Una rayita más al tigre de las violencias contra las mujeres en el Estado de México. La historia de Erika y la violencia que ejerce su ex pareja, Edson, al llevarse ilegalmente a su hijo, desvelaría probable corrupción en las fiscalía toluqueñas. Todo esto, a pesar de que en el Estado de México está tipificado el delito de vicaria.
Lydiette Carrión
La violencia vicaria parece recrudecerse en México. Hay un machismo y una estigmatización muy profunda en contra de las madres que deciden dejar a sus parejas después de haber tenido hijos. No es el primer caso que escucho, pero es quizá el primero que narro en esta columna.
Erika Bejarano es una joven de 23 años, de nacionalidad colombiana. Ella llegó a México en marzo de 2019, venía a jugar con un equipo de futbol femenil. Su intención, como la de cientos de jóvenes colombianas, venezolanas, argentinas, que llegan a nuestro país, era trabajar y buscar mejores oportunidades de trabajo y estudio. A veces, las jóvenes llegan huyendo de crisis económicas. Del mismo modo que México expulsa a cientos o miles de jóvenes mexicanas. En nuestro caso, la mayor parte de las veces migran a Estados Unidos, o a otras partes del mundo buscando lo mismo: mejores oportunidades de trabajo y perspectivas de vida.
Pero ser mujer joven, y sudamericana en México, viene acompañado de un fuerte estigma y violencia machista. También conlleva una vulnerabilidad: la violencia estructural en México provoca que estas jóvenes sean juzgadas a priori: la gente suele pensar: «si es colombiana/argetina/venezolana en México, de seguro es escort o se dedica al trabajo sexual», dicen muchos. Y sin embargo, aun si una joven se dedicara a ello, no tendría que ser objeto de violencias ni discriminación, y mucho menos que otros se aprovechen. También, muchos individuos se aprovechan de la lejanía que ellas tienen con sus familias, y en ocasiones efectivamente terminan explotadas. Otros se aprovechan de que no conocen el país, de que no cuentan con redes sociales robustas.
Erika no ha sido la excepción a la discriminación y probablemente su nacionalidad ha jugado en contra para que el padre de su hijo, de nombre Edson, cometa violencia vicaria contra ella y su hijito de casi tres años.
Erika conoció a Edson en mayo de 2019, a través de amigos en común. Posteriormente se vieron de nuevo y comenzaron a salir. Al principio las cosas iban bien, así que decidieron vivir juntos en la casa de los padres de Edson, en Toluca. Posteriormente supieron que venía un niño en camino. Aunque al inicio Edson se mostró muy ilusionado, conforme fue avanzando el embarazo empezó a cambiar su actitud hacia Erika: ejercía violencia en contra de ella: la insultaba, la descalificaba y luego salía a emborracharse con sus amigos.
Nació el bebé, la violencia aumentó, hasta que en noviembre de 2021, Erika dejó a Edson y huyó a Ecatepec, Estado de México.
La familia de Edson le ayudó a violar las comunicaciones de Erika y hackearon de forma ilegal su teléfono. Fue así que dieron con su paradero. Por este y otros motivos, Erika denunció la violencia familiar en el área de Atención a víctima de violencia de género , en la fiscalía regional de Tecámac. Luego inició un juicio de guardia y custodia de su pequeño, de 2 años 7 meses, también en Ecatepec de Morelos.
Y lo ganó.
Sin embargo, la familia de Edson la atrajo con engaños de nuevo a Toluca; la convenció de regresar a aquella ciudad para que “estuviera cerca de los abuelos y el papá” y ella accedió. Ahí, Erika comenzó un negocio de planchado de cejas, y con lo que su mamá le enviaba desde Colombia, comenzó a apuntalar su pequeño hogar.
Pero Edson cometió su “venganza”: se llevó a su hijo, se negó a devolverlo y metió a su vez una demanda legal, acusando a Erika de ser una mala madre, puso en entredicho su vida, a qué se dedica, etcétera. Algo que centenas de hombres han hecho en México en los últimos años, y en probable connivencia con alguna autoridad que se ha dejado corromper.
En este caso, Erika y su defensa legal sospechan que Edson recibió ayuda de familiares suyos que trabajan en una fiscalía en Toluca. Para eso la convencieron de dejar Ecatepec y regresar a un lugar donde ellos tenían diversas ventajas. La defensa es categórica y acusa en específico a la ministerio público Ivone Peralta Pichardo de no integrar la carpeta. La defensa ya solicitó cambio de ministerio público, pero Peralta se niega a soltar el caso.
El Estado de México fue una de las primeras entidades en tipificar la violencia vicaria en su su código civil. Sin embargo, hasta el día de hoy Erika ha sido violentada una y otra vez por las autoridades toluqueñas.
En México NO hay cifras oficiales sobre el número de casos de violencia vicaria. Esto es, cuando los hombres se llevan a las hijas e hijos como una forma de venganza contra la ex pareja. Sin embargo, este año las colectivas en México realizaron una encuesta; entrevistaron a 2 mil 231 mujeres víctimas de violencia vicaria. Algunos de los resultados refieren que esta agresión implica un proceso legal que dura un promedio 1 año o año y medio. Un año o año y medio separadas de sus hijas e hijos. Los daños de esta separación violenta son inconmensurables. En el 80% de los casos las víctimas fueron separadas de sus hijos de una forma inesperada; pero con amenazas previas.
En el 98 por ciento de las mujeres víctimas de violencia vicaria son de nacionalidad mexicana; el dos por ciento es de nacionalidad extranjera.
Finalmente, nueve de cada 10 agresores cuentan con formas de bloquear los procesos legales de la víctima. En particular: cargos públicos, tráfico de influencias, alargamiento del proceso penal, factores económicos.
Fuente: https://www.fncvv.com/
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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