A través del arte rupestre de la península de Baja California, el documental Una isla en el continente recorre las similitudes entre los pueblos que habitaron esta región del país en tiempos inmemoriales y los que viven en la actualidad. La película está viajando actualmente por todo el país en un circuito de Cines Independientes
Texto: Richard Godin
Fotos: Alfonso Mendoza
CIUDAD DE MÉXICO.- Si al leer el título de la película pensó que estaba disfrutando de los paisajes paradisíacos de una isla desconocida, se equivoca. En primer lugar, porque en realidad es una casi-isla y en segundo lugar, el territorio es de “1300 km de largo y en algunos puntos es de no más de 45 km de ancho” se compone principalmente de desierto, selva y costa marítima. Aquí se refugió el poeta Edmundo Lizardi, al que se ve al principio del documental : “Cuando me cansé de buscar por todas partes, preferí practicar el silencio, la soledad y el vacío, y para ello no encontré mejor lugar que el desierto”.
En este lugar en el que parece que no aparece nada, crea largos frescos de papel con dibujos de estilo prehistórico. Encuentra su inspiración en las cuevas de la región, cuyas paredes están cubiertas de arte rupestre. “Las pinturas te hablan”, nos dicen. Animales, humanos (la mayoría con las manos en alto), de frente, de perfil, negros, ocres: se cuentan las historias de las primeras tribus y son muy diferentes a las del continente.
« Por su geografía y ecosistemas únicos, así como por haber sido el último territorio en colonizarse por los españoles, que lo consideraron una isla por más de dos siglos, la península es »El otro México». Los grupos originales que lo habitaron no tuvieron contacto con las civilizaciones mesoamericanas como la Azteca o la Maya », explica el director al principio de la película. Por eso, los nómadas que viven en lo alto de las montañas tenían otras creencias y otros dioses : « En esta tierra seca, la humanidad siempre supo de Maijanui. Siempre hubo alguien entre la gente del desierto, de la costa y de la montaña, que conocía su poder. Todos los seres del océano, de la tierra y del cielo, estaban en cruda armonía con él ». En este desierto junto al mar, todo está relacionado con la naturaleza.
Una isla en el continente es deslumbrante en su exposición de esta tierra en gran parte desconocida. Las imágenes se suceden, todas igual de bellas, como una cartografía de un mundo nuevo. La calidad de las tomas de la flora y la fauna es digna de los mejores documentales sobre la vida salvaje o de las fotos de National Geographic. El director entrevista a varios profesionales mexicanos y estadounidenses (fotógrafos, guías, habitantes, artistas…) que cuentan, a través de las pinturas rupestres, cómo estas historias siguen teniendo similitudes con las de los habitantes actuales. El agua es un bien muy importante en este árido desierto. Las pinturas están situadas cerca de las fuentes de agua porque es donde se asentaron los nómadas. Una naturaleza rica y exuberante gracias a esta agua que acabará, como muchos lugares, amenazada por las explotaciones procedentes del continente.
Pues aunque la Sierra Laguna es una reserva natural protegida, estos recursos están amenazados. En particular por la construcción de una mina de oro por parte de una empresa propiedad del multimillonario Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca. «La lucha contra la mina es una lucha por el agua», explica Christian S. Cordero Rodríguez, vecino de Sierra Laguna. Los mineros utilizan la misma cantidad de agua en dos días que una familia en un año. También utilizan «productos químicos pesados, metales pesados» que se mezclan con el agua y de los que los habitantes siguen sufriendo hoy en día. A esto se suman las exacciones desgraciadamente clásicas en estos momentos : amenazas, intimidaciones, destrucción de viviendas, corrupción. Es la lucha entre dos visiones del mundo que se enfrentan.
Al mismo tiempo, la « isla » se ve afectada por la construcción de hoteles que desvían los flujos de agua y provocan la erosión. Para crear espacio, las empresas queman la vegetación y provocan desplazamientos forzados. Una fábrica de sal también está destruyendo hectáreas de naturaleza que antes no había sido tocada por la acción humana. A la orilla del mar, los pescadores lamentan la sobrepesca provocada por los enormes arrastreros. « No es oposición al desarrollo. Es oposición a la depredación, la mentira y la corrupción. Y siempre será así, sea una mina, un campo de golf, un hotel, sea quien sea. Si vienen con buenas intenciones y su marketing concuerda con su realidad, son bienvenidos », explica Ricardo Madrazo Gutiérrez, de Baja Sur TV.
Los habitantes han encontrado estas buenas intenciones en el ecoturismo centrado en el descubrimiento de la naturaleza, el respeto al medio ambiente y la cultura local. Un modelo que se ajusta perfectamente a la realidad del territorio, como dice Steven L. Swartz, codirector del Programa Científico del Ecosistema de Laguna San Ignacio : « La razón por la que existe este lugar es porque la gente viene a verlo. Si no hubiera ecoturismo, no habría economía para la comunidad local y alguien podría llegar a construir un gran hotel o un campo de golf, pero porque la gente sigue viniendo aquí a ver las ballenas, la laguna y la vida marítima, seguirá existiendo como una reserva mientras la gente esté interesada en visitarla ».
Un planteamiento de vida y una lucha permanente que ha permitido a los habitantes ver al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, anunciar la cancelación de la construcción de la mina de oro de Los Cardones en 2019. Una victoria para estas familias, estos pescadores, estos nómadas que viven en armonía con la naturaleza. Nos recuerdan que ésta es su casa y que el desarrollo de su tierra se hace siempre en conjunto y a su nivel. Y al igual que sus antepasados, que realizaron pinturas excepcionales a casi veinte metros de altura, su modo de vida, que protege la naturaleza, les permite hacer grandes cosas.
Una isla en el continente, Juan Pablo Miquirray, con Francisco Hernández Zamora (Narrador), Edmundo Lizardi (Poeta), México, 2019. Dur. : 69 mins.
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