3 febrero, 2020
Este pueblo no está reconocido como barrio originario de Ciudad de México. De todas formas, sus habitantes buscan reencontrarse con estas ancestrales formas de gobierno. Esta es una forma de ejercer su derecho de decisión sobre el lugar que habitan; de reclamar cierta autonomía
Texto y fotos: Arturo Contreras Camero
Entre humo de Copal, el subdelegado comunitario de San Bartolo Ameyalco, al poniente de la ciudad, entrega el bastón de mando del lugar a su sucesor. Ésta es apenas la segunda edición de un rito que ellos consideran ancestral. Con estos símbolos la comunidad busca fortalecer su lucha por el agua y la autonomía.
La lucha de los pobladores de San Bartolo Ameyalco para poder decidir sobre su territorio empezó hace casi seis años. En ese entonces la desinformación por unas obras en las tuberías de agua desató una riña con las autoridades gubernamentales y de la entonces delegación.
Ameyalco significa bosque donde brota el agua, y aún es cierto. En este pueblo, engullido por la urbanidad como muchos otros de Ciudad de México, existe un manantial que da servicio al barrio y a los habitantes cercanos. De entre las casas de estas colonias se alcanzan a ver las puntas de los cerros tupidas de ramas verdes. Recuerdo de los bosques que antes llenaban el lugar y donde ahora se levantan casas y fraccionamientos.
Hace seis años, el Servicio de Aguas de la Ciudad de México empezó a realizar obras. Los vecinos del pueblo creyeron que las obras eran para dar servicio a los muchos desarrollos de vivienda de lujo que empezaron a surgir en la zona. En los últimos 20 años alrededor de este lugar comenzaron a aparecer condominios llenos de casas con grandes jardines o torres de departamentos con cientos de inquilinos.
El malentendido sobre la utilidad de las obras provocó que el 21 de mayo más de 2 mil policías llegaran al pueblo y se enfrentaran con los pobladores. Decenas de heridos y cuatro presos fue el saldo del encuentro.
“Nunca supimos para qué fueron las obras”, comenta Alejandro Ugalde, el nuevo subdelegado del pueblo, quien después de la ceremonia recibió el bastón de mando que significa la representación popular del barrio. Él ha estado en los movimientos de defensa de su territorio desde el 2014, y hoy, toma un papel más activo.
“¿Cuáles son las amenazas que tenemos?”, reflexiona Alejandro. “Es muy claro en todo lo que se ve, las nuevas construcciones de departamentos y condominios. El despojo y la gentrificación es lo que nos está pegando. No podemos permitir que entren más edificios”, asegura.
Cerca del pueblo pasa la Supervía Poniente, que conecta Santa Fe, un polo financiero de la ciudad con los barrios acaudalados del sur de la ciudad. Los trabajos en la red del agua continúan, sin dar más información a los pobladores.
“Están intentando retomar el trabajo. Desde inicio de año hacen excavaciones, dicen que para el cambio de tubería. La verdad no es que estemos en contra, pero que nos digan qué es lo que van hacer”, argumenta el recién electo subdelegado.
Ugalde asegura que muchas de las obras que se realizan en el pueblo son impulsadas por Silvia Zumaya, a quien señala como operadora política de la asociación Ameyali: “Es una asociación que siempre ha estado cercana a la alcaldía, o delegación. Nada más viendo cómo sacar beneficio”. Según el grupo de vecinos, esta asociación es la que gestiona los trabajos de mantenimiento de la red hidráulica y la operación de válvulas y bombas; en pocas palabras, el reparto de agua del pueblo.
“No somos ni seremos presa de ninguna clase política. Traemos representación de más de 5 mil personas de la colonia que nos reconocen como su representación política. Hay que reconocernos como indígenas y nativos, que aquí están nuestras raíces”, aseguró Alejandro después de la ceremonia.
San Bartolo Ameyalco está buscando ser reconocido oficialmente como pueblo originario, por eso, a pesar de que hace muchas generaciones que aquí no hay representación popular, desde los incidentes de 2014, algunos de sus habitantes empujan para que se vuelva a reconocer. Esto significaría una mayor posibilidad de decisión sobre los recursos naturales de su comunidad, como los bosques y el agua.
Por eso hoy mandaron a traer a un grupo de danzantes prehispánicos. El grupo, animado por el sonido del caracol y del huéhuetl (un tambor prehispanico) danzó por una hora y media sin parar. El propio subdelegado parecía agobiado por una ceremonia que se extendió más de lo esperado.
Su actual demanda para permitir los trabajos que quieren realizar solo piden una cosa: que se les entregue el plano de la red de agua en la colonia, y que a partir de ellos, se discuta junto con ellos las obras a realizar.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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