En riesgo de colapso, la ayuda

21 septiembre, 2017

Texto: Daniela Rea, Arturo Contreras y Fernando Santillán. Foto: Fernando Santillán

Miles de manos se han sumado a la organización de brigadas de ayuda para los damnificados del sismo; en algunos casos, los voluntarios sobrepasan la capacidad de organización de las acciones. Ahora, más que víveres, se necesita equipo. Y poco a poco, empiezan a surgir nuevas urgencias, como la necesidad de arquitectos que revisen instalaciones en riesgo

La explanada del parque México y sus calles aledañas están convertidas en un inmenso centro de acopio. Más de mil personas llegaron desde la tarde del 19 de septiembre, de manera voluntaria, para dejar víveres y materiales de rescate, instalar carpas como refugio y distribuir ayuda.

La organización que se ve en esta zona es peculiar. Para empezar, no hay autoridad presente, no hay tampoco un líder claro. Son varios de ellos que con, altavoz o a gritos, tratan de organizar la oleada de voluntarios que llegan a poner cuerpo para ayudar. Lo que hay es mucha intuición y sentido común: por un lado, descargan donaciones, por otro lado las distribuyen; las camionetas que traen productos, se van cargadas con otros para puntos específicos. Aun así, la oferta de ayuda es tanta, que parece a punto de colapsar.

Video: Daniela Rea 


Hay exceso de comida tal, que un joven reparte café tibio a cualquier paseante del parque y otras jóvenes pasean con bolsas de sándwiches sin dueño, en una banca del parque hay una charola con platos servidos de arroz, chicharrón y frijoles que se enfría a la intemperie. “Ya no necesitamos alimento, no en esta zona, debemos distribuirla a otros lugares. Lo que nos hace falta es medicamento y herramientas para el rescate”, dice Paula Santoyo, voluntaria.

En la explanada central todo está organizado: la carpa de leche, de atún, de material de excavación como palas, cuerdas, guantes, carretillas; la ropa, las tiendas de campaña vacías.

La cadena humana rodea al parque. Manos no faltan. Hay estudiantes que aprovecharon la cancelación de clases para ayudar, mujeres, señores mayores, algunos adolescentes. Algunos visten cascos de ciclismo, otros cascos y ropa de construcción recién estrenados como si fuera la moda de temporada. Todos ayudan animosos y cuando una camioneta se descarga por completo, echan una porra y un aplauso al conductor. Tampoco faltan voluntarios en camionetas y bicicletas que llegan disponibles para distribuir lo necesario a donde haga falta.

Sin embargo, además de la dificultad para organizar a tantísimos voluntarios, hay quejas por saqueos de los víveres.

Video: Daniela Rea 

En este gran centro de acopio, que está a un par de cuadras del edificio Ámsterdam y Laredo que se derrumbó después del sismo, la organización es más certera en cuanto a brigadistas de rescate se refiere. Para empezar, la zona fue acordonada por el Ejército mexicano a dos cuadras a la redonda para evitar el paso de la gente que en la tarde del 19 llegó a ser estorbosa; luego, la mayoría de los brigadistas que llegan aquí son obreros o albañiles que llegaron por su propia voluntad o enviados por empresas constructoras que tenían obra en proceso. En una carpa dentro del Parque México, los brigadistas esperan ordenados con casco, pala, cubeta y chaleco para entrar en cuadrillas de 20 personas a hacer relevo cada dos horas.

Video: Daniela Rea 

Rogelio Roldán, que llegó desde Indios Verdes, salió de la calle Laredo después de dos horas de estar trabajando en el retiro de escombro del edificio. “Siempre he trabajado en la construcción, toda mi familia ha sido de la construcción, pero esto es bien distinto, es como lo contrario, no es como cuando construyes una casa, es más bien recoger lo que se destruyó, cada uno de esos pedazos de cemento eran parte de la casa de alguien, de la vida de alguien, es muy triste hacer este trabajo, pero también es muy emocionante que estemos unidos para salvar una vida”. 

Brigadas universitarias

 ¡Alto! Grita alguien y las manos se detienen. Los artículos suspenden su camino. Los víveres, el equipo médico y de rescate parece moverse desordenadamente. Todo llega por todos lados. Se saturan las entradas. Las cadenas humanas mezclan los artículos. Para ponerlos en la línea adecuada a veces se regresan o se botan. De pronto, aparecen las cartulinas: aquí medicamentos, allá los artículos de limpieza personal, más allá la comida. Como por arte de magia el caos se acaba y se empieza a poner orden. Largas filas humanas  entran al estadio Olímpico Universitario, donde se junta todo, se clasifica y se empaqueta.

Sobre Insurgente, una fila perpendicular recibe a los autos que llegan con donaciones. Los descargan como si fuera un puesto de pits. Todo lo que reciben desaparece de pronto, se va entre manos, como si una banda de producción lo arrastrara. Al final de la línea llega a los camiones de carga que se llenan con agua y cubetas, agua y cubetas. Cada 35 minutos sale uno cargado a tope.

Foto: Arturo Contreras 

Pasado al medio día, el orden impera. Los gritos de ¡Alto! Son cada vez menos. La ayuda fluye, contrasta con el desorden de la mañana. En las inmediaciones de las explanadas del estadio no se alcanza a ver a una autoridad o alguien que organice las líneas. Algunos dicen que los de Protección Civil están organizando todo desde adentro, al fondo. Afuera, parece que la gente encuentra su propia manera de organizarse.

El tráfico en torno al estadio es lento, las suspensiones de los carros se ven bajas, muchos están repletos. Hay quienes no esperan a llegar y desde cientos de metro antes, bajan cargando cajas y garrafones, picos y palas a través de los estacionamientos desiertos.  

La noche anterior, cuando el presidente Enrique Peña Nieto dio un mensaje, solicitó que la gente se quedara en casa, que no saliera en auto a menos que fuera una emergencia, para no entorpecer el tránsito. Y sí, todos salen para atender la urgencia.

En la explanada de tezontle y piedra volcánica hay otra regla más que “si no ayuda no estorbe”, un grito que se repite y asustada a los que se quedan parados, pasmados ante el espectáculo de organización ciudadana. Nadie se detiene, pocos tienen tiempo para hablar con un periodista. A un lado de la explanada, bajo los puentes que conectan el estadio con la zona conocida como Las islas, hay filas de jóvenes con batas, otros con chalecos naranjas, y algunos más con brazaletes de papel improvisado con la letra griega “psi”. Ahí en grupos escuchan pláticas y ven cómo se organizan.

En las rejas hay pegados cartones: Ingenieros y arquitectos, capacitaciones en la facultad de arquitectura, auditorio Carlos Lazo. Psicólogos: ir a la facultad. Edificio C, Mtra. Gtz. Ahí reciben capacitación, después regresan

La fila más larga es la de los chalecos. Cientos de voluntarios dispuestos a recoger escombros, algunos con la esperanza de rescatar a alguien con vida. En los noticieros de televisión anuncian que en Ciudad Universitaria ya no se necesitan voluntarios, pero Miguel Durán, otro voluntario que los organiza, dice que sí se necesita mucha gente que quiera ayudar, pero que lleguen con su propio equipo: botas con casquillo y casco. Si no, de nada sirve.

Hay quienes llevan esperando más de dos horas. Unos cincuenta avanzan. Entran al estadio con todo su equipo. Esa es su cuadrilla. Adentro, Protección Civil los capacita. Después de un rato salen, en el mejor de los casos se les suma un médico, un psicólogo y algún arquitecto. Caminan al estacionamiento, se trepan como sardinas en alguna camioneta, un camión u otro medio y salen a las zonas de desastre.

Foto: Arturo Contreras 

El transporte es otro tema. A un costado de los grupos de voluntarios, está Evelyn Calderón. Ella quería irse en brigada, llegó temprano, pero vio la necesidad de alguien que organizara y se quedó. Tiene una lista larga de carros, camionetas familiares, combis, vans y camiones. Apunta placas, capacidad, dueño y número de teléfono. Los grupos regresan con ellas y los manda a sus transportes.

Desde la mañana, los voluntarios calculan que han mandado 52 cuadrillas. “Hay mucha ayuda, sí, y no deja de llegar, pero necesitamos que sigan viniendo”, dice Evelyn. 

La esperanza no termina

Después del sismo, José Ángel Rodríguez tuvo la necesidad de salir ayudar a la gente que se encontraba atrapada bajo los escombros. Esa misma noche llegó a repartir café a los voluntarios que realizaban las labores de rescate en la fábrica de textiles que quedó derruida en la esquina de Chimalpopoca y Bolívar, en la colonia Obrera.

Veinticuatro horas después, seguía yendo y viniendo de un lado al otro de la calle, donde coordinaba con otros voluntarios el acceso de camiones, materiales, herramientas y donativos que llegaban para apoyar con los trabajos. “Aquí todos llegan diciendo: ‘yo representó a tal’. Pero yo vengo representando a la gente que está ahí, que está luchando por su vida, esa es la gente que yo represento. Como voluntarios somos los IBM, somos los intermediarios entre los especialistas y las personas que han decidido sumarse y lo hacemos con todo el corazón”, dice Ángel, quien está en constante comunicación con las autoridades.

Una bandera roja sale en lo alto, la lleva un voluntario acompañando de los familiares de una de las personas que se encuentra atrapada. Minutos antes se habían escuchado aplausos, signo de que se ha encontrado a alguien con vida. El júbilo estalla en forma de rechiflas, gritos de alegría y desesperación, que dejan ver lo cerca y los lejos de todos los que estamos parados con esas ansias de querer estar ahí, entre los escombros, y sacar con vida a todas las personas que se encuentran atrapadas: “¡Médico, médico! ¿Llevan oxigeno? ¡Oxígeno!

Parece una plaza pública frente el vació que dejó este inmueble. Los trabajos se detienen. Vecinos y periodistas apostados en las azoteas, otros ocultos entre los voluntarios porque las autoridades no los dejan acercarse. Todos esperan. Alguien pide una camilla. Entra una ambulancia. Ya es de noche. Minutos más tarde sale la ambulancia sin prender la sirena: lleva el cuerpo sin vida una de las personas que murieron atrapadas.

Los trabajos se detienen, vecinos y periodistas apostados en las azoteas, otros ocultos entre los voluntarios por que las autoridades no los dejan acercarse, todos esperan, se escucha, una camilla, una camilla, entra una ambulancia, todos tienen sus celulares en alto, un Policía Federal se acerca a un grupo y los comienza amenazar para que guarden sus celulares, la ambulancia se acerca hasta no dejar ver a los que se encuentran lejos, ya es de noche, minutos más tarde sale la ambulancia no prende la sirena, solo se ven las luces alejarse, lleva el cuerpo sin vida una de las personas que murieron atrapadas.

No lograron rescatarla, pero los voluntarios no pierden la fuerza y la esperanza de encontrar a más personas con vida.

Las grandes grúas que rodean el edificio derruido levantan una de las lozas para ponerla a un lado y de nuevo todos los voluntarios regresan con mazos en mano a terminar de romper lo que el sismo destruyó en minutos.

Después de 48 horas, los edificios que resultaron afectados se siguen viniendo abajo en distintas partes de la ciudad. La ayuda ciudadana no deja de fluir, pero poco a poco, empiezan a surgir nuevas urgencias: más que víveres y albergues, lo que ahora urge son arquitectos que revisen instalaciones en riesgo de más de 500 edificios dañados, según el informe de Protección Civil.

*Si eres arquitecto o ingeniero civil y estas interesado en sumarte a las labores de revisión de inmuebles, comunícate a Protección Civil al teléfono: 56158021.

Reportera. Autora del libro “Nadie les pidió perdón”; y coautora del libro La Tropa. Por qué mata un soldado”. Dirigió el documental “No sucumbió la eternidad”. Escribe sobre el impacto social de la violencia y los cuidados. Quería ser marinera.

Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.

Integrante de la Red de Periodistas de A Pie y Pie de Página, Sociólogo por la UAM-X, fotógrafo y comunicador de oficio.

Ha participado en las exposiciones de fotografía: 1985-2017 de los Escombros a la Esperanza y en el Festival Internacional Tierra Beat 2019.

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