudad de Monterrey, proviene o provenía de tres presas y como 500 pozos del sistema de aguas. Y como no se sabe cuánto hay en el subsuelo, no es posible medirlo. En ese tiempo además todavía había agua, aunque con déficit debido al crecimiento desordenado de la ciudad. Pero no hay datos que indiquen el volumen de ahorro que pudo haber ocurrido”. 

Corrales no ve por lo tanto un freno productivo por motivo de la crisis. Y lo mismo opina David Ortega-Gaucin, del IMTA. 

En el caso de la industria refresquera puede ser viable dejar de producir un porcentaje. Evidentemente habría que negociar con los dueños porque las pérdidas serían multimillonarias. Pero en el caso de la industria acerera lo veo muy complicado porque de hecho Nuevo León, Monterrey, tiene una historia antiquísima con ella, y su desarrollo se encuentra estrechamente vinculado a ese sector, lo mismo que el de la industria cervecera”, dice. 

Ternium, a la cabeza latinoamericana en la producción de aceros planos y largos empleado por el sector automotriz y energético, sería el menos dispuesto para hacerlo, a juzgar por sus planes de crecimiento previstos para la planta que posee en la entidad. En febrero de este año hizo pública la inyección de mil millones de pesos para ese propósito. 

A mitad de la crisis el gobierno de Nuevo León presentó su Plan Maestro Para Garantizar el Agua hasta 2050. En una primera fase habla de rehabilitar y perforar un centenar de pozos, reparar fugas del sistema de tuberías, declarar la emergencia, emplear pipas para el suministro, aumentar el costo del servicio para “incentivar el ahorro y valor del agua”, así como la donación del recurso por parte de uno de los distritos de riego. A mediano y largo plazo, habla de obras de ingeniería que permitirán disponer de 30 millones de metros cúbicos por segundo, casi lo doble de la demanda actualmente requerida. Eso, si todo sale conforme el plan, aclara. 

Para animar a una ciudadanía cada vez más desesperada, lanzó un clip de 30 segundos. “En el nuevo Nuevo León estamos trabajando para que haya agua para todos. Nosotros bombardeamos nubes, tú báñate en tres minutos”, dice la primera línea del comercial. En las colonias populares no hay agua que salga de las regaderas y el bombardeo de nubes ha sido un fiasco hasta hoy. 

Como sea, los puntos del plan maestro son parte de los sugeridos por el acuerdo alcanzado en 2013, tras la sequía de hace una década. Es decir, los que nunca se implementaron. Debido a ello, las previsiones del gobierno son más parecidas a una reacción política que a un acto de verdadera planeación estratégica. No hay nada nuevo, nada que se haya hecho en el presente. 

“Las políticas públicas en relación con el agua, a pesar de que se hacen planeaciones cada seis años, normalmente no van de la mano con el desarrollo urbano”, dice el investigador Ortega-Gaucin. “Entonces, nunca va a haber agua que alcance. La disponibilidad del recurso tiene un límite. Monterrey es una ciudad ubicada en un área semidesértica y de por sí tiene escasez de agua. No hay que confundir escasez con sequía. La escasez ocurre cuando tenemos una demanda mayor que la oferta disponible. Monterrey, por el mismo crecimiento poblacional desordenado, tiene una escasez de agua que se ha visto agravada por el mal manejo de su política pública”.

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